Malcom sentía una rabia incontenible que le hacía respirar agitado y apretar los puños en contra de su voluntad. Los Milicianos se habían estado preparando toda su vida para el combate y, llegado el momento, habían enarbolado excusas inverosímiles para esconder la mano. La oportunidad de Rhor había estado frente a él y se le había escapado entre los dedos. Todo su esfuerzo, todo el sufrimiento de Rhor, para nada. La sensación de impotencia era insoportable. Sabía que debía controlar sus emociones y que esta rabia no le estaba siendo de ninguna ayuda, sólo le hacía perder el tiempo, pero esta vez simplemente no podía. Esta vez lo estaban superando.
- ¡Malditos vejetes cobardes hijos de perra encerrados en una maldita fortaleza idiota con el nombre más largo del mundo en las malditas montañas de mierda de la forma más inútil posible! - Malcom dejó salir un grito hacia el cielo - ¡Debería llamarse Base de la Soberana Inutilidad!
Luego, respiró hondo mientras observaba las montañas y escuchaba los ecos de su desahogo rebotar en sus laderas. Se sintió decepcionado de sí mismo, y eso le hizo culparse por haber sentido miedo cuando estaba sobre los muros de Rhor conversando con su madre. Luego pensó que tal vez confundía su miedo con cautela, después de todo no fue ningún trabajo convencerlo de cumplir una misión suicida. Todo lo contrario a la experiencia recién vivida con los Milicianos, los supuestos héroes guerreros de las Tierras Altas. Respiró hondo de nuevo, comenzó a recuperar el control sobre sí mismo y a pensar sobre qué podía hacer ahora que las cosas no habían salido según lo planeado.
- ¿Qué debería hacer?, - se preguntaba - ¿Qué haría mi madre o mi abuelo en esta situación?
Al poco rato se dio cuenta que no sabía que debía hacer, pero sí sabía que estar ahí no le servía de nada. Pues estuviese donde estuviese, la solución a sus problemas, no estaba ahí. Recogió su ego herido, y sin darse un minuto del descanso que tanto anhelaba, y por cierto se había merecido, puso sus adoloridos pies en marcha. Estaba cansado pero no había tiempo que perder y podía usar su rabia como combustible para mover su exhausto cuerpo, así que la mantuvo viva. Durante el camino ya tendría tiempo para meditar sobre la solución a su problema antes de llegar al cruce de los Tres Caminos.
- Resistan, - pensó visualizando a su familia y su gente encerrada en Rhor - llegaré con ayuda.
Mientras bajaba por los escarpados senderos de las montañas analizaba las posibilidades que le quedaban. Primero reflexionó en los Tecnópatas, los seres prácticos cuya vida giraba en torno a la precisión y exactitud. Despreciaban los conceptos subjetivos como la estética y la caridad, considerándolos inútiles, superfluos y una terrible pérdida de tiempo y recursos. Valoraban, en cambio, el conocimiento, la innovación y la tecnología. Aunque no eran grandes comerciantes, tenían una sólida economía en base a sus productos y patentes tecnológicas, a decir verdad, eran responsables de prácticamente todo lo nuevo en los principales pueblos de la Tierras Abiertas. Habían desarrollado productos, y especificaciones para productos, que variaban entre las más diversas aplicaciones desde el entretenimiento hasta la medicina. Sin embargo, su mayor negocio era, por lejos, la industria bélica. En todas partes de las Tierras Abiertas, desde los Pueblos Unidos hasta las Antiguas Colonias, pasando por los Últimos Extremos, quien esgrimiera la última innovación de los Tecnópatas aseguraba la supremacía militar de la región.
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ENTRE BESTIAS - Parte I - Hijo del Bermellón [COMPLETA]
AdventureSi te gustaron LOS JUEGOS DEL HAMBRE, has llegado a tu próxima adicción... Rhor está sitiada por la peor amenaza de las Tierras Abiertas: las Bestias, y se ve obligada a enviar a uno de los suyos a buscar ayuda. Pero, cuando gritas en una habitació...