XII

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Cuando bajamos a desayunar, Bill y Berenice ya se encontraban en el restaurante del hotel, comimos juntos e hicimos planes para visitar los templos y salir a caminar por la bahía. Daba risa ver a Bill rígido, contrario a Berenice que estaba muy emocionada e ilusionada por ir a conocer la ciudad.

Luego del desayuno salimos a caminar, tomaba de la mano a Kazuki y él llamó mi atención apretando la mía, para que observara como Berenice muy confiada se colgaba del brazo de Bill que esta vez no pudo contener la emoción de tenerla tan cerca, él sonrió encantado por la felicidad que a muchas luces le provocaba la chica.

Kazuki y yo disimuladamente los observábamos, poco a poco Berenice fue derribando los obstáculos que la timidez de Bill imponía entre los dos

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Kazuki y yo disimuladamente los observábamos, poco a poco Berenice fue derribando los obstáculos que la timidez de Bill imponía entre los dos. Ella sonreía y él también. Kazuki y yo fuimos testigos del surgimiento de ese amor, un amor que ya existía pero no había tenido oportunidad de florecer como lo estaba haciendo hoy. Para el almuerzo, nos acompañaron tus padres. Todos los días salíamos a caminar, todos los días no solo el amor entre Berenice y Bill crecía, el de Kazuki y yo se fortalecía.

Pase segundos eternos de vergüenza, porque delante de tus padres no daba muestras de afecto a Kazuki, por respeto creo yo, pero era tanta la felicidad de tenerlo a mi lado que se me olvidó esta regla autoimpuesta y sujetando su rostro entre mis manos le di un beso de piquito, cuando reaccione y me retiré vi el rostro de Kazuki rojo y el mío instintivamente se sonrojó también al recordar que sus progenitores nos acompañaban, no tuvimos el valor de voltear y verlos, la risa disimulada de tu madre nos hizo avergonzarnos más.

Ya han pasado varios días desde que estamos aquí, Bill, Berenice, Kazuki y yo iríamos de paseo a Tokio, deseábamos participar del Tanabata, tus padres no quisieron ir. Comíamos de todo lo que se nos antojaba, caminábamos y por todas las calles que recorrimos íbamos llenando tiras de papel de colores con nuestros deseos, para luego atarlos a las cañas de bambú que habían sido dispuestas para el festival.

Pedí por mi familia y porque siempre estuvieran bien. Pedí por Kazuki y por nuestra felicidad. Pedí por ti y por tu familia. Observé las tiras de papel de Kazuki y él pedía por lo mismo que yo, pero hubo un papelito extra que me llamó la atención, al leerlo ambos reímos y le ayudé a atarlo a la caña de bambú Kazuki pedía porque Bill tuviera el valor de confesarle sus sentimientos a Berenice, que fue la única que se dio cuenta del deseo de mi amado y se sonrojó a más no poder.

Bill y yo caminábamos detrás de esos dos que parecían chiquillos, ambos adultos nos sentíamos dichosos de verlos tan felices, corrían de un lugar al otro comprando dulces. Mi sonrisa desapareció y mi corazón se oprimió al ver como mi amado joven japonés detenía su marcha, desde atrás pude notar como sus hombros se tensaban y observé más allá un joven un poco más alto que él, casi de mi estatura, se le acercaba, le sonreía y al plantársele enfrente lo saludó con un simple - ¡Hola Kazuki! -

Mi sangre hirvió, no necesitaba de presentaciones, sabía perfectamente bien quien era el chico, me lo decía el corazón, me lo gritaban los celos y esa obsesiva forma de amarlo. Mis instintos egoístas y posesivos tomaron el control de mis pasos, al estar al lado de mi amado lo abracé por la espalda, lo pegue a mi pecho y besé su cabeza. Ignorando al inoportuno, hice que Kazuki me viera a los ojos, mientras le sonreía y le preguntaba dulcemente si quería ir a comer helado, no esperé su respuesta, tomé su mano y con él pegado a mí costado continuamos caminando, dejando al pasado de mi amado de ojos rasgados, el más bello para mí, atrás de nosotros.

"Mi vida después de ti"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora