Capítulo 20.

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-Dios… no.. no… ¡No! –digo cubriendo mi cara.

Brouce está tirado en el suelo, y mitad de su cuerpo está justo debajo de un taxi.

Corro hacia él y levanto su cabeza con suma delicadeza hasta colocarla sobre mis piernas.

Mi corazón duele, duele mucho y el sentimiento de culpa me invade por completo, quiero gritar, tirarme al suelo y lamentarme por esto.

Un señor se acerca y se arrodilla a mi lado, él pasa su mano sobre su cabello.

-Lo… lo siento, yo no quería hacerlo. –me dice nerviosamente.

Un profundo odio se me mezcla junto con el dolor, quiero golpearlo, él fue quien lo hizo.

-Tú… eres un maldito animal –le grito –si tan sólo le pasa algo, me aseguraré que jamás en tu jodida vida vuelvas a conducir, ahora lárgate de aquí antes de que llame a la policía.

El señor se levanta y se sube rápidamente a su auto.

En pocos minutos la ambulancia llega y levanta a Brouce, iba a subirme pero un paramédico me lo impidió.

-¿Qué hace? –le grito enojada.

-¿Es familiar?

Yo me quedo en silencio.

-No importa quien jodidos sea, necesito ir con él –le grito nuevamente.

Él asiente y yo suspiro aliviada.

El sonido de la sirena me colocaba nerviosa, nunca antes había estado en esta situación y debo decir que no lo quiero vivir más.

Verlo ahí me parte el corazón, se ve tan débil y frágil, esto es mi culpa.

-Yo te dije que te alejaras de mi Brouce –le digo en su oído.

Había tomado su mano y no la había soltado hasta que el paramédico me lo pidió cuando llegamos al hospital.

Entraron rápidamente con Brouce,  yo corrí con ellos, pero a mitad de camino no me permitieron ir con él.

(…)

Lo único que puedo sentir ahora es un dolor interminable, lagrimas corriendo por mis mejillas sin consolación alguna. Mi sangre bombea a toda marcha por mi cuerpo y la culpa sigue presente, estoy siendo apuñalada una y otra y otra vez.

Estoy muriendo cada segundo que pasa sin saber de él, sólo Dios sabe cómo está y en estos momentos ruego al cielo por buenas noticias.

Sólo han pasado diez minutos desde que entró a cirugía, pero es una eternidad para mí.

-Si te pasa algo, nunca me lo voy a perdonar Brouce –murmuro como si él pudiese escucharme.

Una hora después veo en la recepción a los padres de Brouce, ellos caminan hacia a mí y me coloco de pie. Ahora es más difícil mantener la calma.

-¿Cómo está mi hijo? –me pregunta desesperada Anne.

-No lo sé –susurro.

Ella se lleva las manos a la cabeza y se lamenta por esto, no puedo verla así.

-Lo siento tanto –digo limpiando mis lágrimas.

-No cariño, esto no es tu culpa.

-Sí, lo es, discutimos, corrí y él me siguió y… y lo siguiente fue un espantoso estruendo –mi voz se quebró por unos segundos, suspiré y continué – me devolví y… y era él… Dios yo.. –mis lágrimas volvieron a surgir, Anne me abraza y yo le agradezco.

-Quieres mucho a mi hijo ¿cierto?

-Sí Anne, mucho. –murmuro.

-Todo estará bien –dice y estoy segura que ella también necesita creerlo.

Le sonrío débilmente.

Estoy sentada junto con Anne, jugando con mis dedos nerviosamente. Patrick ha ido a preguntarle a la enfermera sobre Brouce.

Una eterna hora después sale el doctor.

-¿Familiares de Brouce Jones?

Todos nos colocamos de pie.

-¿Cómo está mi hijo? –pregunta Patrick tratando de mantener la calma.

-Su pronóstico es reservado –dice y yo coloco mi mano sobre mi pecho.

-¿Podemos verlo?

-Por ahora no, les aconsejo irse a descansar, mañana sabremos si estará bien.

Patrick y Anne quedaron en completo silencio.

-Gracias –le respondo –deberían descansar.

-No, no… quiero quedarme, ve tú –me dice Anne.

-Insisto, ustedes han viajado, yo me quedaré y los mantendré al tanto ¿entendido?

-Gracias por hacer esto por mi hijo –yo sonrío y asiento.

Ellos se marchan, Patrick abrazando a Anne.

Llamo a mi hermana contándole lo sucedido.

-Él estará bien –dice para tranquilizarme.

-¿Y si no?

-Lo estará, confía. ¿Ya lo viste?

-El doctor no me ha dejado. Tú me puedes ayudar Daphne –le suplico – tienes amigos en este hospital.

-Veré que puedo hacer.

-Gracias –susurro.

-Haría lo que fuera por verte feliz.

-Lo sé, adiós.

Diez minutos después la voz del doctor me saca de mis pensamientos.

-¿Eres Sara Smith?

-Lo soy ¿qué sucede?

-Acompáñeme por favor.

Me coloco de pie y lo sigo, poco a poco entramos a una sala con las letras “UCI” en rojo.

Al ver a todos esos pacientes me estremece, a lo lejos logro reconocer el cabello negro brillante y piel blanca de Brouce.

Mi cuerpo queda inmóvil cuando llego a su cama. Está conectado a incontables maquinas que seguro lo mantienen con vida.

El medico se aleja dejándome sola con un Brouce inconsciente.

El dolor que sentía hace unas horas atrás, no es nada comparado con el de ahora.

-Lo siento –le repito muchas veces dejándole besos por su pálido rostro.

-Todo es mi culpa, tienes que estar bien Brouce –le digo después de tomar su mano entrelazándola con la mía –eres tan importante para mí.

Le doy un pequeño beso en los labios.

-Quédate conmigo… por favor –le susurro en su oído.

Antes y después. *PRÓXIMAMENTE EN EDICIÓN*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora