Capítulo 21.

117 8 1
                                    

He venido cada día por 365 días, no he querido separarme de él. En este tiempo, mis sentimientos se intensifican, pero no puedo decirle porque seguramente él no me permitiría que me alejase.

Siempre le hablo, el doctor dice que es bueno que lo haga, así que todos los días le cuento lo mucho que le extraño, lo mucho que le lloro por las noches, lo mucho que deseo ver sus hermosos ojos azules de lo que me enamoré, sí, me enamoré de Brouce Jones.

Le extraño cada día, quiero que despierte y me diga que me quiere, que me perdona por haberle hecho esto.

Estoy sufriendo, casi no siento ya, puedo estar presente en cuerpo, pero jamás en alma, mi alma le pertenece a él, sólo a él.

-¿Sara? –la suave voz de mi hermana me saca de mis pensamientos.

-¿Qué quieres?

Ella queda en silencio por unos segundos.

-El doctor quiere hablar contigo.

-¿Y de qué? ¿me dirá que Brouce no tiene alguna esperanza ya? ¿qué va a morir? –le digo tan duramente que ella se aleja un poco.

-No… no lo sé, él me pidió que viniera por ti.

-Pues no lo haré, quiero quedarme aquí con él –le digo y devuelvo mi mirada a Brouce.

-A juzgar por el rostro del Jhon, creo que son… buenas noticias.

Yo le miro y ella asiente.

Salgo de la habitación de Brouce con mi hermana y no dirigimos hasta la oficina de Jhon. Cuando entramos, los padres de Brouce estaban ahí.

-Hola –murmuro.

-Hola Sara –me sonríe el doctor.

-¿Y bien? –pregunto.

-Al parecer, Brouce al fin está reaccionando bien al tratamiento –dice y cubro mi boca con la mano tratando de no gritar, Anne comienza a sollozar de alegría. –en una o dos semanas –continúa –puede despertar.

Hoy las esperanzas volvieron a mí, hoy mi alma volvió a mi cuerpo.

-¿En serio lo hará? –pregunta Patrick.

-Esperamos que sí, pero si lo hace, corre el riesgo de no recordarlos, a nadie. –recalca la última palabra observándome fijamente, yo bajo la mirada.

-Lo importante es que despertará al fin, después de un año. –dice Anne con profunda alegría.

En parte me alegra, pero tengo miedo que no recuerde nada de lo que vivimos, que no recuerde que me ama, que simplemente me olvide. Tal vez eso sea lo mejor, tal vez él necesitaba esto para poder olvidarse de mí.

-¿Sara?

-Oh, ¿sí? –miro a mi alrededor, Anne y Patrick se han ido, ahora estoy sólo con el doctor.

-¿No te alegra que Brouce despierte?

-¿Qué? Claro que me alegra, ¿qué clase de pregunta es esa? –frunzo el ceño.

-Lo siento, es que te perdimos por unos minutos.

-Si… ¿En serio Brouce no recordará nada?

-Es lo más probable Sara.

-¿Hay probabilidades de que recuerde? –le pregunto en modo de súplica.

-Es una en un millón Sara, el trauma craneoencefálico de Brouce produce dos clases de amnesias.

-¿Cuáles? –pregunto con temor.

-Puede ser amnesia retrógrada, que es la pérdida de la memoria de eventos inmediatamente anteriores o amnesia anterógrada, perdida de la memoria inmediatamente posteriores del traumatismo. Y no es sólo eso Sara, corre el riesgo de más.

-¿Más? –mis lágrimas comienzan a surgir sin darme cuenta, Jhon me pasa un pañuelo.

-Sí Sara, déficits neurológicos como la astenia, pérdida del equilibrio, trastornos visuales, dispraxia, paresia, pérdida sensitiva y afasia.

-Eso no puede ser posible –río agriamente –Brouce no puede padecer todas esas cosas, no él.

-Esperemos que no, sólo Dios sabe qué pasará con él.

Yo asiento y salgo de la oficina de Jhon para dirigirme a la habitación de Brouce. Me acerco a su cama y me siento a su lado tomando su mano.

¿Cuándo dejaré de sentir tanto dolor? He estado esperando por un año que Brouce despierte, pero… el que despierte con tantos déficits no me lo esperaba.

Él no se merece nada de esto, quiero ser yo quien esté en su situación.

-Vas a despertar Brouce ¿no es genial? –le sonrío débilmente y comienzo a llorar.

 Todo comienza a darme vueltas, voy perdiendo fuerzas, bajo de la cama e intento sostenerme, pero mis piernas no me responden y caigo.

A lo lejos escucho que alguien grita mi nombre, pero no es suficiente, poco a poco quedo inconsciente.

Me despierto de golpe, con un dolor de cabeza infernal. Estoy acostada en una de las camillas del hospital.

En un rincón de la habitación, está Daphne sentada en una silla, ella se coloca de pie rápidamente al ver que ya estoy despierta.

-¿Cómo te sientes? –pregunta cuando se sienta a un lado de la cama.

-Bien, supongo… ¿qué pasó? –toco mi cabeza y hago una mueca de dolor.

-Te desmayaste Sara, eso pasó –me frunce el ceño –Jhon dice que no has estado comiendo bien o mejor dicho, que no has comido nada desde el accidente de Brouce.

-Claro que he comido –digo y ruedo los ojos.

-¿En serio? –arquea una ceja.

-Sí, lo he hecho.

-Mira lo jodidamente delgada que estás, no me vengas con ese cuento de que si has comido porque no te lo creeré.

-No exageres las cosas –esto ya me estaba empezando a fastidiar.

-No lo hago, los padres de Brouce están muy preocupados por ti, al parecer, todos notan el cambio tan radical que tuviste físicamente después del accidente… menos tú. –me regaña.

-Deja de hablarme de ese modo Daphne y mejor ayúdame a levantarme, quiero ir al baño.

Ella asiente y me ayuda, camino lentamente ya que aún tengo débiles mis piernas.

-Mierda –gruño.

-¿Qué sucede?

-Nada, no soporto este jodido dolor de cabeza.

-Iré por un analgésico y les diré que ya despertaste.

-Bien… espera ¿Cuánto tiempo estuve así?

-Una hora o dos creo, Jhon te sedó, estabas muy alterada.

Asiento y entro al baño.

Me apoyo sobre el lavamanos, poco a poco subo mi mirada al espejo.

Me sobresalto al verme, mierda…

Paso mis manos por mis labios, los cuales están sumamente resecos y agrietados. Tengo unas muy marcadas ojeras y perdí completamente el rubor natural de mis mejillas. Estoy muerta en vida.

Subo mi camisa, me coloco de perfil y logro ver como mis costillas están más notables.

Me llevo las manos a la cara y comienzo a llorar. No sólo le he hecho daño a Brouce, sino que a mí también.

Estoy destrozada, estoy muriendo cada día que pasa, necesito que Brouce esté bien, él es quien me da la fuerza suficiente para estar bien. Lo necesito, lo necesito para sentir que estoy viva.

-Te necesito, joder –grito y caigo rendida, rogándole a Dios que despierte ya.

-¿Sara? –dicen cuando tocan la puerta. -¿Sara? –repiten nuevamente. Yo me coloco de pie y abro bruscamente la puerta. Mi rostro se suaviza cuando veo que es Anne.

-¿Qué… qué sucede?

-Brouce… despertó –dice Anne con lágrimas en sus ojos.

Antes y después. *PRÓXIMAMENTE EN EDICIÓN*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora