Sentí su piel aun ardiente sobre mi espalda, poco después Max se quedó dormido.
Y ahí me encontraba yo, en su cama, abrazada a él y sintiéndome la persona más miserable del mundo, buscando en este error el motivo para seguir. Sólo hay una cosa que me ha quedado claro esta noche y es que realmente si me importa Diego, pero también Max.
Me gustan, les quiero, a cada cual de una forma diferente y eso es lo que más me duele.
Limpié mis lágrimas y me levanté como pude intentando no despertar a Max, me vestí y tomé mi móvil. Bien, nueve llamadas pérdidas. Cinco eran de Diego y las cuatro restantes de Pat.
Si algo tenía claro en ese momento era que no quería hablar con Diego así que decidí llamar a Pat.
-. ¿Dónde estás Len? –exclamó nervioso mi amigo al otro lado de la línea.
-. No puedo decírtelo Pat, dime que estas en casa y que puedo ir para allá. –susurré tapándome los labios para que Max no despertara.
-. Será mejor que vengas pero ya Len, Diego me ha llamado tres veces histérico perdido preguntándome dónde estabas y le dije que estabas aquí, me he inventando miles de escusas, que si estás en el baño, que si estás ayudando a mi mamá, pero claro, ¡son las cuatro de la madrugada! ¿Quién se iba a creer eso? –podía notar el nerviosismo de mi amigo.
-. Pido un taxi y voy para allá. –colgué y salí de aquel lugar, marqué a un taxi y en quince minutos estaba en la cama de Pat, llorando y él mientras me abrazaba.
-. ¿Cómo es posible que en tres semanas te vas a casar? Y lo peor de todo, ¿Cómo has podido haberte acostado con Max? Esto está muy heavy Len, tienes que hacer algo.
-. No sé Pat, no sé qué hacer con mi vida, solo quiero huir de toda esta mierda. –lloraba desconsolada, tenía miedo de que Diego se enterase de todo.
-. Tienes que afrontar los problemas. –tomó mi cara entre sus manos.
-. No, no puedo.
-. Sí, sí que puedes, vamos Len ¡tú eres fuerte! Y si no puedes sola aquí estoy yo, para luchar junto a ti, contra todo y todos.
Me abrazó de nuevo y después de hablar un rato más nos quedamos dormidos.
El sonido de mi teléfono nos despertó.
-. ¿¡Dónde mierdas estabas metida anoche!? –gritó Diego al otro lado de la línea.
-. Salí de la oficina más tarde de lo previsto y Pat vino a recogerme, me quedé dormida hablando con él en su casa.
-. Tú y yo tenemos una charla pendiente, en un rato pasaré a buscarte en la oficina.
Diego me colgó y ¡MIERDA! Se supone que debería ir a trabajar, aunque quizás éste sería mi último día como secretaría de Max.
Me despedí de Pat y corrí hasta mi casa, me di una ducha rápida y limpié todos los restos de máscara de pestañas que recorrían mis mejillas. Me veía realmente mal, mis ojos estaban hinchados y mis ojeras muy marcadas. Me maquillé para disimularlo y me vestí rápidamente con una falda ajustada en tono beige por encima de la rodilla y una blusa en color negro a conjunto con unos tacones no muy altos.
Tomé de nuevo un taxi y llegue a la oficina, no había desayunado pero lo que menos me apetecía ahora era comer. Me daba miedo Diego y por supuesto me aterraba la idea de ver de nuevo a Max.
Entré en la oficina y Anne no estaba y lo agradecí, no quería hablar con nadie.
Seguí mi camino y entre en la oficina de Max, tampoco estaba ¡gracias a dios!
Intenté terminar el trabajo que dejé a medias ayer y la puerta se abrió de nuevo, pueden imaginárselo, ahí estaba él, con su mirada fija en mí y con un aspecto despreocupado, pero su rostro parecía tenso.
-. Pensé que no vendrías. –dijo Max acercándose a mi escritorio.
-. Será mi último día. –alcé la mirada para admirarlo.
-. Quédate por favor, necesito hablar contigo sobre lo que ocurrió ayer. –agarró mi mano y me levanté.
-. No hay nada que hablar, conseguiste lo que querías y fin de la historia. –mi mirada se perdió sobre su hombro.
-. Quiero saber lo que sientes Helen, quiero saber que sentiste anoche.
-. Siento asco, asco de mi misma por haberle hecho esto a Diego. –de nuevo esa terrible sensación de nudo en la garganta que corta mi respiración.
-. No digas eso. –tocó mi barbilla y agradecí que nos separase mi mesa. -. Me habría gustado haber despertado junto a ti. –susurró mirándome a los ojos aún con su mano en mi barbilla.
-. Basta ya por favor Max, esto se acaba aquí y ahora. –quité su mano de mi barbilla de forma brusca.
-. ¿Sabes lo que me da más lastima? Que te estás haciendo daño a ti misma por no querer afrontar tus sentimientos, te vas a arrepentir Helen.
La puerta se abrió de golpe y apareció Diego, me tomó del brazo y me sacó de allí, me condujo hasta su oficina y cerró la puerta detrás de nosotros.
-. Ahora me vas a explicar que hicieron Max y tú en la noche.
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No Pretendo Enamorarte
Romance"Yo no pretendo enamorarte, no quiero que le pongas nombre a lo que hacemos por placer." Helen Celotti, hija única de padres millonarios con poco tiempo libre para su única hija. Tan sólo dieciocho años recién cumplidos, con un cuerpo envidiable par...