II

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Después de unos minutos continuábamos en silencio, solo observándonos, yo tomé mi copa y esperé que el chico tomara su vaso, los chocamos y brindamos antes de degustar el primer trago. El joven igual a como tú lo hacías, bebió los dos dedos de whisky en su vaso de un solo trago, sin agregarle agua o hielo.

Yo lo observaba y él disfrutaba ser observado. Bebía de mi copa de vino, saboreaba el sabor frutal, sedoso, fresco y equilibrado del líquido amarillo pajizo. Rompí de nuevo el silencio y le pregunté si siempre bebía ese licor, él con un dejo de tristeza respondió que era un gusto adquirido. Volvió a llenar su vaso con el doble de lo antes servido, solo que esta vez se llevó una fresa a su boca y coquetamente la comió.

Disfrutaba de su presencia, sus movimientos felinos y delicados, si pretendía seducirme lo estaba consiguiendo sin tanto esfuerzo. La tableta azul aun entre mis dedos.

Me preguntó si yo había probado ese licor y negué con la cabeza, sonreí para él y le expliqué que lo bebían cuatro personas especiales en mi vida, recordando que mi padre, mi tío, tú y mi abuelo fascinaban de beber este licor, con tristeza concluí: - ¡dos de ellos ya no están! -

La sonrisa que tímidamente estaba en su rostro al ver mi semblante desapareció, humedeció sus labios con su bebida, a punto estaba de decirle que no se preocupara cuando fijó sus ojos en los míos, me confesó que en su caso también eran cuatro personas a las que les gustaba, de las cuales solo su padre vivía y en honor a todos ellos él lo bebía.

Me sorprendió tanto cuando con su mirada fija, tomó su vaso, se levantó de su lugar y rodeo la mesa de donde tomó mi copa y las botellas que luego colocó en el suelo, hizo a una esquina el platón de aperitivos, se sentó frente a mi sobre el borde del diminuto mueble, deslizó a su boca el contenido del vaso que después de dejar vacío lo colocó junto a mi copa, llevó sus manos a mis rodillas y empezó a arrastrarlas por mis piernas hasta llegar a los costados de mi cadera y tener así su rostro frente al mío.

A pesar de estar a media luz, pude notar la delicada extensión entre su barbilla y su cuello, las pulsaciones de su yugular y el embriagante aroma de su cuerpo. Muy despacio junto nuestros labios y yo permití el acceso, suavemente fue trasladando el licor dentro de mí boca.

El sabor de su bebida era intenso y afrutado, un poco ahumado, con pequeños toques de vainilla, pero dulce porque iba mezclado con las mieles de su boca. Lo dejé reposar por unos segundos y sentí como si quemara mi lengua, aunque no mucho porque el grado de alcohol ya había sido rebajado en su boca.

Mis ojos aún estaban fijos en los suyos, su boca enrojecida debido al licor a escasos centímetros, sus manos aferradas al pliegue de mis piernas a poca distancia de mi entrepierna, tanto que solo tenía que estirar sus pulgares y sentir la erección que se estaba formando.

El deseo que estaba despertando en mí era puro y ardiente, tanto que mi respiración no era regular y quería volver a sentir el contacto de sus labios. Él sonrió para mí al ver que escandalosamente tragaba lo contenido en mi boca, su agarre a mis piernas se aflojó, después de realizada su seductora acción pretendía volver a su lugar.

Dejé caer la tableta que aun sostenía entre mis dedos, con esa mano lo sujeté por la nuca, mi otra mano en su cintura y no permití que se alejara. La respiración de él se volvió agitada, sus ojos fijos en los míos, se acercó mientras los cerraba y juntamos nuestros labios dando inicio al más dulce de los besos. Dejó su agarre y se sentó de frente sobre mis piernas, rodeo mi cuello con sus brazos, nos contemplamos por breve y él hizo nada la distancia que nos separaba nuevamente, los besos que nos dábamos no eran arrebatados, eran suaves y muy lentos; dejó de besarme y nuevamente nuestras miradas se encontraron mientras me sonreía, estiró su cuerpo y del platón en el borde de la mesa tomó una fresa, la colocó de costado en mi boca y selló con su boca la deliciosa fruta, la mordió al mismo tiempo que yo, en el movimiento sus labios acariciaron los míos, él volvió a sonreír y acaricio el borde de mis labios con sus dedos, mientras sonriente y seductoramente me preguntaba -¿sientes lo deliciosa que es la fresa después de haber bebido el trago?-.

"Mi vida después de ti"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora