20.No puedo prometerte nada.

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Una mezcla de sentimientos me inundaban el alma, me sentía avergonzada con lo que acababa de ocurrir, estaba muy decepcionada conmigo misma, sentí miedo, miedo de no saber qué haría a partir de este momento y si sería capaz de sobrevivir a todo esto.

Escuché como la puerta se cerraba y poco después sentí las pisadas de Max, venía hacia la habitación. Me tapé como pude, aun llevaba los pechos descubiertos.

-. Ya está la cena. – Pude notar la voz fría de Max en mi espalda.

Lo vi caminar a su armario y me dio un jersey de hilo fino en color crema, luego caminó hasta la mesita dónde había estado sentado hace relativamente poco y empezó a colocar las pizzas y las bebidas, se sentó en el suelo ya que la mesa era baja y palmeó el suelo para que me sentara a su lado.

Y así lo hice, caminé hasta llegar junto a él y me senté a su lado, no sin antes percatarme de que mi ropa estaba en el sofá y no en el suelo como la dejamos.

Reinó el silencio por más de diez minutos, tomé una porción de pizza sin apetito y la mastiqué despacio.

-. ¿No vas a decir nada? –me armé de valor y decidí hablar.

-. ¿Qué quieres que diga? – su rostro seguía serio y su voz trasmitía frialdad.

-. No sé, sobre lo que acaba de ocurrir. –dejé en la mesa mi poción de pizza ya fría.

-. ¿Qué quieres que te diga? ¿Qué me he vuelto a quedar con las ganas de ti? –él tomó un sorbo de su bebida.

No pude evitar sonrojarme y comencé a temblar.

-. Max esto no debería haber ocurrido y lo sabes. –me agarré las manos para disimular el temblor.

-. Pero ha ocurrido Helen, si lo que te preocupa es que le vaya con el cuento a Diego tranquila, no lo haré. –dejó caer su cabeza en el sofá que quedaba detrás de él.

-. Da igual si se lo dices o no, el daño ya está hecho.

-. ¿Daño? Por favor Helen, no hemos llegado a más de cuatro besos tontos.

-. ¿Cuatro besos tontos? ¿Es eso lo que significo para ti, verdad? –tragué saliva.

-. ¿Y yo? ¿Qué significo para ti, Helen? –se pasó la mano por su cabello despeinado.

-. No me has respondido Max.

-. Ni tu a mi Helen.

Una lagrima rodó en mi mejilla, esto era una puta locura, en tres semanas me iba a casar con Diego, lo único que pasaba por mi cabeza era salir huyendo de Manhattan y no volver nunca más, rehacer mi vida sola, en cualquier otra parte. Mis lágrimas aumentaron en cuanto a cantidad y velocidad.

-. No llores Helen, por favor. –Max se deslizó por el suelo hasta llegar a mi lado y me acurrucó en su pecho mientras me acariciaba el pelo.

-. No puedo Max, no puedo. –grité desconsolada sobre su torso ya empapado de mis lágrimas.

-. No ha sido tu culpa, no debí traerte aquí. –besó mi nuca. –. Pero créeme que para mí tampoco está siendo nada fácil.

Mi respiración estaba agitada debido al desconsuelo puedo jurar que había terror en mi mirada. Me despegué de él y le miré a los ojos.

-. Dime por favor que nunca más va a pasar nada entre nosotros. –agarré su cara entre mis manos.

Silencio, es lo que obtuve por respuesta durante más de treinta segundos y no hay nada más triste que el silencio y el dolor.

No Pretendo EnamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora