Capítulo 8.

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Él se marchó y yo entré a la casa, Daniel estaba bajando las escaleras lo cual provocó que me asustara y me pegara a la puerta.

-Por Dios Daniel, casi me matas del susto.

-¿Por qué?

-No es nada, por cierto, no habíamos quedado en que hoy te quedarías a dormir.

-Lo sé, creí que sería una buena idea ¿Te molesta?

-No.

-¿Con quién has llegado?

Me tensé.

-Con Daphne, dejé mi auto y ella se ofreció a traerme.

-¿Por qué no entró?

-Porque ya es tarde y yo estoy muy cansada para visitas.

-Ven, te daré un masaje.

-Oh no Daniel, gracias pero me gustaría irme a dormir.

-Es sólo un masaje.

-Que no Daniel, ambos sabemos que tus masajes terminan en algo más y yo ahora quiero dormir.

-Bueno está bien.

Subí las escaleras y entré a la habitación a colocarme un pijama.

Daniel se acostó detrás de mí y comenzó a darme besos en el cuello.

-No empieces.

-Vamos Sara.

-He dicho que no Daniel, iré a dormir en la otra habitación. Dije colocándome de pie.

Me siento como una vil infiel. -Es que eso eres Sara. -No ayudes tanto, ¿eres yo o mi peor enemiga? -Disfruto ser ambas. Reí, de verdad me estoy volviendo loca.

Buenos días Sara, que tengas un lindo día. No puedo esperar para verte en la oficina. Brouce.

Sonreí.

Llegué a la empresa con la esperanza de ver a Brouce en la entrada, pero no fue así.

-Adelante.

Abren la puerta y entra Brouce, con él trae una taza de té y una flor.

-Primero el mensaje y ahora esto, ¿por qué lo haces?

-Tú me has dicho que no sabes querer, yo te quiero enseñar, quiero que aprendas y que sea a mí a quien quieras.

-Brouce yo…

-No digas nada ¿sí? Sólo acéptame y sé que algún día me querrás como yo estoy empezando hacer contigo.

-No te aseguro nada, pero tampoco quiero que lo dejes de intentar.

Él sonrió.

-No lo haré.

Cuatro semanas después.

-¿Qué somos ahora? preguntó. -Yo sonreí y me alejé completamente de él.

-Estamos comenzando… podríamos llamarlo amigos con derecho.

-Pero sin derecho a estar con otra persona. -Mi corazón se aceleró, pero de manera especial.

-¿Me estás queriendo decir que serás sólo para mí? -Dije algo sorprendida.

-Tu sabes que sí. -Sonrió. –Pero… yo no quiero ser sólo eso.

-¿Por qué no? Es genial, no tienes que decirme por qué haces las cosas o con quien las haces, no tienes por qué darme explicaciones o algo por el estilo.

Suspiró y miró hacia el techo.

-Sara ¿me quieres?

No le respondí, realmente no sé qué siento ahora. Sólo tengo un cosquilleo en mi estómago, algo que no había sentido nunca.

-Dímelo Sara.

-Dame tiempo Brouce ¿por qué me lo preguntas ahora?

-Porque… -Sonrió y giró a verme. –Son cuatro semanas juntos, eso fue lo que me llevó. Cuatro semanas para enamorarme de ti.

Me removí incomoda, ¿tan rápido fue?

-Pero no te preocupes, aún tengo la esperanza de que algún día tú me respondas ‘sí, te quiero’

-¿Sabes? Nunca le dije esto a nadie y siento que tú debes ser el primero en oírlo.

-Te escucho.

-Eres especial, no eres como otros. Nos une algo importante. No quiero que todo esto se termine de un día para otro. Eres mi… -Dudé un momento en decirlo. –mi felicidad, el chico que me alegra el día con tan sólo una simple conversación. No quiero que desaparezcas, tú no.

Brouce me abrazó de nuevo y entrelazó nuestras manos.

-Prometo seguir siendo la razón de tu felicidad, porque Sara, tú eres y siempre serás la mía. Por favor no me olvides, porque yo siempre me voy a quedar contigo y voy a tratar de enamorarte más cada día que pasa.

Lo miré fijamente y lo besé.

Me senté en la cama, iba directo al baño, pero mi teléfono sonó y el número que me llamaba era totalmente desconocido para mí.

-¿Si?

-¿Sara?

-Mamá… -quedé inmóvil, ¿cómo consiguió mi número?

-Necesitamos hablar.

-Yo no tengo nada que hablar contigo, estoy ocupada.

-No puedes huir del pasado.

Colgué. Lágrimas caían solas por mi rostro, en realidad, no estaba consiente de nada.

-¿Estás bien?

No le contesté.

-¿Sara? -Tomó mi cara entre sus manos e hizo que lo mirara.-Por Dios ¿qué ha pasado? -Dijo abrazándome.

¿Esto es real? Sí, lo es. Esa señora, que dice ser mi madre ha aparecido y ha traído con ella el infierno, mi pasado y ahora estoy consciente de que estoy llorando desconsoladamente y que tengo a Brouce abrazándome.

-No. -Dije en un susurro.

-Tranquila, ¿quieres un té?

-No, no me dejes sola.

-No lo haré. ¿Quieres hablar?

Asentí. Nos sentamos nuevamente en la cama.

-Me ha llamado mi madre. -Dije con brusquedad.

-¿Tu madre? Me habías dicho que tu familia había…

-Muerto. -Le interrumpí. –Las personas pueden morir de dos formas, ellos murieron en mi vida y corazón.

-¿Por qué Sara? Y esta vez no quiero mentiras.

Antes y después. *PRÓXIMAMENTE EN EDICIÓN*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora