Una vez abajo en el vestíbulo del Spiral, los asesores señalaron a Malcom un enorme vehículo completamente negro. No poseía ventanas visibles. Era muy largo y se encontraba un poco más encima del suelo que el resto de los vehículos. Tenía ruedas muy grandes, capaces de funcionar sobre barro, aunque en la Ciudad no había. Era un vehículo muy robusto, similar a los pocos vehículos que él había visto en Rhor. Otro asesor abrió una puerta y sonrió hacia Malcom, quien entró sin dudarlo, se sentó y miró impaciente al resto que aún estaba afuera del vehículo y les hizo un gesto con la mano para que entraran rápidamente. Los asistentes se miraron entre sí y sonrieron levemente ante el frenesí de Malcom. Subieron, cerraron la puerta y el vehículo comenzó su marcha.
- ¿En cuánto tiempo nos encontraremos con el Payaso? – les preguntó Malcom ansioso.
- Estaremos con él dentro de unos veinte minutos, - dijo la mujer mientras Malcom sonreía aliviado - luego comenzará el Show de Apertura y el discurso motivacional del Payaso, el cual debe extenderse otros quince minutos. La Caravana de la Libertad debiese iniciar su marcha una hora después del mediodía.
Malcom sintió cómo se hundía en su asiento de la decepción. Una vez puesto en marcha el vehículo, se llevó una sorpresa. Podía ver perfectamente hacia afuera del vehículo, aunque por fuera no se observaban ventanas. Comprendió que lo que parecían ser las ventanas por dentro en realidad eran pantallas de televisor. Esto ayudaba a que el vehículo fuese completamente blindado por fuera. No tenía una sola ventana que pudiese romperse. No pudo entender para qué sería necesario esto, pero le pareció que, por el momento, no era relevante. Al comienzo, vio pasar la Ciudad frente a él por las pantallas a medida que el vehículo avanzaba, pero realmente no estaba mirando nada, su mente ya estaba en Rhor. Estaba en la cara de su Padre y su madre, en la cara de Anna, en las caras de Jim y Scott y en las caras de toda la gente conocida que dejó allá.
Por favor, no desesperen, pensó con todas sus fuerzas, ya voy en camino.
Repentinamente, un asesor apretó un botón y la Ciudad fue reemplazada por una playa, un bosque, un paisaje submarino y dos concursos de televisión. El asesor sonrió relajado como si le hubiesen dado algo que le hacía falta enormemente. Malcom solo podía pensar que el vehículo se demoraba demasiado. En la mitad de sus reflexiones, sintió que el vehículo disminuía su velocidad, hacía algunos movimientos horizontales suaves y se detenía. Los asesores se irguieron, enderezaron sus ropas y se aseguraron de que el personaje que transportaban estaba listo para descender. El asesor pelirrojo posó su mano sobre la manilla de la puerta y miró a Malcom un momento.
- ¿Estás listo? - preguntó escueto y sonriente.
- Sí, listo - contestó el joven envestido en su armadura casera. Bor sonrió en satisfacción.
- ¡Hombres! - gritó hacia sus improvisados guerreros - hoy seremos libres. Hoy le mostraremos al destino que no somos sus marionetas, que no toleramos la opresión. ¡Que nunca bajaremos los brazos! ¡Le mostraremos al destino que puede sitiar nuestro cuerpo, pero jamás podrá sitiar nuestra alma!
Los jóvenes gritaban encolerizados por su líder, listos para morir. Bor hizo un gesto con la cabeza y dos de los nuevos soldados abrieron las puertas del antiguo recinto policial y se presentaron ante el gentío que los esperaba afuera del cuartel. Un pueblo entero, expectante ante cada paso que daban.
La muchedumbre gritaba enardecida haciendo un ruido ensordecedor, mucho mayor al cual parecía proporcional a la gente presente, como si hubiese algún griterío artificial apoyando, tanto que el ciudadano Jerry dio un pequeño sobresalto. Malcom aún no se reponía de la impresión cuando sintió las manos de los asesores del Payaso tomarlo de los brazos y sacarlo del vehículo. Fue cegado por una luz intensa. Sus ojos ardieron y su cara se desfiguró por el repentino dolor, justo cuando lo fotografiaban para la posteridad. El estruendo se volvió aún mayor. Malcom estaba sordo y ciego, sin poder entender lo que sucedía. De pronto un bombardeo de luces centellantes lo desorientó hasta casi perder el equilibrio. Sólo las firmes manos de los asesores lo guiaban rápidamente a través del caos. Una multitud de setenta mil personas esperaba al Ciudadano Jerry afuera de la Primera Casa. Los medios lo habían convertido en una estrella de rock. La muchedumbre lo aclamaba enfervorizada aunque el realmente no había hecho nada aún. Sólo por estar en la televisión. Por ser el sabor del momento. Muchos ni siquiera sabían realmente porque estaban ahí, sólo seguían a la masa. Los asesores lo llevaron por un sendero abierto rodeado de fanaticada que trataba de fotografiarlo, tocarlo o lograr que él los mirase. No entendía el propósito de todo esto ni le interesaba saberlo. Los asesores del Payaso levantaron los brazos de Malcom en señal de victoria.
Con las manos en alto, el improvisado señor de la guerra guiaba los muchachos a través de la silenciosa muchedumbre de Rhor que abría el paso a medida de que avanzaban. Era un público taciturno, respetuoso del momento que atestiguaban, el comienzo del fin. No había gritos ni vítores ni challas. Sólo Bor sonreía. Lentamente, como gotas que anuncian una lluvia, unos pocos aplausos tímidos adornaban el ambiente y daban ánimos a los Soldados del Destino.
De pronto el sendero giró tomando el mismo camino que Malcom había recorrido con Cole unos días antes: el sendero del frontis de la Primera Casa. Sólo que ésta vez el sendero principal estaba ocupado por algo que se asemejaba a delirios febriles convertidos en realidad: La Guardia Ciudadana, la extraordinaria maquinaria bélica de los Tecnópatas. Lo mejor y más poderoso que jamás habían creado. Todo lo que había oído Malcom sobre las máquinas era verdad. Enormes guerreros robotizados de acero negro, pilotados por gente en su interior. Medían unos seis metros de altura. Poseían forma humanoide. Dos patas robustas que soportaban su estructura. En lugar de brazos poseían enormes cañones que parecían capaces de partir las Bestias por la mitad. Dentro de cada Guardia existían dos pilotos. Uno parecía estar montado sobre los hombros del otro.
Bastante poder de fuego para ser guardia ciudadana, pensó, pero me alegro por eso.
Malcom también vio otros vehículos. No tenía como saberlo pero eran vehículos de apoyo. Cargaban municiones y baterías para los Guardias pues estos eran eléctricos. Al final del sendero vio al Payaso gritando y animando a la muchedumbre a aplaudir más.
La muchedumbre aplaudía cada vez más, paulatinamente, mientras Bor hacía movimientos con sus manos, alentando a aplaudir más fuerte. El público lentamente ganaba confianza y aumentaba su volumen, como si hubiese decidido que si iba a ser su último día, no sería un día triste, se irían con la frente en alto.
Bor caminaba en éxtasis. Casi no creía lo que estaba sucediendo. Por fin sus anhelos se habían cumplido, el pueblo lo apoyaba, el ataque era inminente y el sería el protagonista del último resplandor del pueblo libre de Rhor, nada podía arrebatarle ese momento, nada podía borrar su sonrisa, una sonrisa tan firme como la del mismísimo Payaso. La muchedumbre terminó de abrirse para dar el paso hacia la puerta de Rhor. Frente a las puertas, entre él y su gran final, estaba Robin, y la enorme sonrisa de Bor se borró.
- ¿Qué diablos haces, Robin? – demandó - ¿es que acaso no entiendes cuando has perdido?
- Trate de razonar contigo Bor - dijo la Matriarca tranquilamente - traté de evitar esto.
- ¿Y qué piensas hacer? ¿encadenarte a las malditas puertas? Te arrancaré los brazos yo mismo si hace falta.
- No hace falta, - replicó Robin girando y mostrando las puertas de Rhor. Estaban fuertemente amarradas con cadenas y vigas, fortificadas durante el claustro para resistir las embestidas de las Bestias - al parecer se te había olvidado esto.
Bor miró las puertas sin decir una palabra.
- Sólo es un pequeño retraso, ¡hombres! ¡A derribar esta puerta!
- Has perdido el factor sorpresa, los golpes alertarán a las Bestias. No tendrás ninguna oportunidad, ¡debemos repensar esto!
- Ya está hecho, - contestó Bor con la mirada perdida - todos moriremos hoy.
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ENTRE BESTIAS - Parte I - Hijo del Bermellón [COMPLETA]
AdventureSi te gustaron LOS JUEGOS DEL HAMBRE, has llegado a tu próxima adicción... Rhor está sitiada por la peor amenaza de las Tierras Abiertas: las Bestias, y se ve obligada a enviar a uno de los suyos a buscar ayuda. Pero, cuando gritas en una habitació...