6.La edad tan sólo es un número.

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Salí lo más rápido que pude de aquel lugar y me dirigí a casa de Pat, tenía que contarle lo que había ocurrido con Diego.

-. ¡Qué fuerte! ¿y os vio mientras os besabais?

-. Si, bueno… con el ruido de la puerta nos separamos pero evidentemente estábamos en una postura comprometida.

Pat y yo estábamos almorzando la rica lasaña que cocinó su mamá mientras hablábamos.

-. ¿Piensas ir a la cena esta noche con Diego? – me preguntó mi amigo mientras bebía un poco de su coca-cola.

-. Le dije que sí. No me queda de otra

-. Pero… ¿quieres ir?

-. No. Bueno sí o sea, no sé.

-. Len – así era como Pat me llamaba de forma cariñosa- ¿te gusta Diego?

-. ¿Podría dejar de hacerme tantas preguntas? – contesté irritada-

-. ¿Entonces para qué me cuentas todo esto? -arqueó una ceja-

-. Olvídalo Pat, iré esta noche y que pase lo que tenga que pasar. – dije terminando la porción de lasaña-

-. Len, te conozco y sé que no quieres ir.

-. Si quiero ir.- dije segura de mi misma-

-.  No, no quieres ir y tampoco te gusta ese hombre.

-. ¿Hombre? No es tan viejo…

-. Pero si me dijiste que tenía 27 años.

-. Es super joven Pat, no exageres.

-. Sí, es joven pero viejo para ti reina. ¡Tiene nueve años más que tú!

-. La edad tan sólo es un número, me voy que se me hace tarde.

Y así sin más me fui de allí para marcharme a mi casa que estaba tan solo una calle más abajo.

Me había comportado de forma absurda con una actitud infantil, Pat era mi único y mejor amigo y tan sólo me estaba tratando de ayudar y yo sin embargo le trataba así.

Genial, remordimientos de conciencia.

Llegué a casa y decidí tumbarme por un rato y me quedé profundamente dormida hasta que Lana entró en mi habitación y me zarandeó como lo hacía habitualmente para que despertase.

-. Cielo, tienes visita. – me repetía una y otra vez Lana. La primera vez que la oí decir que tenía visita no le presté mucha atención, a la segunda reaccioné.

-. ¿Qué hora es? – pregunte incorporándome en la cama a la velocidad de un rayo.

-. Son las nueve y veinte de la noche.- exclamó Lana

¡Me había quedado dormida y Diego me estaba esperando abajo!

-. Ay no, Lana dile a Diego que bajo en veinte minutos por favor.

Lana salió de la habitación y me arreglé lo más rápido que pude. No sabía dónde iría  a cenar así que opté por una falda de tubo negra y unas medias transparentes con una blusa de encaje también negra y unos tacones no tan exagerados como la cena anterior y un maquillaje muy sutil con un toque de gloss en los labios.

Bajé rápidamente las escaleras y en el salón escuche la voz de mi padre y la de Diego.

Mierda, no quería que supiese donde iría.

-. Hola, ya estoy lista. Podemos marcharnos – le sonreí a Diego cuando entré al salón.

-. ¿Vas a  salir con Diego hija? – preguntó mi padre con la sonrisa más grande del mundo, cuya hacía tiempo que no veía.

-. Sí señor, vendrá a cenar a casa. Prometo traerla de vuelta entera – mi padre y Diego rieron y me sentí un objeto.

Por fin salimos de la casa y Diego me cogió la mano y entrelazó nuestros dedos mientras caminábamos hasta su coche, él me abrió la puerta del copiloto y se dirigió a su asiento.

Una vez dentro arrancó y seguidamente posó su mano en mi rodilla.

-. ¿Te dormiste bella durmiente? – me dijo sonriéndome.

-. Sí.- contesté tímidamente y no hablamos nada más durante el trayecto. Estacionó frente a una gran y al parecer lujosa casa, supuse que sería la casa de los Brummer. Bajamos y caminamos por un amplio y cuidado jardín, que además tenía una gran piscina en un lateral.

Sacó un manojo de llaves de su bolsillo y entramos dentro. En ese instante un olor a comida inundó mi nariz y mi estómago comenzó a gruñir, ¡mierda! No había comido nada desde las dos.

Caminamos hasta lo que parecía un comedor y allí estaban los señores Alfonso y Diana, Luís y Anne –algo más recatada que como cuando la vi en la oficina- y Max pero… ¿Quién era aquella mujer que acababa de sentarse a su lado y le estaba rodeando el cuello con el brazo?

No Pretendo EnamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora