II

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No todos los días iba a tu habitación, generalmente era los jueves o los viernes por la noche y los sábados para amanecer domingo. Creo que era porque esos días todos en la familia salían hasta muy tarde por sus compromisos sociales y además los estudios me lo permitían. Siempre tuve la curiosidad de saber porque todos esos días amanecía de nuevo en mi habitación y no en tu cama en donde me había quedado dormido. Cuando tenía 19 años decidí que ese día que no tenía que asistir a los cursos fingiría estudiar, mientras lo que hacía era dormir un poco en la tarde para que no me venciera el sueño esa noche.

Como siempre, justo a la misma hora, ese viernes una vez más llegué a tu alcoba, entre y cerré la puerta detrás de mí, apoye mi frente en la madera y trate de calmar mi respiración, estaba demasiado agitado por lo que había planeado.

Esta vez no corrí como siempre y me tire al lado tuyo, esta vez fui más atrevido, avancé paso a paso y me subí a tu cuerpo a horcajadas mientras sujetaba tus manos con las mías, apoyando tus brazos en la cama a los lados de tu cabeza, tus ojos adquirieron un brillo impresionante, humedecí con la lengua mis labios y los estampe a los tuyos, introduje mi lengua en tu boca y luego mientras succionaba tu saliva inmediatamente me alejaba de ti, realmente te puse nervioso y eso me provoco risa que contuve mordiéndome el labio inferior. Te vi seriamente a los ojos y eso realmente te perturbó, rápidamente y antes que dijeras algo te dije -estoy agotado por tanto estudiar, me dormiré- rodé mi cuerpo al lado y me recosté viéndote a ti. Tú no te moviste, solo veías al techo y respirabas muy despacio, casi imperceptible. De nuevo quise reírme, pero solo mordí mi labio para evitarlo.

Pasó algo de tiempo, yo entré en una especie de sueño semiconsciente, sentí cuando te moviste y te sentaste al borde de la cama, veías por la ventana en la pared de tu lado, tu cuerpo escurría gotas de sudor, hubiera querido sentarme y rodearte con mis brazos por la espalda, pero si quería develar el secreto debía ser paciente.

Te levantaste de la cama, caminaste hacia la ventana, apoyaste uno de tus brazos y la frente en el vidrio reforzado, tu otra mano la colocaste en tu cintura, tus piernas separadas y solo una de ellas algo arqueada, tu respiración era un poco irregular; me asusté, pensé que estabas enfermo, estuve a punto de correr a tu lado, pero te giraste y te dirigiste al baño, después de varios segundos escuché correr el agua de la ducha, pasaron unos minutos y la curiosidad pudo en mí, muy sigiloso llegue y abrí la puerta, desde allí vi tu silueta a través del vidrio que separaba a la ducha, estabas en la misma posición de hace un momento, pero la mano que antes habías colocado en tu cintura ahora estaba en tu entrepierna, tu respiración era entrecortada y profunda y se hacía poco a poco más rápida, entre pequeños quejidos de voz ronca diste una inhalación extremadamente profunda y luego exhalaste de la misma manera mientras de tu boca salía ardientemente mi nombre -¡Scoooooott!-.

Me alejé despacio, me recosté sobre la cama, lleve mi mano a mi miembro que estaba tan erecto que rozaba en la ropa y me irritaba, empecé a masajear mientras persistía en mi mente tu respiración y el desahogo de tu deseo al pronunciar mi nombre, estaba excitado, demasiado estimulado por la escena que hacía unos segundos había presenciado y se repetía una y otra vez en mi mente, no me llevó mucho tiempo y expulsé toda mi esencia dentro de mi ropa, fue delicioso el cansancio que sobrevino después, retiré mi mano y tratando de frenar mi respiración volví a caer en la seminconsciencia y así te esperé.

Sentí como volvías a sentarte en el extremo de la cama viendo de nuevo por la ventana, tu olor era fresco y tu presencia se sentía húmeda, giraste tu torso para verme, sentí tu mano acariciando mi cabello y luego tan cerca de mi tu aliento, el aire que se escapaba por tu nariz y boca era tibio, lo que vendría después jamás me lo habría creído, ni siquiera en el más bello sueño de los sueños pude haberlo imaginado, tus labios estaban en mis labios por tu propia voluntad, no era más un beso robado, era la entrega de ese sentimiento que estaba seguro yo despertaba en ti.

Quise abrir mis ojos, rodearte por el cuello y corresponder a tu contacto, pero quería saber hasta dónde llegarías, fue inevitable el suspiro que se escapó desde mi interior, tú te separaste y esperaste un tiempo, luego volviste a acercarte y besaste mi frente mientras entre murmullos me decías -¿Niño, qué has hecho de mí?-.

Te levantaste y afianzaste tu cuerpo, me levantaste cual princesa y me llevaste a mi habitación, me acostaste en la cama y me arropaste, volviste a besar mi frente nuevamente y luego saliste, no comprenderé jamás porqué te quedaste parado frente a mi puerta y no avanzaste, solo veía la sombra de tus pies que se colaba junto a la luz del pasillo bajo la puerta.

Hasta que escuche tus pasos alejarse abrí los ojos sobremanera, lleve mis dos manos al rostro que ardía, mi cuerpo daba pequeños giros de izquierda a derecha por la emoción que no podía contener, en una de tantas tome una de las almohadas y la abrace mientras sonreía como bobo y mordía mis labios.

Ese día estuve seguro de que mis sentimientos los correspondías, nunca en la vida había tenido tanta necesidad de algo, pero esta vez me urgía crecer, dejar de ser un niño y convertirme en hombre para derribar la barrera que nos separaba.

"Mi vida después de ti"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora