22.Eres mía.

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Cuando Diego pronunció esas palabras los recuerdos de la noche anterior abrumaron mis pensamientos poniéndome aún más nerviosa.

-. Respóndeme Helen o me harás perder la paciencia. –golpeó la mesa.

-. Nada Diego, no estuve con él. –hice una pausa- bueno sí, pero cuando acabó mi horario me marché.

-. ¿Y por qué no estabas disponible cada vez que llamaba a Pat? –veía la furia en sus ojos.

-. No me sentía bien y estuve bastante tiempo en el baño, además la madre de Pat necesitó de mi ayuda. –tragué saliva, me estaba entrando náuseas y me pitaban los oídos.

-. ¿Y por qué Max no durmió ayer en casa? –dijo aún furioso.

-. No sé, eso pregúntaselo a él. –volví a tragar saliva-  aunque creo que salió con Kate.

-. Espero que esto sea así sino no sé lo que sería capaz de hacer.

Nos quedamos callados durante unos minutos, la tensión se podía cortar con un cuchillo y yo me encontraba realmente mal.

-. Por cierto, quiero que dejes de trabajar para Max.

-. Puedes estar tranquilo, hoy será mi último día. –bajé mi mirada.

-. No esperaré más, a partir de ahora no vas a pisar más esa oficina. –se cruzó de brazos.

-. No estas siendo justo Diego, no puedes obligarme a nada. –miré sus ojos que transmitían furia.

-. Sí que puedo, te recuerdo que eres mi esposa. Eres mía Helen, que te quede claro.

-. No soy tu esposa todavía y aunque lo fuera no soy un objeto al que puedes manejar, que te quede claro. –saqué mi carácter que poca gente conocía.

-. Más te vale cerrar esa boquita o te vas a arrepentir Helen, no quiero enfadarme. –Acarició mis labios y yo aparte su mano de forma brusca.

-. No tienes derecho a hablarme así.

-. Tengo todos los derechos sobre ti y no voy a discutir más, tengo trabajo. Pide un taxi y espérame en mi casa.

-. Claro que si campeón.

Me largué de allí dando un portazo, no iría a su casa, no le daría el gusto. Me dirigí al ascensor después de saludar a Anne con una esforzada sonrisa y mi teléfono sonó cuando las puertas se cerraron.

-. ¿Qué te ha dicho ese cabrón? –era Max.

-. Nada, si te pregunta dile que estuviste ayer con Kate, por favor. –dije de mala gana.

-. No te preocupes que no diré nada, pero ahora dime, he escuchado el portazo ¿ha pasado algo?

-. No, simplemente se cree que tiene derechos en mí el muy estúpido. –estaba realmente enfadada, yo no soy ningún objeto.

-. ¿Quedamos en un rato y me lo cuentas?

-. No Max, es mejor que no nos veamos más, olvidemos lo de anoche, será lo mejor para los dos y para Diego y Kate.

-. Necesito verte una vez más Helen, ven a la oficina, hoy sería tu último día y ya te has ido.

-. No me lo hagas más difícil Max por favor. –salí del ascensor y tomé el taxi que me esperaba en la puerta.

-. Sólo una vez más. –susurró

-. No Max, no me vuelvas a llamar, no me busques, hazlo por mí.

-. Sé lo que quieres, y si hago lo que me pides te haré sufrir y lo sabes.

-. Hasta nunca Max, ha sido un placer.  –colgué.

La idea de fugarme de Manhattan cada vez tenía más sentido, no quería sufrir más, no quería ver a nadie ni dar más explicaciones, no quiero que mis sentimientos me hagan contradecirme cada cinco minutos. Tampoco quería casarme, claro.

Llegué a casa y como novedad mis padres no estaban, Lana me dijo que estaban buscando lugar para el convite de mi boda. ¡Oh magnifico, divertidísimo!

Pasé todo el día tumbada en la cama, por la tarde me llamó Diego y estaba más enfadado que por la mañana, le colgué, no quería escucharlo más. Pero adivinen quién llegó a mi casa y entró en la habitación con un ramo de rosas rojas.

-. Lo siento Helen, no debería haberte hablado así, pero tengo mucho miedo de que te enamores de otro y me dejes. –se sentó junto a mí.

-. Olvidémoslo. –suspiré.

-. Oye en dos días es el cumple de Luís, Anne me dijo que querían hacerle una fiesta sorpresa ¿Vendrás verdad cielo?

¡No no y no! Eso supondría volver encontrarme con Max.

-. No creo que esté invitada, Anne no me dijo nada esta mañana.

-. No digas tonterías cielo, ¡claro que estás invitada! Se le habrá pasado. –besó mi frente.

-. Ajam, pues supongo que iré. –

Tenía que inventar una excusa pero ya.

-. ¡Qué bien! –sonrió- ¿Te vienes conmigo esta noche a casa?

-. Prefiero descansar Diego. –sentimiento de culpabilidad de nuevo en mi alma.

-. Pero puedes descansar dormida a mi lado, te daré un masaje. –acarició mi cabello.

-. Está bien. –suspiré.

No quería ir pero quizás sería lo mejor para calmar más el ambiente y no hacer sospechar más a Diego.

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Holaaa!!!

¡¡¡MUCHISIMAS GRACIAS POR LOS VOTOS Y LAS VISITAS!!! Aunque me encantaría que comenten para saber que opinan de la historia!!

Mañana tengo un examen bastante importante y el viernes otro, los capítulos serán un poco más cortos esta semana ya que no tengo mucho tiempo :(

Millones de besos :D

No Pretendo EnamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora