35. Los regalos no se devuelven.

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“Cuando estás seguro que te has hartado de ésta vida, resiste. No te abandones, todos lloran y todos sufren a veces”

Después de vestirme y disimular mi notable cara de cansancio con un poco de maquillaje, salí y caminé hasta la oficina pues la nueva casa quedaba a menos de veinte minutos andando.

Sentí la brisa del aire sobre mi cara, mi melena ligeramente ondulada bailaba al son del viento sintiéndose más libre que yo. Mientras caminaba barajé la posibilidad de contarle a Max lo que estaba ocurriendo, pero temía su reacción, la de mis padres, la de los suyos, la de Diego…

Entré en la oficina y Anne no estaba, se encontraba en la reunión con Diego. ¡Gracias a dios!

Respiré hondo, toqué la puerta de la oficina de Max y entré.

Allí estaba él, sentando en el gran sillón de cuero frente a la pantalla del ordenador, mirándome con una sonrisa de niño travieso.

-. Pensé que ya no vendrías. –se levantó y caminó hasta mí, apoyándose sobre el escritorio.

-. Pues aquí estoy. –sonreí.

-. ¿Y por qué querías verme pequeña? –agarra mi mano y me atrae hacia él.

-. Venía a devolverte el regalo. –saqué la caja del bolso y la puse sobre la mesa.

-. ¿Por qué? Los regalos no se devuelven. –me mira curioso.

-. No puedo aceptarlo Max, te lo agradezco de corazón. –le sonreí.

-. Sí que puedes, con él estaremos en contacto. –me sonríe y vuelve a meterlo en mi bolso que segundos antes lo dejé sobre la silla de al lado.

-. Gracias. –miré sus cristalinos ojos y besé su mejilla.

-. ¿Eso era todo lo que tenías que decirme? –me abraza por la cintura, quedando muy pegada a él.

-. Bueno… yo… este… –comencé a balbucear nerviosa.

-. ¿Tan nerviosa te pongo pequeña? –ríe entre dientes.

-. Estúpido. –reí y golpee su torso.

-. Seré un estúpido, pero no solo te pongo nerviosa. –ríe de nuevo.

-. Además de estúpido eres un pervertido. –agarré el cuello de su camisa.

-. Que mal pensada Len, sé que te pongo caliente, pero me refería a que te ponía histérica. –suelta una carcajada victoriosa.

-. ¡Agh! Me irritas Maximiliano. –aprieto el cuello de la camisa.

-. No sabes cuánto extrañaba escuchar mi nombre completo salir de tus labios. –pega su frente a la mía.

Recordé la noche anterior cuando Diego me obligó a gritar el nombre de Max, mientras abusaba de mí. No pude evitar cerrar los ojos y aferrarme a su cuello. Sentí sus manos acariciando suavemente mi espalda, besando mi cabello.

-. Quiero que se pare el tiempo. –susurro en su cuello.

-. ¿Por qué?

-. Porque me gustaría pasar el resto de mi vida aquí. –susurro de nuevo.

-. ¿Aquí? ¿En la oficina? –dice riendo.

-. No estúpido, en tu cuello. –digo avergonzada.

-. Sabía a lo que te referías, solo quería escucharlo de tu boca.

 Me abraza fuerte hasta el punto que me hace daño, tenía el cuerpo dolorido por culpa de Diego. Solté un gemido de dolor y me soltó.

-. ¿Te hice daño? Lo siento. –vuelve a pegarme a él, de forma delicada.

No Pretendo EnamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora