Capítulo 2.

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Al día siguiente, llegué a la empresa dispuesta a averiguar quién era ese extraño y… nada Sara nada.

-Señorita Sm…

-Necesito que coloques la cinta de seguridad del parqueadero. –dije sin dejarla terminar su sarcástico saludo.

-Como usted diga.

Para apresurarla miraba mi reloj y hacía cara de desagrado, ella me miraba con un poco de miedo. Hasta que por fin las colocó.

-Detenlo ahí. ¿Me puedes explicar quién diablos es este chico y por qué estaba aquí? –Dije señalándolo.

-No lo sé señorita, entran muchas personas aquí…

-Eso crees… por si no lo sabes yo tengo que estar completamente informada de quien entra o quien no a esta empresa, así que necesito que para medio día me tengas ese dato.

Me di la vuelta y me dispuse a marcharme, pero antes, aún de espaldas le dije.

-No te estoy pidiendo el favor, te estoy dando una orden, que quede claro.

Entré a mi oficina, ya le había enviado los papeles a el señor Robinson y me sentía muy satisfecha por eso.

Coloqué mis manos entrelazadas sobre mi escritorio, el rostro de ese chico no me dejaba concentrar. ¿Quién es él y por qué no puedo dejar de pensarlo? El sonido del llamado a la puerta me sacó de mis pensamientos.

-Adelante.

Era mi secretaria y con ella traía una carpeta blanca.

-Señorita Smith, he traído lo que me pidió, sobre el chico. -Dijo dándome la carpeta. –Se llama Brouce Jones, no es un empleado, sólo estaba cubriendo al mensajero mientras el almuerzo, ya sabe, usted lo ha pedido así. Pero no sé por qué se ha quedado hasta tarde aquí.

-Sí, lo había olvidado. Necesito que me comuniques con él, mañana mismo si es posible. Ya te puedes retirar y por cierto, que eficiente. -Dije con sarcasmo.

-Está bien, con permiso.

Así que te llamas Brouce, interesante. No puedo dejar de leer esta carpeta, mi teléfono sonó.

-Sara Smith. -Contesté con cierto tono de brusquedad.

-Hola Sara, que amable saludo. -Dijo la chica riendo, no puedo evitar reír, es mi hermana.

- ¿A qué se debe el honor de tu llamada?

-No me digas que lo olvidaste.

-¿Olvidar qué cosa?

-Quedamos para almorzar.

-Lo siento, lo olvidé, no sé qué me está pasando.

-Yo sé… se llama no puedo dejar de pensar en Daniel y en todo lo que me hace.

Solté una carcajada.

-¿Disculpa? Como siempre la pervertida Daphne, y no, no es por Daniel y lo sabes.

-¿No es por él? Creo que nuestra salida se torna más interesante Sara.

-Sí, sí, si como tú digas. ¿Entonces, vienes o no?

-Sí, ya estoy en el parqueadero.

-Apresúrate.

-¿No puedes dejar de ser tan apresurada por un momento?

-Sabes que no, adiós.

-Adiós.

Es mi hermana, a donde voy yo va ella, somos muy inseparables. Ella fue la única que me apoyó cuando los demás no lo hacían.

Tocaron a mi oficina y de inmediato supe que era ella, tiene un particular modo de llamar a la puerta.

-Entra.

-¿Cómo estás? -Dijo abrazándome.

-¿Bien y tú?

-Bien. Ya te extrañaba, ingrata.

-No me reclames, he estado ocupada, vamos antes de que me arrepienta.

-No serías capaz.

-¿A no? -Dije sentándome de nuevo.

-No juegues.

-No me retes. -Dije victoriosa.

Salimos de mi oficina y nos dirigimos a un restaurante, no le presté atención al nombre, esta vez dejé que ella me llevara.

Entramos y el mesero nos llevó a nuestra mesa.

Daphne me hablaba, pero no le estaba prestando atención, no dejaba de pensar en Brouce y por un momento creí verlo, lo cual provocó que me sobresaltara.

-Sara ¿Todo bien?

-Sí, claro.

-Estoy segura que no me estás prestando atención y ahora te asustas. ¿Qué te pasa?

-Es que… creí ver a alguien.

-¿Alguien? -Dijo mirando hacia atrás. -¿Qué alguien?

-No lo sé, un chico, lo vi en el parqueadero de la empresa anoche.

-Como ¿Te acosa?

-No, claro que no, él estaba cubriendo a Charlie, el mensajero durante el almuerzo, pero éste salió en la noche, yo lo sabía pero lo olvidé y me coloqué algo histérica, le pedí a mi secretaria que averiguara algo sobre él y así lo hizo, se llama Brouce, Brouce Jones. Él estaba… quitándose la corbata y desacomodándose el cabello muy muy… y en fin, mi cuerpo no reaccionaba, solo lo hizo cuando él me miró y me sonrió. -Mi mirada estaba perdida en el vacío e imágenes sobre él se cruzaban en la cabeza.

-Sara… nunca antes te había visto ese brillo en tus ojos, sólo una y fue con…

-No lo menciones.

-Lo siento.

-Está bien. Pero no lo exageres, solo me estaba acordando para contarte.

-¿Por qué lo niegas todo? ¿Por qué no puedes dejar de ser fría?

-Porque no, no puedo, juré que no sería tan, tan así de nuevo.

-¿No entiendes que puedes hacerle daño a los que te quieren?

-No me importa, primero rompería el corazón a que me lo rompan a mí.

-Te juro que eres muy difícil de entender.

-No me entiendas, acéptalo y no voy a cambiar por nadie.

Antes y después. *PRÓXIMAMENTE EN EDICIÓN*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora