33. Prefiero verte sufrir.

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La cena transcurrió de lo más normal, los mayores hablaban de sus temas y los hermanos Brummers sobre la empresa, mientras que Anne y yo permanecíamos calladas.

Me percaté de la ausencia de Kate y la curiosidad me mataba por dentro.

Llegó el postre y una copa de champán, con el que todos brindaron por la relación entre Diego y yo, todos menos Max que permaneció sentado sin expresión en la cara.

-. Que ganas tengo de ver a mi hija vestida de blanco caminando al altar. –exclamaba mi padre lleno de alegría.

Luís y Anne se marcharon justo después de acabar el postre, los mayores hablaban sobre el día de la boda y las ganas que tenían de vernos casados, Diego sonreía y apoyaba los comentarios, yo callaba y sonreía como podía. Mientras, Max miraba el cielo oscuro lleno de estrellas través del gran ventanal.

-. ¿No estás nerviosa Helen? –preguntó la madre de Diego.

-. Mucho, no sabes cuánto. –Y no de felicidad precisamente.

Después hablamos o más bien hablaron, sobre el vestuario del padrino y la madrina, de las damas de honor, que serían Anne y dos primas de Diego ya que toda mi familia residía en España y no vendrían a mi boda. Sí… el día de mi boda solo tendría a Pat, a Lana y a mis padres. Aunque así no tendría que disimular tanto mi supuesta felicidad. Alejandra la cocinera se marchó sobre las doce de la noche.

Eran las dos de la mañana cuando se marcharon, Max conducía para sus padres y por eso no pudo marcharse antes, no había abierto la boca en toda la noche, solo miraba el televisor y su móvil.

Me despedí de mis padres y luego de los señores Brummers, Diego los acompañó hasta la calle, Max se quedó el último y el silencio se hizo entre nosotros.

Me miró, le miré, me abrazó y me aferré a su pecho como una niña a su peluche.

-. Mañana quiero verte. –besa mi cabello.

-. No nos podemos ver Max. –susurro en su cuello.

-. No me importa, te voy a ver mañana sea como sea. –me separa un poco de él.

-. ¿Cómo vas a hacerlo para que nadie nos vea y Diego no se dé cuenta? –me pierdo en su mirada cristalina.

-. Mañana Diego tendrá trabajo en la oficina. –sonríe travieso.

Escuchamos el claxon de algún coche y nos separamos aún más.

-. Hasta mañana. –acaricio su mejilla tímidamente.

-. Hasta mañana pequeña.

Acto seguido besa mi frente y se marcha dándome la espalda, para encontrarse a pocos metros a Diego, frente a frente. Puedo observar como Max lo detiene y empiezan a hablar. Diego parece no agradarle lo que escucha y parece oponerse, Max parece insistirle y Diego tras haber tomado una bocanada de aire asiente con la cabeza y palmea la espalda de Max, para luego caminar hasta mí, cada vez se escuchaban más cerca sus firmes pasos. A lo lejos diviso a Max mirándome por última vez antes de entrar al coche, milésimas de segundos después desaparece y el ruido de la puerta cerrándose me despierta del trance.

-. ¿Qué mirabas tan embobada? –pregunta Diego quitándose la chaqueta.

-. Creo haber visto un perrito, parecía abandonado. –digo dejándome caer sobre la pared de la entrada.

-. ¿Desde cuándo te gustan los animales? –pregunta curioso después de soltar la chaqueta en el perchero que había a mi lado justo detrás de la puerta.

-. Desde siempre. –digo con nostalgia al recordar a mi perrita Kira, que murió cuando yo tenía diez años.

-. ¿A sí? No lo sabía. –me mira y se para frente a mí.

No Pretendo EnamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora