VI

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Ese día estuve sentado al borde de la cama por mucho tiempo, hasta que sentí que mis piernas se entumecían, me paré despacio y comencé a dar pequeños pasos. Llegué a tu armario y abrí todas las puertas, veía uno a uno tus trajes colgados, tu ropa ordenada. Recuerdo la primera vez que te vi vestido casualmente, sin el traje diario; los jeans que días antes te había obsequiado se ajustaban a tus piernas y tu cadera, sin apretar, la playera polo color arena se ajustaba a tu torso musculoso y tonificado, tus gafas oscuras, te veías tan atractivo que hasta el aliento me robaste.

Había una gaveta pequeña en ese armario debajo del entrepaño en donde estaban tus colonias, nunca la había visto y me dio curiosidad.

Abrí la gaveta, sonreí con tristeza, tenías una foto mía con los bordes bastante desgastados, me imagino que por las veces que la tomaste en tus manos. Lo que encontré después me dejó petrificado, lo tomé entre mis manos temblorosas y tuve que leerlo dos veces para poder creer lo que sujetaba, llevé mi mano derecha a la boca para contener el grito que quería escaparse de mi garganta. Mi cuerpo se estremeció y comencé a llorar y sollozar, sentí que mis piernas se debilitaban hasta el punto que mi cuerpo casi se desplomaba.

Caminé como un zombi hasta la cama, tiré contra la pared tu pasaporte y un boleto de avión con destino a Japón que tenía la fecha de salida dos días después de mi 21 cumpleaños ¿Qué acaso pensabas abandonarme? ¿acaso me había equivocado todo este tiempo y no sentías absolutamente nada por mí, que se te hacia fácil irte y dejarme atrás?

No podía creerlo, me sentía traicionado y por alguna extraña razón abandonado. Mi llanto era desesperado y desgarrador, necesitaba desahogar el dolor que se me acumulaba en el pecho, casi caigo desplomado a la par de la cama, arañé con rabia las sábanas y las retiré violentamente tirándolas al suelo, quería destrozar todo a mi paso, pero mi cuerpo aún estaba débil y no tenía muchas fuerzas y aun me encontraba algo sedado, derribé la lámpara sobre la mesa de noche y con la misma violencia y mientras gritaba una y otra vez que te odiaba, tomaba la gaveta que tenía la mesa y la arrojaba al suelo.

Todo el contenido de la gaveta se desparramó, entre el mar de lágrimas note algo que llamo mi atención, respirando profundamente para calmar mi llanto me arrodille y fui recogiendo varias fotografías mías que seguramente habías tomado con tu teléfono y las selfis que yo me tomaba contigo y que luego las habías impreso. Descubrí un tuvo negro que con letras plateadas decía lubricante y un paquete de preservativos sellados, un pequeño libro que daba instrucciones de las posiciones del Kama Sutra para hombres, sentía que mi rostro ardía.

Pero lo que llamaba más mi atención era ese pequeño regalo, un sobre azul claro con una moñita elegante en color verde limón, mis dos colores favoritos. Lo tomé con sumo cuidado, lo abrí y en él había una pequeña nota en la que en idioma japon se leía:

"Scott, no encuentro la hora de que regresemos de tu fiesta de cumpleaños, estoy seguro que como siempre vendrás a mi habitación, espero que todo lo que he planeado para hoy te agrade y te haga feliz. Después de hacerte el amor buscaré el momento perfecto para entregarte este presente y hacerte la pregunta más importante, la cual responderás ya siendo todo un adulto, siendo mío y yo siendo tu esclavo por siempre... ¿viajarías conmigo a Japón? Te ama: Takeshi."

Junto a la nota estaba un boleto de avión en primera clase, con la misma fecha y hora de salida de tu vuelo, en el asiento a la par del que tu ocuparías.

Mi llanto ahora era desesperado y angustiado, casi desquiciado y cargado de arrepentimiento por haber dicho que te odiaba, me recosté sobre los cobertores de la cama que yacían en el suelo, me arropé y comencé a decir: - ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Perdóname por haber dudado de ti! -.

Demasiadas emociones, el espíritu luchando por salir a flote, mi cuerpo débil, fueron la suma de mucho y me quedé dormido allí sobre la alfombra del piso de tu habitación, arropado con tus sábanas y abrazando tu almohada.

Fueron las carias de Alyssa en mi cabeza las que me despertaron, esta solo me reprendía -Dios Scott, no puedo dejarte solo ni un momento, armas todo un desastre-; mientras me sonreía con dulzura. Duncan llegó momentos después y viendo de un lado al otro en la habitación solo pronunció - ¡Rayos Scott! -

El resto del día pase en compañía de mis amigos, las fotos, el pasaporte y los boletos de avión me los lleve conmigo a mi habitación, mientras el personal de servicio se encargaba de poner en orden de nuevo tu habitación.

"Mi vida después de ti"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora