Será hijo de puta, quise romperle el móvil en la cabeza. Definitivamente yo era una más para él, una gilipollas más.
Tenía ganas de destrozar todo lo que me encontraba por el camino mientras me dirigía a la habitación de Diego, pues la noche la pasaría ahí y decidí acostarme antes de que acabara la fiesta, pero antes insistí a Pat llamándole a su móvil y no daba señales de vida. Igualmente, me fui a la habitación y me puse un pijama de Diego que él mismo me había puesto en los pies de la cama para que lo usara.
Me cambié y me tumbé en la cama, el sonido de la música era constante, tacones y pisadas que caminaban de un lugar a otro por el pasillo. Definitivamente me iba a costar dormir, pero después de dar varias vueltas sobre la cama me quedé profundamente dormida.
La mañana del domingo transcurrió tranquila, almorzamos con la familia Brummers al completo, ya que los padres vinieron del viaje por la mañana. No vi a Max en ningún momento, ni siquiera en el almuerzo y lo agradecí.
La noche fue más de lo mismo, Diego me llevó a casa y por fin Pat me contestó el teléfono, me contó que había conocido a un chico y que se habían ido a dar una vuelta, por eso su ausencia en la fiesta.Y hoy lunes era el día clave, por la tarde todas mis cosas estarían trasladadas a mi nuevo hogar, el cual aún no había visto.
Recibí una llamada que me hizo despertar, era de la oficina de los Brummers.
-. ¿Qué tal Helen? Espero no haberte despertado. –sonó la amable voz de Anne.
-. Oh no, no te preocupes. –mentí.
-. Te llamaba porque Max quiere verte. – aclaró su garganta.
-. Pues dígale a Max que me va a ser imposible ir. –dije mientras me incorporaba en la cama de mala gana.
-. Me dijo que me dirías eso. –rió-. Pero me dijo que te insistiera, que es importante.
No quería dejar mal a Anne y decidí aceptar.
-. Está bien, en una hora estaré allí. –dije con resignación.
-. ¡Perfecto! Hasta dentro de un rato. –colgó después de despedirme de ella.
Me levanté de la cama y me di una ducha, me vestí con unos jeans con roturas en las rodillas y una camiseta blanca con una chaqueta negra y unos botines moteros en negro también.
Bajé a desayunar y me encontré con Lana.
-. ¡Qué poco le estoy viendo el pelo últimamente! –dijo mientras me preparaba una tostada y un té.
-. Y desgraciadamente me vas a ver aún menos a partir de esta tarde. –dije sentándome en la encimera.
-. Ya me contó su mamá que vendrían a por sus cosas, me da mucha pena que te vayas. –me miró con tristeza.
-. Te voy a echar de menos Lana. –dije bajándome de la encimera y abrazándola.
-. Y yo mi pequeña. –me abrazó con fuerza.
Al escuchar “mi pequeña” me hizo recordar a Max, él me solía llamar así. Y gracias a esto un escalofrío recorrió mi cuerpo haciéndome estremecer, además de la tristeza que me daba dejar mi casa y dejar a Lana atrás, recordar al idiota de Max no me ayudó mucho. Unas lágrimas cayeron por mis mejillas.
-. ¡No llores! Se me parte el corazón con solo verte marchar. –limpió mis lágrimas.
Acaricié el hombro de Lana y nos abrazamos de nuevo, esta vez sonreí porque me sentía afortunada de haber encontrado a una persona tan maravillosa en mi vida, ella y Pat eran mis dos mejores amigos, mis confidentes, los únicos que me entendían.
Después del drama, tomé mi desayuno y veinte minutos después subía por el ascensor de las oficinas. Saludé a Anne, que estaba tomando un café mientras leía una revista y caminé decidida a la oficina de Max, abrí la puerta sin llamar y entré.
-. Que mala costumbre de no llamar a la puerta señorita Helen. –se levantó de su silla y apoyó sus manos en la mesa.
-. Que mala costumbre de follar en lugares públicos señor Max. –caminé hasta la mesa y apoyé mis manos en ella imitando la postura de Max, quedando frente a frente con su rostro.
-. Si te refresco la memoria, el baño de mí casa no es un lugar público, además si hubieses sido tú la que estaba entre mis piernas quizás no te hubiese importado tanto ¿no? –rió.
No lo pensé y le di una cachetada en la mejilla.
-. Eres un maldito imbécil. –dije enfadada.
-. Y tu una cría celosa. –se inclinó más a mí después de acariciarse la mejilla que lucía roja.
-. ¿Para eso me has hecho venir hasta aquí? ¿Para insultarme desde que he entrado por la puerta?
-. ¡Claro que no! Te he hecho venir por dos razones, la primera y menos importante es que tienes que firmar el cheque de las fotos, tres revistas han comprado tus fotos. –dijo buscando el cheque entre sus papeles.
-. Ya te dije que no quería dinero, que lo hice por gusto. –me crucé de brazos.
-. Ya y yo te digo que es tu dinero y lo vas a coger. –me dijo mientras caminaba hacia a mí, situándose detrás mía y guardándomelo en el bolsillo trasero de mi pantalón, haciéndome dar un pequeño saltito al notar su mano en mi trasero.
-. ¿Y la segunda razón? –dije en un leve susurro sintiendo su aliento sobre mi hombro.
-. La segunda razón y la más importante por la que te he hecho venir es porque tenía muchas ganas de verte pequeña, aún tengo ganas de quitarte el vestido del sábado. –dijo mientras me abrazaba por la cintura.
Sentí que mi corazón latía a mil por horas, las manos comenzaban a sudarme y mi respiración parecía agitada, definitivamente Max me hacía sentir cosas que jamás había sentido.
-. Pues esa razón la puedes tirar a la basura, ya me voy. –me giré quedándome frente a él.
-. No, tú todavía no te vas pequeña. –rozó su nariz con la mía.
-. Si, si me voy, voy a ir a ver a Diego que no sabe que estoy aquí. –intenté zafarme de sus brazos.
-. ¿Desde cuándo te ha importado verlo a él más que a mí pequeña Helen? –rió acercando sus labios a los míos.
-. Desde siempre. –susurré muy cerca de sus labios.
-. No mientas, sabes lo que quieres en este momento, los dos queremos lo mismo.
Ahora sus labios y los míos estaban a un milímetro de rozarse.
-. ¿Qué es lo que quiero Max? –pregunté mirando sus hermosos ojos.
-. Esto.
Y me besó, me besó con fuerza, su lengua se encontró con la mía y ambas parecían querer abrazarse en un vaivén, Max mientras me apretaba a él agarrándome del trasero. Posé las manos en su cuello y segundos más tarde Max me alzaba para sentarme en su mesa.
-. ¡Para! –dije separándome de él y empujándole con los brazos.
-. ¿Por qué Len? ¿Qué pasa? –dijo acercándose de nuevo a mí, colocando su mano en mi muslo.
-. ¿Que qué pasa? Pasa que eres un estúpido y un imbécil. Yo no voy a ser un juguete más en tu vida, va siendo hora que te quede claro que no soy como todas las tías a las que te follas.
Y sin más me marché del despacho pegando un portazo.
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¿Caerá de nuevo Helen en las redes de Max?
¡Hola!
¡¡Muchas gracias a las chicas que comentan y votan!! Me hace mucha ilusión ver que os gusta la historia y me divierte mucho leer lo que queréis que ocurra.
Pediros perdón porque este capítulo no esté muy interesante, pero estoy enferma y además tengo mucho trabajo de clase, pero no quería dejaros sin capítulo!
¡Besitos!
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No Pretendo Enamorarte
Romance"Yo no pretendo enamorarte, no quiero que le pongas nombre a lo que hacemos por placer." Helen Celotti, hija única de padres millonarios con poco tiempo libre para su única hija. Tan sólo dieciocho años recién cumplidos, con un cuerpo envidiable par...