Jenna
Miré a Alex, y por un momento sus ojos me parecieron increíblemente tristes, o quizás la que estaba triste era yo. Él no dijo nada, simplemente esperó en silencio, con su postura impaciente y sus puños cerrados, a que yo dijera algo, algo que él quería escuchar, pero nada salió de mi boca.
Y entonces quería llorar. No entendía por que, pero me sentía horrible. De repente todo parecía todavía más complicado, y Alex parecía todavía más hermoso.
Me pregunté como alguien tan oscuro y conflictivo podía tener esa belleza tan pura e indiscutible, y como era posible que nunca hubiese amado a otra mujer y otra mujer lo hubiese amado a él. También me pregunté como podía haberse enamorado de mí, en que instante había ocurrido y por qué. No lo entendía, y a pesar que tenía deseos de preguntárselo no lo hice. Simplemente me quedé inmóvil, observando sus ojos verdes, como el césped fresco del verano, y sentí que podría haberlo hecho por siempre.
—Por dios, Muñeca, dime algo.— Suspiró finalmente, dejando caer los brazos al rededor de su cuerpo, y en ese instante pareció que él estaba desnudo, que ya no había nada que pudiese ocultar, vulnerable frente a mí, y no le importaba. Eso hacía que me preguntara si en realidad yo merecía ese tipo de confianza.
Tenía miedo. No, estaba aterrada, y no solo por todo lo que había ocurrido conmigo ese último par de meses, sino por lo que podría ocurrir, y no quería continuar sufriendo, no quería seguir lastimada, y no quería amar a Alex Walker.
Tenía la garganta seca, y la mente saturada, así que simplemente sacudí la cabeza, incapaz de pronunciar palabra, pero la mirada en su rostro pareció reflejar toda la desilusión del mundo debajo del manto verde, mientras asentía comprensivo con la cabeza lentamente, como si de repente estuviese vacío y aunque yo no hubiese dicho nada, pareció que no se necesitaban palabras para romper un corazón.
La desesperación me sacudió el pecho, así que antes que retrocediera me incliné para hablar, sin siquiera saber que decir, pero quería decir algo cualquier cosa, y nuestro ojos se encontraron una última vez.
—Alex, tenemos que irnos. Ahora.— Oz apareció, de repente, con un par de llaves entre las manos, y cruzó la sala acelerado en dirección al la puerta antes de voltear y observarnos con una ceja arqueada. —¿Interrumpo algo?— Preguntó, mientras Alex inspiraba profundamente una vez más, e hizo un esfuerzo para apartar su mirada, antes de volverse a su amigo.
—No.
—¡Entonces mueve el culo! Es importante.— Dijo simplemente antes de desaparecer por la puerta, y él le siguió, en silencio, alejándose lentamente, y aunque no volteó, pareció todavía esperar que dijera algo.
"No te vayas" quise gritarle. Quise jalarle del brazo y besarlo. Pero no hice nada de eso, simplemente le dejé marchar. Cuando la puerta se cerró suavemente, el lugar pareció más vacío y más silencio, y yo más sola que nunca.
Me sentía horrible.
Arrastré los pies hasta la habitación de Alex, y me detuve un momento en la entrada, mientras observaba el enorme cuarto helado, y finalmente suspiré, lanzándome sobre la cama, y desordenando el edredón, elevando la fragancia masculina del jabón y tabaco que era exactamente como él olía, y cerré los ojos un momento, para tratar de poner en orden mis pensamientos.
El corazón me latía con fuerza cada vez que rememoraba la mirada abatida de Alex, y fruncí los labios, sujetando las sábanas con fuerzas.
Le quería. Le quería muchísimo.
—¿Por qué eso no es suficiente?— Susurré con la voz entrecortada al aire, antes de dar una profunda calada de aire.
—Que escenario mas deprimente.— Se oyó desde la entrada y me incorporé rápidamente.
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Sin Códigos
General Fiction"El hombre es el lobo del hombre." -Thomas Hobbes. •Historia protegida y registrada en SafeCreative. Prohibida la copia total o parcial en cualquier medio.