5.Es un mujeriego.

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El domingo pasó volando para Helen, se despertó alrededor de las 15:00 p.m. y Pat la visitó para que le contase lo que le había pasado con Max. Realmente Helen no le dio mucha importancia al asunto.

A las 23:33 p.m recibió Helen un WhatsApp de Diego.

De Diego: Buenas noches preciosa, sigue en pie lo de mañana?

De Helen: Buenas noches Diego! Claro que sí, dime la dirección y allí estaré.

De Diego: Equitable Building, situado en el nº 120 de Broadway. Pásate a sobre las 11 de la mañana.

De Helen: ¡Perfecto!

De Diego: Te dejo descansar, buenas noches.

De Helen: Igualmente, buenas noches.

Helen optó por dejar su Iphone en la mesita blanca y se recostó en la cama con la luz apagada.

No podía evitar recordar lo sucedido la noche pasada, ¿qué mosca le había picado a ese chico? No se conocían de nada… y ¿a Diego? Quizás estaba siendo demasiado “amable” con ella.

A decir verdad, Diego parecía un chico muy educado y además bastante guapo. Helen se quedó dormida pensando en toda esa mezcla de sentimientos y recuerdos.

Lunes, 10:30 a.m. Helen ya se había dado un baño y se vistió con unos jeans desgastados, una blusa negra semi transparente, unos botines negros estilo motera a conjunto con su cazadora de cuero llena de tachuelas plateadas y un bolso negro. El chofer de la familia dejó a Helen frente al edificio de Broadway.

Entró y se dirigió al ascensor, allí había un muchacho de espaldas con una rubia tetona agarrada de la cintura.

-. Hola Helen! – Le saludó Luís, el hermano mediano de los Brummer.

-. Hola, que bien que te encuentro, este edificio es muy grande y no se realmente donde esta la oficina de Diego. – Helen sonrió tímidamente.

-. No te preocupes, yo iba hacia allí. Mira, ella es Anne, mi novia y secretaria de la empresa.

Ambas se saludaron, la verdad que Anne tenía cara de zorrón. Subieron por el ascensor y Diego le indicó a Helen que esperara en una sala bastante confortable y decorada con mucho estilo. Los sofás eran naranjas de cuero y todos los detalles estaban en gris metálico, en el centro había una mesa también de metal con revistas de moda. La sala tenía tres puertas, una oficina para cada uno de los hermanos Brummer y un pequeño rincón en la entrada para Anne.

Diego salió de una de las oficinas y saludó a Helen mientras la invitaba a pasar.

La sorpresa fue cuando entró y allí estaba Max, recostado en una silla de cuero negro con las piernas cruzadas y una mano posada en su nuca con un semblante despreocupado.

Narra Helen:

Oh mierda, Max es demasiado sexy.

-. Señorita Celotti.- Pronunció Max mientras se levantaba y caminaba hacia mí en pasos lentos. Me dio dos besos y el último muy pegado a la comisura de mis labios. Este chico me ponía increíblemente nerviosa… y de otras formas.

Diego había regresado la atención a nosotros y no sé como ni cuando lo cogió pero apareció con un vestido largo en tono malva precioso, de palabra de honor.

-. ¿Te parece hacer unas pruebas con este vestido? Es de Valentino.

-. Es precioso.- dije mientras tocaba aquella maravillosa pieza.

-. Bueno, yo me marcho a hacer mi trabajo, hasta después parejita.

Esas fueron palabras de Max. ¿Parejita? No fui capaz de decir nada y lo vi marchar mientras Diego se limitaba a sonreírme. Me metí en un pequeño set separado por grandes biombos y me coloque el vestido.

Diego comenzó a hacerme fotografías sentada en un pequeño banco de madera, me indicaba algunas poses y yo las imitaba lo mejor que podía. A decir verdad, nunca había posado y menos para una revista. En las ultimas fotos Diego me hizo tumbarme en una sábana de seda en tono beige y comenzó a fotografiarme desde todas las perspectivas.

De un momento, no sé cómo pasó pero Diego ya no cargaba la cámara réflex y estaba sobre mi.

-. ¿Te han dicho alguna vez que eres increíblemente preciosa, angelito?

Diego estaba muy cerca, su peso lo aguantaba con sus codos pero podía sentir su respiración pegada a mi pecho y sus labios casi me rozaban. No me sentía incomoda, pero tampoco quería hacer ninguna tontería de la que después me pudiera arrepentir.

-. Gr gra-cias – Sí, acabo de parecer tartamuda.

En cuanto le miré a los ojos tras agradecerle aquellos cumplidos pude sentir sus húmedos labios rozar los mios. Me besaba de forma delicada, como si mis labios se fueran a romper de un momento a otro, comenzó a subir la intensidad del beso mientras acariciaba mi muslo izquierdo que había quedado descubierto por la apertura de aquel vestido y yo, como acto reflejo comencé a acariciarle la nuca y entrelazar mis dedos en su cabello liso.

Un ruido nos separó de golpe, adivinen quién fue el que abrió la puerta sin antes llamar.

-. Creo que vendré después, os veo demasiado ocupados.

Dijo Max mientras retrocedía y cerraba la puerta de nuevo.

-. Que vergüenza. – Es lo único que logré decir con claridad mientras Diego me ayudaba a levantar del suelo.

-. ¿De qué te avergüenzas cariño?

-. Nos acaba de ver tu hermano besándonos.

Diego rió y se volvió a acercarse a mí para abrazarme por la cintura.

-. Max ha hecho de todo y con todas, no se va a asustar porque nos vea darnos un beso.

-. No aparenta ser así. – Mentí, sí que lo aparentaba. Sólo quería saber algo más de Max.

-. Es un mujeriego, cada noche tiene una mujer diferente en su cama. Te lo digo yo que su habitación está pegada a la mía.

La conversación comenzó a ser un poco incómoda para mí y tras decirme que habíamos acabado la sesión por hoy me volví a los biombos y me coloqué mi ropa de nuevo. Cuando salí de los bastidores la puerta de la oficina estaba abierta y Diego no estaba dentro. Así que decidí salir y allí estaban, en la oficina de enfrente, supongo que sería la de Max pues éste estaba sentado frente al ordenador y Diego sentado frente a Max separados por la gran  mesa de madera. Max se me quedó mirando y parecía no escuchar lo que Diego le estaba diciendo, justo en ese momento Diego se giró y me vio, me invitó a pasar a la oficina de Max.

-. Helen, mañana tendrás que pasarte de nuevo a firmar el contrato de las fotos que hemos hecho hoy, Max te explicará todo mañana así que pásate por esta oficina.

-. Oh claro. – sonreí tímidamente, me sentía incomoda. Los ojos de Max no dejaban de estudiar mi anatomía.

-. Por cierto, ¿quieres venir a cenar conmigo esta noche?

Diego me había propuesto una “cita” delante de su hermano y éste seguía con la mirada clavada en mí. Sin saber lo que dije y por qué lo dije, acepté.

-. Perfecto, te paso a recoger esta noche a las nueve.

Diego me sonrió y nos despedimos, quiso intentar besarme pero yo agaché la cabeza ante la mirada atónita de Max.

El día aún no había terminado.

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Hola! me encantaría que los que leéis la novela me digáis si os gusta o no para seguirla!

 Acepto todo tipo de críticas constructivas e ideas!

 Millones de besos.

No Pretendo EnamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora