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Después de aquella noche todo transcurrió tan normal, fuimos a despedir a tus padres al aeropuerto y yo personalmente fui a ayudar a acomodarse a Kazuki en la que sería su habitación en el campus universitario en donde estudiaría una especialización por 2 años.

Yo en un principio quería que estuviera en casa, pero comprendí que si él quería terminar la especialización en el tiempo programado debía concentrarse en sus estudios, así que por lo menos lo convencí que me permitiera ir por él los fines de semana.

La primera semana fue muy difícil para mí y creo que se lo hice difícil a él, le enviaba textos al amanecer, a medio día y por las tardes, pero era hasta el anochecer que los respondía. Lo llamaba antes de dormir y realmente se le notaba agotado por tanto estudio.

El primer viernes salí temprano de la oficina, reservé una mesa en el restaurante italiano para ir a comer cuando él saliera. Estaba con cara de bobo viendo a cada estudiante en busca de Kazuki, de entre la multitud lo distinguí y sentí un poco de nostalgia al pensar "Como los años lo cambian todo, cuantas veces tú estabas esperando por mí justo en este estacionamiento, como mi rostro se ilumina, igual que se te iluminaba a ti, al ver la sonrisa que se dibujaba en el chico que me divisa en la distancia, justo como te sonreía yo a ti"

Luego de la cena nos dirigimos a casa, ya era tarde, el tiempo se nos fue como agua en las manos mientras hablamos de mil cosas, si físicamente y con lo poco que hasta hoy lo había tratado el chico me tenía embobado, al descubrir su inteligencia y sus buenos sentimientos me estaba enamorando. Me despedí de él justo en la puerta de tu habitación y luego me fui a la mía, tome una ducha de agua tibia y al salir me coloqué solo la parte inferior del pijama, serví whisky y me paré frente al ventanal dando pequeños sorbos, estaba intranquilo, el tiempo que habíamos pasado juntos no fue suficiente para mí, tantas cosas de las que deseaba hablar con él, elevé el vaso y observé detenidamente su contenido mientras meditaba que ese líquido con color de piedra preciosa no sabía igual si no venía de sus labios.

Coloqué el vaso servido en la mesa de lectura junto al ventanal a la par de mi cama, caminé a toda prisa hacia la salida de mi habitación, abrí con brusquedad la puerta y avancé sin precaución.

Él estaba parado justo en frente, mi corazón dio un estallido quizás por la sorpresa o más bien por la emoción, abrí mis piernas para no golpearlo con mis rodillas mientras trataba de disminuir mi velocidad, pero aun así nuestros cuerpos colisionaron, el trató de evitar el impacto colocando sus manos en mi pecho y yo para protegerlo de una caída lo abracé. Cuando logramos encontrar el equilibrio, entre risas me preguntaba - ¿a dónde ibas tan de prisa? -

Siempre entre risas le contesté - ¡iba por ti! -.

Me hice a un lado y lo invité a pasar, caminó al interior de mi habitación y me esperó de pie dándome la espalda. Se dirigió a la mesita y bebió mi bebida, me sentía hipnotizado, seducido por la sensualidad de su mirada traviesa y la humedad que el licor había provocado en sus labios, caminó hacia mí y me ofreció del fruto prohibido, ante la tentación sucumbí, lo besé no con pasión sino más bien con necesidad y descubrí que el sabor del licor me gustaba mucho más en su boca en la que aun conservaba un poco para mí.

No se por cuánto tiempo nos besamos, ni en qué momento lo recosté sobre la cama, mi cadera alojada entre sus piernas y mis brazos apoyados a cada lado de su cabeza, presionado para no aplastarlo bajo mi peso.

A pesar de la hipnosis a la que me inducia su cercanía, una voz en mi cabeza me gritaba "¡esto no puede ser!, ¡no lo permitas!, ¡detente!, es el hermano menor de Takeshi".

Separé nuestros labios, cerré mis ojos y traté de contener mi agitada respiración, pero sus labios me alcanzaron y demandante me besó, conscientemente escuché el rugido de la fiera que por mucho tiempo había estado dormida en mi interior. Yo lo necesitaba, su cercanía, su aroma, su abrazo, sus labios, su entrega y su calor.

Me arrodille para verlo mejor, él intentó sentarse pero lo evité, desde mi posición veía cada centímetro de su cuerpo suave y delicado, mis manos lo recorrían y me fascinaba el temblor de su cuerpo y la forma tan sensual en la que cerraba sus ojos cada vez que acariciaba sus zonas erógenas.

Casi pierdo la razón al ver como se estremecía y su respiración se agitaba cuando mis dedos acariciaron su interior después de haber bajado un poco su pantalón. Retiré su ropa y la mía completamente, nuevamente me recosté sobre él, me acogió entre sus bazos y sus piernas, deslicé un látex y luego lentamente comencé a invadir su interior, como la vez anterior cada movimiento, cada caricia, cada beso eran suaves, cariñosos, calculados, como si el ser entre mis brazos fuera frágil, delicado, y es que realmente eso era para mí Kazuki, un hermoso tesoro y lo reclamaba mío con cada caricia y en cada entrega.

Entraba y salía de su cuerpo, me volvían loco sus gemidos y el roce de sus manos en mi sudada espalda. Poco a poco el vaivén de nuestros cuerpos se volvía salvaje, suplicante, mi mano sobre su miembro llevaba el ritmo de nuestros movimientos, mi boca robando cada partícula de su oxígeno.

El grito de su boca fue acallado por la mía, el estremecimiento de su cuerpo y sus manos hundiéndose en mi espalda baja me desquiciaron completamente, luego de un gemido profundo y ronco que salió desde mi pecho, nos quedamos quietos. Fui saliendo de su interior mientras lo besaba tiernamente entre sonrisas. Giramos ambos en la cama, yo quedé boca arriba abrazándolo, él sobre mi cuerpo con una pierna entre las mías y su rostro en mi pecho.

No podía dormir, en cambio escuché como la respiración de Kazuki se sincronizaba con la melodía que Morfeo le cantaba y como el peso de su cuerpo reposaba por completo entre mis brazos.

Muy entrada la madrugada yo aún meditaba; era tan brillante la luz de la luna que se colaba por la ventana que era fácil ver la hora en el reloj de la pared, faltaría una hora escasa para que amaneciera, llevé mis labios a su cabeza y la besé.

Mi razonamiento me indicaba que era hora de llevar a Kazuki a su recamara para evitarnos molestias con lo que pudieran pensar los demás si descubrían que él dormía junto a mí, pero mi cuerpo y corazón se negaban a separarse de él.

Mi mente aún debatía en lo que sería correcto, cuando me empecé a quedar dormido con Kazuki a mi lado.

Estaba tan cansado, por lo que, aunque aún estaba semiconsciente mi cuerpo no reaccionó, Kazuki se levantaba, se colocaba su camisa y bóxer, sujetaba el resto de su ropa, se asomaba y besaba mis labios para luego salir de mi habitación.

Yo estaba al borde de caer en la inconciencia total y solo pensé: "¡Maldición! No quiero que se vaya." Pero Kazuki ya se había ido y yo había caído del borde del abismo al mar del sueño profundo, con esa extraña sensación de vacío en mi corazón.

"Mi vida después de ti"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora