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En Rhor ya había anochecido sin signos de Malcom y sin nuevas comunicaciones. Algunos pueblerinos ya comenzaban a perder la esperanza nuevamente. Sus rostros reflejaban miedo y angustia. Tal vez la voz de la radio sí pertenecía a alguien que se hacía pasar por él. Tal vez la ayuda esperada no iba a llegar. Se abrazaban conteniendo su pena. No querían morir así. No así. De pronto un guardia apostado en lo alto de los muros de Rhor exclamó.

- ¡Señor! – gritó el guardia hacia Robin y su consejero Jim - Señor, observé algo.

- ¿Qué es maldita sea? - inquirió Jim.

- No lo sé, señor, - respondió el guardia atribulado - será mejor que suban a ver por ustedes mismos.

Robin y Jim subieron rápidamente a lo alto del muro.

- Ahí señor, - dijo el guardia - hay actividades en los afloramientos rocosos que usó el joven Malcom para escapar y en esa ladera opuesta hacia nuestra derecha. La noche es clara pero están demasiado lejos para dilucidar algo.

Robin tomó el telescopio en sus manos y miró en lontananza. Luego miró hacia el otro lugar que apuntaba el guardia. Las mismas actividades. La Matriarca pasó el telescopio a Jim, su amigo.

- Están instalando cámaras – le dijo un poco perpleja.

Efectivamente ésa era la actividad que estaba siendo desarrollada, la instalación de estaciones con teleobjetivos de larga distancia. Las estaciones estaban fuera del rango del interés de las Bestias, quienes percibieron algo, pero no se movieron de sus cómodos lugares. Robin tomó nuevamente el telescopio y observó. Vio al operador de cámara que se había situado en los afloramientos de Malcom, quien señalizó hacia un lugar lejano, fuera del alcance visual del telescopio ya que en ése punto había un lomaje descendiente. Un corto período de silencio y luego se quedó en su ubicación y pareció comenzar a filmar. Luego, nada. Sólo silencio y noche. Robin miró brevemente a Jim sin estar para nada seguro de lo que estaba sucediendo y luego continuó observando por el telescopio. De pronto, un inmensa luz. Robin se apartó el telescopio de los ojos ante el dolor que le había causado el destello. La luz provenía desde el otro lado de la cresta del lomaje, la parte descendiente donde no podían ver qué pasaba. La mayoría de las Bestias alzó la mirada hacia la luz en un gesto de curiosidad, pero no todas. De pronto, se escuchó una música de estilo épico. Robin miró a Jim extrañada, sin saber qué significaba esto. Nuevamente llevó el telescopio a sus ojos y divisó una imagen de lo más extraña. Subiendo por la ladera opuesta del lomaje, vio una mano izquierda apuntando hacia el cielo, luego vio el brazo que sostenía la mano y finalmente vio la imagen completa del Payaso con su mano derecha empuñada sobre su cadera derecha sobre un camión que portaba un gigantesco cañón.

Demasiado grande, pensó Robin de inmediato, si disparan eso, el camión vuelve a la Ciudad.

El Payaso venía montado sobre el camión en una gloriosa postura de liderazgo y una capa sobre sus hombres que ondeaba al viento gracias a ventiladores colocados a sus pies.

- ¿Captaron eso bien? - preguntó - ¿está bien? Tiene que estar bien. Sino, lo podemos repetir.

- Quedó perfecto - dijo una voz por radio.

- Muy bien - respondió histérico el Payaso - déjame verlo. No, no está perfecto. ¡No está perfecto! Volvamos a hacerlo.

Ante la mirada incrédula de los habitantes de Rhor, el camión retrocedió y la música y la luz destellante se apagó. Luego se volvió a prender, la música sonó nuevamente y apareció otra vez el Payaso en su postura de gloria, con su mano apuntando hacia las estrellas.

- Ahora está incluso más perfecto - dijo una voz por radio.

- Muy bien - respondió el Payaso - déjame verlo. Excelente, transmítanlo. ¡Excelente!

- Después de diez años - dijo Robin pasando el telescopio a Jim con una mueca en la cara - este tipo no ha cambiado nada.

Dentro de la cabina del camión, un inquieto Malcom observaba a la Guardia Ciudadana tomar posiciones. Aún mantenían su configuración de vehículo y él deseaba que ya estuviesen listas para el ataque. Dos golpes en el techo y la voz del dirigente de la caravana.

- Ya puedes salir chico.

Malcom obedeció como relámpago y se pasó a la parte posterior del camión, mientras la Guardia Ciudadana tomaba posiciones. Las Bestias daban poca importancia a las máquinas. Al parecer sus instintos no las consideraban diferente a un mueble o un árbol. Si no eran comestibles, no estaban vivos, por lo tanto no eran objetivo ni amenaza. Además, ya habían visto vehículos antes, los vehículos de los ganaderos de los rebaños del norte de Rhor, y no eran ninguna cosa comestible ni viva. Para ellas, no había de qué preocuparse.

Lentamente, la Guardia seguía adentrándose en el campo. Desde los muros de Rhor los rehenes de las Bestias observaban con suma atención. Habían sentido alivio al ver las máquinas de guerra, esto era bastante mejor que haber traído a los Milicianos. De pronto, Robin giró hacia Bor y dio una orden.

- Necesitamos a todos los que estén disponibles: los guardias, los leñadores, los cazadores y todo aquel que pueda pelear. Debemos estar listos para apoyar si se requiere. No dejaremos que hagan todo el trabajo por nosotros.

Malcom observaba al Payaso quien estaba afanosamente coordinando la ubicación de las cámaras, las luces, los micrófonos, los sonidistas y editores. No había dedicado un segundo a la coordinación del ataque que estaba a punto de iniciarse. Al parecer, eso estaba en manos de otra persona, pero él no podía estar seguro. Solamente rezaba para que todo saliese bien, esta era la última oportunidad de Rhor.

La Guardia Ciudadana había alcanzado ya sus lugares estratégicos, la mejor posición para provocar el mayor daño posible y estaban esperando la señal para comenzar el ataque. El auricular del Payaso sonó informando. El Payaso sonrió como acordándose de algo. En Rhor, los improvisados luchadores esperaban ansiosos tras las puertas principales. En el camión, Malcom observaba impaciente.


ENTRE BESTIAS - Parte I -  Hijo del Bermellón [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora