VIII

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Ya tu féretro estaba en el salón principal de la mansión, tu familia seguramente ya estaría allí..."¿me odiarían?". Me vestí con mi mejor traje oscuro, pero el temblor de mi cuerpo y mis manos no permitían que me ajustara bien la corbata, reí porque me imaginé que en este momento estarías apresurándome, acomodando mi corbata y regañándome - ¡¿cuándo aprenderás a ponerte la corbata?!-

Alyssa y Duncan me esperaban, así que opte por darme por vencido y dejé la corbata tal como estaba, bajamos y yo a cada paso trataba de convencer a mi cuerpo que diera el siguiente.

Mis amigos abrieron las puertas por las que entre con ellos escoltándome, varias sillas, muchas personas, para mí todo desapareció, lo único que miraba era el féretro en el centro al frente. Caminé con un nudo en la garganta, mi cuerpo se estremecía a cada paso y mi corazón dolía.

Llegué a un costado de donde tu cuerpo yacía inerte, sentí nuevamente que mi mundo se derrumbaba, apoyé mis manos sobre el ataúd y clave mis uñas, mientras apretaba mis dientes y mi respiración se agitaba.

Sentía deseos de perder la cabeza y gritar, como si se tratara de una fiera que quiere aullar ante la pérdida de su otra mitad, entre las lágrimas que se aglomeraban en mis ojos pude ver a mi madre muy preocupada incorporarse en su silla, yo estaba a punto de desplomarme, ella caminaba deprisa a mi encuentro y a medio camino se detuvo llevándose sus manos al pecho y contemplando la escena con lágrimas en sus ojos. Sentí una mano cálida apretando mi hombro y una ronca voz diciéndome: - ¡Scott, la familia de Takeshi está aquí, debes irles a dar el pésame! -

Giré y me encontré con Bill, respiré profundo y le supliqué que no se separara de mí, tenía miedo que mi cuerpo no soportara y me traicionara, en estos momentos necesitaba de su apoyo.

Me volteé y divisé a tus padres, tenía como 2 años de no verlos, cogí valor y alcancé un poco de serenidad mientras caminaba hasta estar frente a ellos y los saludé con una reverencia, tenía tantas cosas que decirles, pero tenía un nudo atorado en la garganta, un cúmulo de lágrimas amenazando con convertirse en cataratas y mi corazón agobiado por tanta pena.

Esperaba que ellos desahogaran su dolor, pero eso no sucedió, tu padre respondió mi reverencia y tu madre se me acercó, me dio un abrazo y un beso en la mejilla con mucha dulzura, me acomodó la corbata y soltando unas lágrimas me dijo: -Veo que Takeshi fracasó en su intento por enseñarte a anudar la corbata. - Sonreímos con dolor y ambos derramamos nuestras lágrimas mientras nos abrazábamos tratando de encontrar consuelo.

Me ve directo a los ojos y me dice que ella siempre estuvo segura que su hijo daría la vida por mí. Tu madre, mujer fuerte, recobró su aplomo mientras me pedía: - ¡Haz que mi hijo se sienta orgulloso del hombre en que te conviertas! -

Mis piernas flaquearon, creí que caería de rodillas, sentí que alguien me tomaba del brazo y disimuladamente me sostenía. Era Bill que una vez más me salvaba esa noche y me ayudó a llegar a mi habitación, ni siquiera me quité la ropa, me tiré en la cama y comencé a llorar.

Me quedé dormido y desperté por la madrugada, sentía la necesidad de estar una vez más contigo, con la ropa toda desacomodada caminé lentamente por los pasillos y llegué hasta el salón en el que afortunadamente ya no había gente, solo estaba tu féretro iluminado por luces de velas, el salón era muy amplio, talvez por eso hasta el más pequeño de mis resuellos resonaba con fuerza y se perdía en la distancia.

Lo abrecé y di un beso en la tapa en donde recosté mi rostro y comencé a llorar como un niño. Fue fuerte el escalofrío que recorrió mi cuerpo, alguien más lloraba de la misma manera que yo lo hacía solo que más quedito, me sequé rápidamente las lágrimas y comencé a caminar buscando el origen de la voz y de pronto di un grito y un salto olímpico provocado por el susto que Bill me dio cuando su mano se colocó sobre mi hombro por la espalda, pronto me sujetó con ambas manos mientras trataba de tranquilizarme - ¡Scott, calma, soy yo! -

En un hilo de voz solo alcancé a decir: - ¡Alguien lloraba aquí! -, para entonces el otro llanto había cesado. Bill escuchó detenidamente y luego de un lapso dijo que el único llanto que él escuchó fue el mío, así que traté de convencerme que lo que había escuchado era el eco de mi dolor en aquel salón.

¡Llámame cobarde! ¡llámame débil !, pero no podía soportar ver tu partida. Mi cuerpo, mi espíritu y mi alma se mecían en la cuerda floja, mi mente a punto de colapsar y enviarme a la locura total.

Alcance a tus padres antes de que partieran, me despedí de ellos y por primera vez ante ellos me quebré, tu padre no lo soportó y se retiró, tu madre me abrazó fuertemente y lloró a mi lado. Tío Armand los acompañaría y se encargaría de darte el último adiós junto a mi mamá en tu país.

"Mi vida después de ti"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora