2.Prométeme que te comportarás.

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La luz del amanecer comenzaba a entrar por la fina cortina de hilo blanco que se movía lentamente, en un vaivén de idas y venidas.

Helen se encontraba dormida en su gran cama de matrimonio, su habitación era bastante amplía, en una de las paredes  había todo un repertorio de vestidos, camisetas, jeans, abrigos, zapatos y millones de bolsos en un gran armario empotrado de color blanco, resaltando con el tono gris claro de las paredes. La habitación estaba completamente conjuntada en tonos blancos, beige y algunos cojines y velas en tono granate.

-. ¡Señorita Helen! – decía la sirvienta y a su vez la segunda madre de Helen.  Ella se llamaba Lana, una señora bajita con algunos kilos de más, tenía alrededor de los cincuenta años y estaba trabajando en casa de los Celotti desde que Helen tenía sólo dos años,  definitivamente Lana había pasado más tiempo con Helen que sus propios padres, por eso ella la quería mucho.

Helen no dejaba de escuchar a Lana decirle que era hora de levantarse, mientras que Lana le jalaba un brazo.

-. ¡Ay Lana! No me apetece levantarme ya, son sólo las doce y es ¡SABADO! –Helen detestaba madrugar, y normalmente tenía un humor de perros cuando despertaba.

-. Señorita, su madre me mandó a llamarla, un amigo de su papá vendrá a cenar esta noche y quiere hablar con usted.

-. Lana, para empezar deja de llamarme señorita, ¡por dios! Hace dieciséis años que me conoces- decía Helen esbozando una gran sonrisa, realmente bonita por cierto. –. Y, si ese señor viene a cenar, ¿para qué quiere hablar conmigo tan temprano? ¡por dios! Seguro es otro de esos señores mayores verdes que ya casi necesitan bastón.

-. No reproche más, yo solo soy una mandada, y será mejor que bajes cuanto antes. – dijo Lana cruzándose de brazos.

-. Lo intentaré. – Dijo Helen riéndose y Lana no pudo evitar reírse, sabía que Helen odiaba esas cenas de negocios en los que sus padres intentaban aparentar lo feliz y bonita que era su familia.

Lana se marchó de la habitación y Helen se bajó de la cama y salió tras ella, se dirigió hasta el salón donde se encontraba su madre tomando una taza de té, ella era la señora Jimena.

-. Aquí me tienes mamá, ¿Qué querías? – Helen se sentó al lado de su madre.

-. Buenos días cariño. – dijo Jimena mientras le besaba la frente.- . Quería hablar contigo, hoy a las siete de la tarde vendrán Alfonso y su mujer Diana, con sus tres hijos.

-. ¿Y esos quienes se supone que son? – dijo Helen arqueando una ceja.

-. Alfonso será el nuevo socio de tu padre hija, y según me contó, el señor Alfonso será un buen partido para las empresas de papá.

-. Me parece perfecto, pero ¿qué tengo que ver yo con eso?

-. Solo quiero que te comportes hija, no queremos dar mala imagen. Además tiene tres varones, que también vendrán a cenar y… podrías aprovechar y echarte un novio en condiciones hija.

-. Mamá, sabes cuánto detesto a los hombres además, ¡no los conozco!

-. Por eso mismo Helen, deberías salir a comprarte un bonito vestido y darte a conocer, no todo gira alrededor de Pat, hay más hombres.

-. Mamá por favor, Pat es mi mejor amigo, más bien mi hermano. Y él es gay, nada que ver.

-. Bueno hija, solo prométeme que vas a comportarte.

Helen rió bajito, ella era una chica educada pero a veces se volvía bipolar y era capaz de liarla.

-. No te prometo nada mamá, si ese señor es otro viejo verde como los demás amigos de papá no dudaré en quedar con Pat y salir a tomar algo.

Helen no dejó contestar a su madre y subió a su habitación, la cama ya estaba hecha y las cosas recogidas. ¡Qué rápida era Lana!

Helen cogió el móvil y decidió llamar a Pat.

-.¿Hola? Pat al telefóno.

-. ¡Hola! Dime que no tienes nada que hacer y que me puedes acompañar esta tarde de compras.

-. Ohhhh darling, ¡contigo al fin del mundo!

Ambos rieron.

-. ¡Perfecto, nos vemos a las cinco cielo! – Dijo Helen mientras colgaba.

El día transcurrió de lo más normal, Helen aún no se había cruzado si quiera con su padre en lo que llevaba de día y tampoco lo había visto en el almuerzo. Christopher era el nombre del papá de Helen.

Dieron las cinco de la tarde y Pat fue a buscar a Helen y se dirigieron al centro comercial.

-. ¿Y a que se deben estas compras improvisadas baby?

-. Mis padres tienen visita esta noche, ya sabes… cena de negocios.

-. ¿Y de cuando te ha preocupado tu vestimenta para las aburridas cenas de negocios de tu papá?

-. Nunca, ni ahora tampoco Pat.

-. ¿Entonces?

-. Mi madre me dijo que el señor y su mujer vendrían con sus tres hijos…  y mi madre está empeñada en buscarme novio “decente”

-. No me lo puedo creer, ¿En serio estás buscando vestido para ligar esta noche con uno de esos tres ricachones?

Helen no pudo evitar reírse ante las muecas que hacía Pat.

-. ¡Claro que no! Sólo que mi mamá me dijo que podría venir a buscarme algún vestidito mono y ya sabes… esa ocasión nunca la desaprovecho mi rey.

-. Ya me extrañaba. ¿Entonces me vas a llamar a la noche para que te saque de allí verdad?

-. ¡Claro! – Helen se volvió a reír de nuevo. Pat la conocía a la perfección.

No Pretendo EnamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora