Alex
— ¿Quién es? — Preguntó después de tres calles en silencio.
Eché un vistazo alrededor de la zona sesenta y cinco, el bullicio antinatural al que no estaba acostumbrado, no parecía perturbar a nadie más, pero ver a tanta gente en las calles, riendo sin preocupaciones, hacia parecer que me encontraba a miles de kilómetros de la sesenta y tres, y no solo a un par. La jefatura estaba en la próxima esquina, así que la detuve del brazo antes que se adelantara con aquellos pasos aceleradamente nerviosos que se esforzaba por disimular, de forma patética.
— Un mocoso estúpido. ¿Entiendes lo que tienes que hacer?—
Me miró un momento con la nariz fruncida como si fuera una niña de tres años que no estaba conforme con el sabor de su helado, pero finalmente asintió expulsando un quejido y lo que supuse que era una maldición por lo bajo, volviendo la vista hacía la entrada y mordiéndose el labio inferior, otra vez, de forma insegura.
Inspiré profundamente, y ceñí los puños dentro de los bolsillos, con obvia impaciencia. No era difícil: entrar, pagar la fianza y salir con el chico sin más. Hasta un jodido retrasado podría hacerlo, y que se viera tan nerviosa comenzaba a crisparme, pero dando un sonoro respiro contuve el impulso de decírselo.
— ¿Por qué no puedes hacerlo tú? — Preguntó volviéndose una vez más y puse los ojos en blanco, gruñendo.
— Eso no te incumbe, muñeca...— Hablé intentando sonar lo menos harto posible, antes que saliera huyendo.
— Jenna. — Me corrigió de mala gana, como si no supiese su nombre ya, y la ignoré.
— Me debes un favor y estoy cobrándotelo, haz esto y me largo. —
Era evidente que de poder hacerlo yo mismo, ya lo habría hecho, y sin tanta rabieta. Pero no podía entrar a la comisaría y volver a salir, no en el mismo día al menos. Tenía todavía, la puta orden de restricción contra Carlson, que ya estaba violando seguramente, sin contar al jodido de Blake y el sermón que me esperaba cuando volviese, como si tuviese todavía cinco años. Mierda, incluso podía sentir su mirada quemándome la nuca en ese instante.
— Lo hago, y te largas. — Escupió dando media vuelta, y la coleta del cabello rubio golpeó mi pecho.
No perder la paciencia. Controlarse. Me repetía una y otra vez como un jodido disco rayado.
Observé la menuda figura mientras se aproximaba al cuartel, contorneando el bonito culo que tenía, que hubiese sido más llamativo si ella no tuviese la altura de un enano, y si no sufriera de aquel carácter de la mierda, posiblemente ya me la habría tirado, pero suponía que era del tipo llamar-al-día-siguiente y eso definitivamente no iba conmigo, aunque tuve que reconsiderarlo más de una vez, después de haberme jodido tanto para ayudarle la noche anterior y que mi única recompensa fuese salvarle el culo a Tyler, otra vez.
Tomé otro cigarro del paquete y chasqueé los labios al ver que solamente quedaban tres, insultando internamente la maldita inflación, que acabaría por hacerme quebrar si seguía pagando doce dólares la caja. El humó me calentó los pulmones, mientras intentaba mantener una naturaleza calmada frente a la situación. Miré el reloj. Habían pasado apenas cuatro minutos, y ya estaba comenzando a sentirme ansioso. La puerta se abrió, mientras un par de uniformados salían riendo con el café en la mano y se subían a la patrulla, e instantáneamente me oculté detrás del mural de grafitis en el que me estaba apoyando.
Todavía no había visto a Blake, ni contactado a los otros desde ayer, y preguntarle a Bon sobre la contusión que le había dejado no contaba en lo absoluto, no para mi hermano, y lo sabía. Lo último que necesitaba era liarme con la policía a estas alturas. Esto no era un juego, y la marca en mi mano me lo recordaba todo el tiempo.
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Sin Códigos
General Fiction"El hombre es el lobo del hombre." -Thomas Hobbes. •Historia protegida y registrada en SafeCreative. Prohibida la copia total o parcial en cualquier medio.