Jenna
El sonido mecánico constante de fondo hizo que poco a poco recuperara la conciencia, y mientras intentaba despegar mis párpado las imágenes, lentamente, comenzaban a volverse más nítidas a mi alrededor. Volví a cerrar los ojos con fuerza cuando la luz del día me golpeó bruscamente, e inspirando con fuerza fui capaz de percibir el olor a alcohol y antisépticos que me rodeaban.
Mi cuerpo se sentía pesado, y no era capaz de mover mi brazo, aunque lo intentara. Era como si una roca gigantesca estuviese sobre mí, y la debilidad de mi cuerpo me obligó a permanecer recostada, mientras tragaba saliva con dificultad, tratando de apaciguar la necesidad de agua que sentía.
-¿Muñeca?- Oí, en forma de susurro y abrí los ojos inmediatamente, sin pensarlo, encontrándome con el rostro de Alex, a centímetros del mío, con una expresión que me quitó lo que me quedaba de aliento. -Estás bien.- Dijo, soltando un suspiró, mientras su cuerpo se erguía permitiéndome ver la habitación blanca, con las puertas cerradas, y la ventana abierta, que dejaba entrar una ligera brisa.
Él estaba sucio, y golpeado. Tenía manchas de sangre en la ropa y en la piel, pero lo peor de todo era su expresión, pálida y perdida, como un cachorro que había pasado la noche bajo la lluvia. Sus manos formaban un par de puños apretados junto a su cuerpo, volviendo sus nudillos blancos, y su mandíbula se tensó al tiempo que daba un par de pasos para alejarse de mí.
Traté de decir algo, pero las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta seca, y cuando intenté incorporarme un dolor punzante me golpeó un lado del cuerpo, haciéndome gruñir.
-¡No te esfuerces!- Me reprendió, con un grito susurrado, volviendo a acercarse con rapidez, mientras me daba un vaso con agua de la mesita de al lado. -¿Recuerdas lo que ocurrió?- Preguntó, removiendo sus manos inquietas contra las barandillas metálicas de la camilla.
Los recuerdos llegaron como una oleada de flashes rápidos, y un escalofrío me recorrió la espalda, al repasar mis últimos minutos conscientes: el secuestro, la pelea, y Blake. No podía recordar nada más.
Pensar que había estado tan cerca de la muerte me revolvía el estómago, y un nudo me apretó la garganta,
Bebí el agua, mientras sentía el frío recorrerme por el cuerpo, aliviándome enormemente; él sonrió levemente, sin dejar de fruncir el ceño, rascándose la barba, de un par de días sin afeitar, sin dejar de mirar hacía la puerta cerrada, para después volver a inclinarse junto a mí, para observar, con extremo detenimiento, cada una de mis facciones, como si fuese una pintura de exposición. Quise ignorar el hecho que su cuerpo se aproximaba cada vez más, pero me fue imposible.
-Me asustaste hasta la mierda.- Masculló, mientras su mano se posaba en una de mis mejillas envueltas con gasas y cintas. Su tacto cálido inmediatamente me obligó a posarme sobre su palma, aumentando el contacto todavía más, sintiéndome ligeramente a salvo, sin terminar de comprender que era lo que había ocurrido, pero momentáneamente, bajo esa mirada verde, no me importó.
-Estás aquí.- Dije, con una voz ronca y entrecortada que a penas pude reconocer como mía, y él abrió los ojos, dejando salir un resoplido casi desesperado mientras se incorporaba de repente.
Sus ojos se enfrentaron con los míos, y su nariz rozaba la mía con suavidad. Lentamente unió nuestros labios, en una suave caricia que no llegó a ser un beso.
-Por supuesto que estoy aquí.- Dijo, mientras la piel de su boca rozaba mis labios, y sus manos sostenían mi rostro, como si temiera que fuese a desaparecer sin me dejaba ir. -No vuelvas a desaparecer ¿me oyes? Nunca.
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Sin Códigos
Ficción General"El hombre es el lobo del hombre." -Thomas Hobbes. •Historia protegida y registrada en SafeCreative. Prohibida la copia total o parcial en cualquier medio.