42. Dame una razón para creerte.

5.2K 228 23
                                    

-. Que te quiero Helen. –suspira y se separa de mí dándome la espalda.

“Un día alguien te abrazará tan fuerte que todas tus partes rotas se juntarán de nuevo…”

Sentí como aquellas palabras me atravesaban el corazón en forma de daga ardiente, me quedé admirando cada centímetro de su cuerpo, posé una mano sobre su hombro y se giró de nuevo para mirarme.

-. Sé que te he podido causar daño, pero no es realmente lo que quería. –se excusa de nuevo.

-. Dejemos de lado lo vivido hasta hace cinco minutos, ahora quiero permanecer en el presente. –susurro acariciando sus labios.

-. Entonces, ¿me perdonas? –susurra abrazándome la cintura.

-. ¿El qué? ¿Qué me hayas dicho que me quieres? –pregunto traviesa.

-. Ya veo, entonces supongo que eso es un sí. –esboza una gran sonrisa.

Poco a poco siento sus labios cada vez más cerca de los míos, ansiaba el beso, ansiaba sus labios, su saliva, lo ansiaba por completo.

-. Max, dame una razón para creerte. –me quedo inmóvil a un centímetro de sus labios.

-. Tú me has hecho perder la razón pequeña. –ríe.

-. Eso no me sirve. –río con él.

-. Creo que tengo algo que te servirá. –saca unas llaves.

-. ¿Y esto? –tomo las llaves y las observo.

-. Me han llegado hoy, son las llaves de mi nueva casa de Miami.

-. ¿Y por qué me iba a servir esto? –pregunto seria, no me gustaba la idea de que Max se marchara a Miami.

-. Porque tú te vas a venir conmigo, así que las vas a necesitar. –sonríe.

-. ¿Cómo? –pregunto en shock.

-. Lo que escuchaste muñeca, te voy a llevar conmigo a Miami, sólo allí podré hacerte feliz, lejos de esta mierda. –juega con mi cabello.

Segunda vez que Max me proponía irme lejos de Manhattan, lejos de mi familia, lejos de Diego.

-. Pero pero –comienzo a balbucear.

-. Tranquila, lo tengo todo bajo control, en dos días partimos a Miami. –dice serio.

-. ¿Y qué va a pasar con mi familia? ¿Y con Diego? –pregunto nerviosa.

-. A tu familia le dirás que te vas a estudiar fuera, de Diego me encargo yo. –aprieta los puños.

-. Nadie me va a creer Max, además mi padre no quiere que estudie. –me separo de Max y me siento en el borde de la cama.

-. Pues les dejas una carta antes de irte, no es tan difícil Len. –se sienta a mi lado.

-. ¿Y tú que le vas a decir a Diego? –lo miro seria.

-. Le diré lo feliz que te voy a hacer cada noche, que te llevaré cada mañana el desayuno a la cama y la familia feliz que seremos con cinco hijos. –acaricia mi mano.

-.  No puedo negarte que me encanta la idea. –contesto con vergüenza.

-. Y a mí me encantas tú pequeña. –acaricia mis mejillas rojas.

-. Pero no va a salir bien Max. –me separo un poco de él.

-. ¡Vamos Helen! Si nosotros queremos, podemos hacerlo. A mí me importas tú, todo lo demás me da igual.

No Pretendo EnamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora