41. ¿Tienes algo que ocultar?

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“Las locuras que más se lamentan en la vida son las que no se cometieron cuando se tuvo la oportunidad.”

Lana no tardó más de veinte minutos en llegar, me revisó la nariz y también la de Diego. Poco después sirvió el almuerzo.

-. ¡Qué bochorno! –decía Alfonso avergonzado.

-. No te preocupes Alfonso, son cosas de hermanos. –contestó mi padre tomando un poco de sopa.

-. El ya no es mi hermano, si lo fuera no intentaría nada con Helen. –exclamó diego.

La tensión seguía en el ambiente y yo ya no soportaba más aquello.

-. ¡Ya basta! Estoy harta del tema, Max no intentó nada conmigo. –me levanté de mi silla.

-. ¡Hija por favor! –sonaba la voz de mi madre.

-. ¿No intentó nada contigo Helen? Entonces, ¿podrías explicarme porqué te ofreció ser su secretaria? O ¿Por qué estaba tan pegado a ti cuando entré en la cocina esta mañana? –se levanta Diego quedando frente a mí.

-. ¡Chicos será mejor que olvidemos esto! –sonó de nuevo la voz ronca de mi padre.

-. Me ofreció ser su secretaria porque yo quise trabajar, quería sentirme útil, independiente. –tomé aire.

-. No has respondido mi segunda pregunta Helen. –me miró Diego desafiante.

-. Ni pienso responderla. –me crucé de brazos.

-. ¿Tienes algo que ocultar? –sonríe irónico Diego.

-. Diego, no me toques las narices porque precisamente tú eres el que ocultas cosas. ¿O quieres que las cuente todas? Aquí y ahora. –apoyo mis manos sobre la mesa.

La mirada fulminante de Diego me atravesó quemándome por dentro.

-. Ya está, ha sido suficiente por hoy. Lo último que quiero es que también os enfadéis vosotros dos. –se levanta Alfonso y agarra del hombro a Diego.

-. No me encuentro bien, con vuestro permiso me retiro a mi habitación. –dije mirando el suelo y me marché.

Me había quedado a gusto después de haber enfrentado de esa forma a Diego, pero sabía que pronto me traería consecuencias. En este momento me arrepentí de haberle devuelto el móvil a Max, ansiaba hablar con él, saber dónde estaba y cómo se encontraba.

Permanecí más de diez minutos sentada en los pies de la cama pensando en lo ocurrido, pero el sonido de unos nudillos pegando en la puerta me hizo salir del trance. Observé como el pomo de la puerta se giró bruscamente y detrás de la puerta apareció Diego con mala cara.

-. Necesito descansar. –digo en susurro.

-. Me da igual, ahora tú y yo tenemos una conversación pendiente. –se sienta junto a mi.

-. ¿Qué? –pregunto apretando las sábanas.

-. Te voy a avisar por última vez Helen, no vuelvas a hablarme así delante de tus padres y mucho menos me quites la razón para defender a Max. –agarra mi cuello.

-. Solo quería zanjar el tema. –contraataco.

-. Vístete y vámonos a casa. –se levanta de la cama.

-. No. –contesto rotunda.

-. ¿Cómo? –se gira para verme.

-. Que no voy a ir a ningún lado. –trago saliva.

-. ¡Qué te vistas de una puta vez estúpida! –abre mi armario y me tira ropa que aún quedaba allí.

-. Prefiero quedarme aquí y descansar. –digo casi en suplica.

No Pretendo EnamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora