Una vez abajo, Malcom recogió el bolso, pasó el tirante sobre su hombro derecho, buscó la linterna que estaba en el bolsillo delantero del bolso y la encendió. El túnel era estrecho, sólo permitía una persona a la vez, y era algo bajo. Esto también servía propósitos defensivos. Así, no requería caminar en cuclillas pero tampoco quería erguirse completamente, por precaución y miedo a golpearse la cabeza.
Malcom caminó lentamente por el túnel, apoyándose siempre en la pared. El único ruido que podía escuchar era su propia respiración agitada, lo cual era un poco inquietante. Aunque estaba sólo en el pasadizo, éste no había sido ventilado. Eso sumado a la humedad y el calor natural subterráneo que había dentro del túnel, hacía que el aire se sintiera muy pesado. Se preguntaba cómo se sentiría lleno de gente, durante una evacuación real. De pronto se dio cuenta de que seguramente ya había traspasado el límite de los muros de Rhor. Una pequeña sensación de soledad lo acompañó desde ése instante, aunque Malcom pensó que eso era ridículo pues había estado solo desde que había bajado por la escotilla. Repentinamente, se encontró con algo inesperado, una curva. No era pronunciada, más bien era un ángulo. No significaba gran cosa pero no se lo habían indicado en los esquemas del túnel. Ahí, donde él estaba, el túnel aparecía siempre como una línea recta.
- Bueno, - reflexionó, - supongo que en éste viaje tendré imprevistos mayores que éste.
Continuó por el túnel a la misma velocidad. Luego de unos veinte minutos, y algunos ángulos más, Malcom llegó a un sector sin salida.
- Esto tampoco estaba en los esquemas, - pensó nuevamente.
Había tierra sólida por donde se mirase. El túnel mantenía el mismo grosor y la misma altura de antes pero terminaba abruptamente.
- Tal vez nunca terminaron el túnel, - se dijo a sí mismo en voz baja - pero dudo que mi madre no lo haya inspeccionado personalmente para comprobar los resultados. Además, dijo que le hacían mantenimiento frecuente.
La situación era realmente increíble, ni siquiera había alcanzado a salir a la superficie y ya había tenido inesperados problemas que resolver. Malcom no imaginaba las dificultades que enfrentaría más adelante. De pronto, alumbró hacia todos lados como buscando algo y pudo observar una herramienta antigua en el suelo. Era una pala estrecha, seguramente olvidada desde la época de construcción del túnel.
- Bien,- pensó nuevamente en voz alta - no volveré hacia atrás y no debo estar tan lejos de la superficie. Excavaré para salir, con mis propias manos si tengo que hacerlo, y usaré la linterna ocasionalmente para no desgastar las baterías.
Malcom se paró frente a la pared de tierra y comenzó a excavar. La tierra estaba helada y húmeda, pero no estaba tan dura como había imaginado. Las pequeñas raíces rasguñaban la pala, y Malcom excavaba con cuidado por miedo a que las Bestias pudiesen oírle.
De pronto, recordó algo. Su madre dijo que el túnel desembocaba en una saliente de roca, ¿cómo diablos haría para atravesar la roca? Seguramente los constructores se habían desviado. Habían equivocado la ruta entre tantos cambios de direcciones y habían dado, sin querer, con el afloramiento rocoso y, sabiendo esto, habían dejado de construir el túnel. Por eso estaba incompleto.
Luego recapacitó, nada tenía sentido. No había forma de que pudiese atravesar la roca con una pequeña pala estrecha. Por un momento, consideró dejar de perder el tiempo de todo el mundo y volver a Rhor, pero no se iría sin luchar. No abandonaría su misión sin siquiera intentarlo. Malcom levantó sus brazos y siguió excavado. Recordó al leñador. Recordó a su madre y a su abuelo. Decidió que no los defraudaría, ni a Rhor.
Malcom usó este recuerdo como impulso para seguir, de la misma forma que lo había hecho el leñador antes. Sacaba fuerzas de sus emociones. Otra palada más. Ya sentía el ardor en sus brazos comunicarle que estaban cansados. Recordaba a Rhor. Otra palada más. Sus hombros se quejaban. Había comenzado a sudar y el sudor le picaba los ojos. Otro poco de tierra. Su mente le decía que era una tarea inútil, que no sabía cuánto faltaba, que sólo había roca más adelante, que lo mejor era volver. Recordó su madre. Una palada más. El cansancio le había estrechado la excavación cada vez más, pues concluyó que no necesitaba igualar el ancho del túnel, sólo necesitaba un espacio suficientemente ancho para poder salir. Pronto, su excavación no era más que un agujero horizontal por donde no cabía la pala completa y por la cual probablemente tendría que deslizarse para salir.
Su brazo izquierdo renunció y se limitó a prestar apoyo al resto de su cuerpo. Insertó el brazo derecho para ver si estaba o no cerca de la superficie Su brazo derecho pedía a gritos un descanso. El aire dentro del túnel se había vuelto espeso, agrio, maloliente, apenas respirable. Malcom recordó a su abuelo. Una manotada más. Otra, otra y otra. De pronto, sus dedos tocaron algo blando, no era suelo. Era algo muchísimo más suave al tacto. Eran raicillas de pasto.
Malcom comenzó a excavar como un loco. Sus dedos traspasaron la barrera del pasto y abrieron una pequeña entrada. Un derrame de luz dañó sus ojos y una bocanada de aire fresco llenó sus pulmones. Sintió la energía volver a su cuerpo. Continuó excavando ahora con los dos brazos. Se comenzó a deslizar por el agujero. Pronto se encontraba con el cuerpo entero dentro de la excavación. El espacio era estrecho. Le costaba moverse, pero quería salir. Quería ver la luz y respirar más de ese bendito aire fresco. Luchaba como un recién nacido que se aferraba a la vida y, tal como a un recién nacido, la tierra escupió a un Malcom exhausto, cubierto en sangre, barro y sudor, quien no podía pronunciar palabra y se deslizó desde su agujero hacia el suelo, entre los arbustos, para apoyarse un rato y recuperar el aliento.
Reflexionó un momento, si el túnel había tenido mantenimiento durante años, era poco probable que nadie se hubiera percatado de que estaba incompleto y que desembocaba en tierra pura. Malcom comprendió que el túnel no estaba incompleto, sino que había sido sellado con suelo, tierra y arbustos, para hacer su ubicación invisible desde afuera. Ahora le parecía todo más lógico. De pronto se incorporó de un salto. Debía tapar su rastro antes de que lo oliesen. Juntó las ramas secas y hojas que pudo encontrar en los alrededores, y las apiló bajo los arbustos de su agujero de escape. Luego comenzó a tapar su agujero con rocas. Se sacó su ropa empapada de sudor, lo tiró sobre las ramas, bañó todo con un poco de aceite para encender, y le prendió fuego. Una densa humareda comenzó a inundar el estrecho entre las rocas. Las Bestias temían al fuego, y donde había humo, había fuego. Las rocas disimularían el agujero y el olor a quemado ahuyentaría a las Bestias de la entrada del túnel.
- Bien madre, - dijo en voz baja - prueba superada.
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ENTRE BESTIAS - Parte I - Hijo del Bermellón [COMPLETA]
AventuraSi te gustaron LOS JUEGOS DEL HAMBRE, has llegado a tu próxima adicción... Rhor está sitiada por la peor amenaza de las Tierras Abiertas: las Bestias, y se ve obligada a enviar a uno de los suyos a buscar ayuda. Pero, cuando gritas en una habitació...