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Scott podía ver que aún no se habían derribado las puertas de la ciudadela, pero las antorchas prendidas le decían que ya faltaba poco. Corrió aún más fuerte de lo que lo hacía. El hacha caía con fuerza sobre las cadenas y vigas de las puertas principales de Rhor. El joven soldado ya levantaba el arma con dificultad. El casco le pesaba, era incómodo, caluroso, dificultaba su vista y su audición. Pero sabía que ya faltaba poco, sólo un par de golpes más y ya está, es el fin, pensó. Rhor aguardaba el último golpe con un silencio tenso. Algunos incluso daban respingos con cada hachazo pues sabían que cualquiera podía ser el último. Ya la suerte estaba más que echada, todas las cartas jugadas, todas las acciones llevadas a cabo. Ya ni siquiera un milagro podía salvarlos, ahora se necesitaba más que un milagro.

- ¡Malcom! Esperen... - se escuchó una voz en la distancia, tan lejos, tan débil y cortado que algunos lo creyeron un espejismo.

Muchos se miraron sin entender. Robin y Jim, en cambio, miraron en la dirección en que el sonido provenía. Vieron a Scott que ya les había sacado ventaja a los otros diáconos, corriendo con los brazos en alto por la avenida principal de Rhor.

- ¡Deténganse, es Malcom! ¡Se ha comunicado! - gritó entre jadeos.

Esta vez todos escucharon fuerte y claro, excepto el soldado que seguía atacando la puerta. Bor, en cambio, lo escuchó mejor que nadie.

- ¡Es una mentira! - dijo enfurecido.

- ¿Qué sacaría con mentir? – le devolvió Robin.

- ¡Pueden oírlo por ustedes mismos! - dijo Scott apuntando a la torre del templo religioso.

- ¡Es un truco! - sentenció Bor amargamente - han conseguido otra radio y alguien se hace pasar por Malcom.

- ¿Para qué haría eso? - preguntó Scott.

- ¡No pueden aceptar la verdad! - gritó Bor enfurecido - ¡le temen! ¡No pueden aceptar que ya se acabó! ¡Ya es el fin, no hay más! ¡Entiéndanlo!

- Vayamos a escuchar la radio - dijo la Matriarca - se puede engañar a uno, pero es más difícil a muchos. Entre todos sabremos la verdad.

El mango del hacha cayó secamente en la palma de la enorme mano del enorme leñador pelirrojo, para sorpresa del soldado ataca-puertas ajeno a la discusión gracias a su casco.

- Iremos a comprobar algo, - le dijo el leñador con su grave voz - luego sigues.

Bor revolvió los ojos y abrió sus palmas al cielo en señal de hastío supremo mientras todos los habitantes de Rhor, encabezados por su líder, Jim y Scott, se dirigieron hacia la aguja en medio de la ciudadadela.


ENTRE BESTIAS - Parte I -  Hijo del Bermellón [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora