Epílogo.

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Sentada, nerviosa y suplicando que los diez minutos que faltan para que el mejor gran paso de mi vida terminen.

Frente al espejo, observando cada detalle minúsculo de mi vestido perfecto, de ensueño. No puedo dejar de sonreír porque por fin veo brillar en mis ojos la luz del amor, esa luz que por más de nueve años creí que se había apagado para siempre, pero hoy está más resplandeciente.

Mi vida a partir de hoy no volverá a ser la misma, yo sabía que después de Brouce nada sería igual, lo sentí desde que lo vi esa noche, apuesto, seguro de sí mismo y sin temor de nadie ni mucho menos de mí. Él fue una de las pocas personas que se atrevió a hablarme con coraje, él no sabía que nuestros caminos estaban a punto de ser cruzados en una manera extraordinaria, nadie lo sabía, nadie se pudo imaginar que mi vida sería la mejor, nadie se podría imaginar que si yo fuera otra persona, no dudaría ni un segundo en envidiar mi felicidad.

-¿Puedo? –preguntan del otro lado de la puerta.

-Seguro –respondo y giro un poco mi cuerpo para ver de quien se trata. Mi madre entra y al verme, sus ojos se llenan de lágrimas y lleva su mano a su boca para retener sus sollozos.

-Estás tan hermosa Sara –dice sonriéndome –y tan llena de vida, de felicidad.

-Gracias –le digo tomando sus manos.

-Siento haberte arrebatado tu felicidad por muchos años Sara, es algo que jamás podré perdonarme –murmura y limpia sus lágrimas.

-Lo sé –es lo único que puedo responder.

-No puedo creer que esté llorando, este día debe ser el mejor para ti y no debería recordarte nada de lo ocurrido –ríe.

-Todos lloran en las bodas ¿no? –le sonrío.

-Todos lloran en las bodas –repite –ya es hora de salir, el novio te espera.

Me giro nuevamente y doy el último vistazo a mi vestido, perfecto e impecable vestido blanco. Mi madre acomoda un poco el velo y la cola de éste. Me pasa el hermoso ramo de flores, orquídeas blancas, nuestras favoritas. Posa su cabeza sobre mi hombro y se queda en silencio viéndome a través del espejo y me sonríe. No me había dado cuenta el gran parentesco que ambas tenemos.

-Mamá.

-¿Sí?

-Te amo –murmuro nerviosa.

-Y yo te amo a ti –levanta su cabeza y me abraza.

-Te necesito conmigo siempre, no vuelvas a apartarte de mi vida nunca –le digo entre lágrimas.

-No tendría el valor para hacerlo, me duele el sólo pensarlo –ella también llora. Nos separamos poco a poco y limpio mis lágrimas.

-Todos lloran en las bodas –repito mi frase y ambas reímos.

-Ya es hora –me recuerda.

-¿Podrías darme unos minutos?

-Claro, sólo no lo hagas esperar mucho.

-De acuerdo –me abraza una vez más y sale de la habitación.

Los nervios se apoderan de mi cuerpo en cada segundo que pasa, tengo que salir ahora y enfrentarme a lo que estoy a punto de hacer.

¿En verdad quiero hacerlo? ¿Estoy segura de ello?

Claro que quiero, el hombre a quien más he amado en mi vida está en el jardín, esperando mi llegada y no puedo ni quiero que piense que me he arrepentido. Estoy segura, claro que lo estoy. Estoy segura de mis sentimientos por él, estoy segura que él es el indicado.

Suspiro y cierro los ojos por unos segundos buscando un poco de calma en mi interior.

Lo amo –repito una y otra vez en mi mente mientras salgo de la habitación y llego hasta el pie de las escaleras, donde mi padre está esperándome.

-¿Estás lista? –me pregunta cuando nos detenemos en la puerta del jardín.

-¿Tú lo estás?

-Lo estaré siempre y cuando tú lo estés.

-Entonces ambos estamos listos –subo mi mirada y me engancho a él –te amo.

Él abre con sorpresa sus ojos y balbucea un poco lo cual provoca una pequeña risa en mí.

-Yo te amo aún más, Sara –responde y deposita un beso en mi frente. Comenzamos a caminar cuando la música anuncia nuestra entrada.

Siento que no puedo llegar hasta ahí, siento que en cualquier momento voy a salir corriendo y siento que voy arruinar todo por lo que he luchado desde que Brouce llegó a mi vida. Pero en cuento lo veo ahí, de pie, sonriéndome y viéndome como si fuera lo más hermoso que ha visto en su vida, todo lo demás desaparece. Todo lo malo se torna bueno, todo es luz entre las tinieblas. Mis demonios se enamoraron de los suyos y los suyos se enamoraron de los míos.

Le sonrío en cuanto llego a su lado, siento que estamos solos, los demás no existen, nuestra burbuja de amor se hace más y más impenetrable por los demás.

-Acepto –ambos decimos con la mirada fija en el otro, escuchamos risas y sé que es porque somos conocimos por hacer cosas que no se debe.

Nos sonreímos una vez más y sellamos esta boda con un beso.

-Te amo, Brouce –le digo cuando terminamos de besarnos, su frente ahora está contra la mía.

-Te amo, Sara –me dice, cierra sus ojos por unos segundos –siempre.

-Siempre –digo y nuevamente nos volvemos a besar.

Él me salvó, él me reparó y él me amó.

“Ella era fría y se enamoró, entonces sintió lo que nunca quiso, creyó en lo que nunca pensó y amó a quien nunca imaginó.”

…Sus manos parecían haber sido hechas como piezas exactas para encajar una con otra, con los dedos entrelazados y mirando a la misma dirección”

FIN.

Antes y después. *PRÓXIMAMENTE EN EDICIÓN*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora