Capítulo 15

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Oliver

La sirena de la ambulancia sobresalía sobre la multitud aglomerada fuera del apartamento. Los bocinazos del embotellamiento, provocado por los curiosos obstruyendo el transito, convertían el procedimiento médico en un caos.

Oí como todos trataban de adivinar que ocurría, debatiéndose entre un asesinato o un asalto a mano armada, y otro tanto de hipótesis ridículas, que sabia, eran el resultado del terror que la gente había adoptado ante las circunstancias diarias.

Tenia una extraña opresión en el pecho, que no existiría de ser otro involucrado en la misma situación, y las manos me sudaban ligeramente, mientras buscaba a Frank con la mirada, observando como empujaba a la gente para hacer espacio sobre la acera, mientras los paramédicos arrastraban la camilla con ruedas hasta la parte trasera del vehículo de primeros auxilios.

Mi compañero cerró las puertas y dio unos golpecitos al tiempo que se ponían en marcha, tratando de esquivar los autos lo mas rápido posible, en dirección al hospital.

—Ah, demonios. Que circo se ha montado.— Se quejó, acercándose a mí, tratando de no ser empujado por el conjunto de cuerpos que nos rodeaban.

—¿Qué sabes de él?

—Pues iban a aplicarle primeros auxilios o resucitación, como se llame, pero no se veían muy optimistas.— Exhaló, pesadamente y negó con la cabeza, mientras me miraba de reojo. —No se puede salvar a todo el mundo, chico.

—Me conformaría con uno solo.—Escupí, con rabia generada por la impotencia de la situación. Él no dijo nada, porque sabía que era verdad.

Éramos oficiales. Ayudar a la gente se suponía que era nuestro trabajo, y hasta ahora, no habíamos hecho mas que ser espectadores, mientras la ciudad se desmoronaba frente a nosotros.

Quince minutos. Quince minutos de retraso había tenido la ambulancia. Quince minutos en los que Ronald Wright había estado agonizando en el suelo de un apartamento oscuro, y quien sabe cuanto más antes de haber sido encontrado.

—¡Frank, Oliver!— Oí la voz de Jenna a mis espaldas, e inmediatamente volteé, para verla acercarse a toda prisa. —¿Qué… que es lo que pasa?— Preguntó, mirando al gentío, que ya comenzaba a desintegrarse.

Frank me miró y luego a ella, antes de suspirar.

—Hemos recibido una llamada, de parte de una ambulancia, para abrirle camino en un embotellamiento y escoltarla hasta este edificio.— Explicó y ella miró la torre con sorpresa.

—¿Un accidente?— Miró en todas direcciones, tratando de encontrar algún indicio de ello.

—Ronald ha sufrido un infarto.— Él soltó, simplemente, y ella pareció tardar un par de segundos en asimilar la noticia, mientras observaba la ventana del piso en el que ambos vivían.

Sus ojos, todavía abiertos por la sorpresa, permanecieron fijos en la edificación, mientras su cara era una serena mueca inexpresiva e inmóvil, lo único que hizo fue formar un par de puños cerrados, con tanta fuerza, que sus nudillos se tornaron blancos, pero no dijo nada.

—¿Estas bien, cariño?— Frank le preguntó, y ella asintió lentamente, sin mirarlo.

No lloró, ni se lamento. Tampoco intentó seguir a la ambulancia o representar alguna exagerada escena de película, como le había visto hacer a otros. Simplemente permaneció ahí, de pie sin decir nada, y por alguna razón eso me resultaba peor.

Reconocía casi demasiado bien aquella expresión vacía, cuando el mundo te lanzaba tantas decepciones que simplemente resultaba decepcionante, aunque no sorprendente. Sabía también, que cada vez que te jugaba una mala pasada, te lanza una tras de otra, sin dejarte tiempo para recuperarte. Yo había tenido mis momentos de decepción y ahora era el turno de ella.

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