18.Sólo déjate llevar.

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Pasaron las horas, eran las nueve de la noche y ninguno había sido capaz de abrir la boca para pronunciar palabra, si mis cálculos no fallaban me quedaban aun cuatro horas más allí encerrada.

Observé por el rabillo del ojo a Max que estaba mirando la hora que marcaba su reloj, carraspeo unos segundos y me miró.

-. Será mejor que hagamos otra pausa para cenar. –se levantó de la silla y se dirigió a mí.

-. Creo que prefiero quedarme, quiero acabar cuanto antes para poder irme. –seguí rellenando papeles.

Max parecía que le había cogido gusto a esto de quitarme el bolígrafo porque volvió a hacerlo.

-. Tu horario es hasta la una de la madrugada señorita Helen, será mejor que comamos algo.

Mierda, pensé que tendría un poco de corazón y me dejaría marcharme en unas dos horas.

-. No te preocupes, no tengo hambre. –cogí otro bolígrafo de mi lapicero y él volvió a quitármelo.

-. Voy a tener que confiscarle todos los bolígrafos, coja su americana –que se encontraba en colgada de mi silla- hace frio en la calle.

-. ¿Dónde vamos a ir? –seguí sentada en mi silla.

-. Ya te lo he dicho, a cenar. –cogió unas llaves de su bolsillo.

-. Pero si salimos fuera perderé mucho tiempo y no estará todo listo a la una. –exclamé cruzándome de brazos.

Max caminó hasta a mí, cogió mi americana y me levanto de la silla de un tirón.

-. No va a estar listo porque no vamos a volver. –me tiró la americana a mis brazos cruzados y caminó hasta la puerta.

Cogí mi bolso y me puse la americana.

-. ¿Cómo? ¿no vamos a regresar? Entonces, ¿mi trabajo acaba aquí?

-. Estaría bien que dejaras de hacer tantas preguntas. –salió por la puerta y yo detrás, entramos al ascensor.

-. ¿Podrías responderme? –me dejé caer del espejo que tenía el ascensor.

-. Otra pregunta más… -suspiró- No vamos a volver a la oficina y no, tu trabajo no acaba aquí, te repito que acabas a la una.

-. ¿Entonces? No entiendo nada.

Max soltó una carcajada y se acercó a mi oído.

-. Será mejor que no entiendas nada, sólo déjate llevar.

Justo en ese momento las puertas del ascensor se abrieron, Max salió y yo detrás de él, aun asimilando lo que me acababa de decir. No entendía nada, si mi horario era hasta la una y no volveríamos a la oficina ¿qué haría durante cuatro horas?

Caminamos hasta un coche que rápidamente reconocí, era el coche de Max, el mismo con el que había venido a buscarme la última vez.

Arrancó el motor y condujo durante unos veinte minutos y paró frente a otro gran edificio, nos bajamos del coche y caminamos hasta la entrada del edificio, Max sacó un manojo de llaves y abrió la puerta, seguimos caminando, subimos una escalera y nos encontrábamos en la primera planta, caminó hasta una puerta de madera antigua y volvió a usar el manojo para abrir.

 Entramos y pude observar un  gran salón decorado en tonos negros blancos y grises, el suelo era totalmente blanco con un brillo impecable, había dos sofás en color gris con unos cojines en negro y en el medio de los sofás una mesita de cristal. Frente a los sillones había una gran tele de plasma colgada de la pared y la pared estaba pintada en tono negro contrastando con las demás paredes blancas. Unas finas cortinas blancas tapaban un gran ventanal.

No Pretendo EnamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora