Capítulo 5.

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Llego a casa todavía aturdida por lo que pasó con Brouce.

-¿Sara?

¿Daniel no se ha ido? Mierda…

¿Qué dirá Daniel cuando se entere que lo engañaste? -Me dice mi subconsciente como cosa rara. -Exactamente eso no fue engañar o ¿sí? -¡Sara lo besaste y en un ascensor… de tu empresa! ¿Cómo le dices a eso? -No, no, no lo besé, el me besó a mí. -Ya pero lo disfrutaste, eso cuenta. -No tengo la culpa de que bese tan jodidamente bien y lo sabes.

Después de unos minutos de discusión conmigo misma le respondí a Daniel.

-Dime.

Bajó las escaleras y caminó hacia mí, yo le miré confundida.

-¿Por qué me ves así? -Depositó un beso en mis labios.

-No es nada, creí que ya te habías ido.

-Linda, acordamos que me quedaría esta noche contigo.

-Es cierto.

Se acercó y comenzó a besarme, luego me cargó en sus brazos y subió las escaleras hasta la habitación.

Me acostó en la cama y comenzó a desvestirme rápidamente, dejó un camino de besos por mi abdomen, subió a mi cuello y finalmente llegó a mis labios. Tomé su cabello e hice que se uniera más a mí.

Se separó de mí y por unos momentos creí que era Brouce quien estaba haciéndolo conmigo, sonreí.

-Bro…

-¿Qué?

-Nada… sólo sigue.

¿Cómo es posible que no deje de pensarte Jones? Sólo fue un beso, un insignificante beso.

-Nunca cambias, sigues siendo buena para esto. -Dijo acostándose a mi lado.

Empecé a reír.

-Tú no estás nada mal.

-¿Nada mal?

-Bueno, está bien, estás de maravilla.

-Lo sabía. -Dijo abrazándome por la espalda.

-Buenas noches Daniel.

-Buenas noches linda.

-No es justo que la defiendan a ella.

-Solo fue algo pasajero Sara, además, es tu prima.

-No me importa quien jodidos sea, esto no se lo voy a perdonar nunca.

Me desperté agitada. Sólo fue una pesadilla, cálmate.

-Hola cielo, hice café ¿Quieres un poco?

-Hola, sí por favor.

Por qué ahora, por qué justo ahora tienen que volver a mi cabeza esos recuerdos que tanto me hacen daño, por los cuales me he vuelto así. Todo está marchando bien y de verdad no es justo. He tratado de huir de mi pasado y creí que lo había logrado, pero no, me equivoqué, me duele, y duele mucho.

-¿Estás ahí Sara?

Reí.

-Sí, lo siento.

-¿En qué pensabas?

-Cosas que no valen la pena decir. -Dije dándole vueltas a la taza de café.

-¿Segura?

-Sí, segura. -Traté de sonreír, pero sólo salió una mueca. –Bueno, tengo que irme, nos vemos más tarde.

-Pero no has desayunado.

-Comeré algo en la oficina.

Le di un beso y salí de casa.

-Señorita Smith, Brouce está afuera, dice que tiene algo importante que hablar con usted.

Oh no…

Sentí escalofríos.

-Ti… ¿tiene cita?

Mi secretaria me miró raro. -Tal vez sea porque estás nerviosa, se te nota.

-Según él sí.

-Ahora no puedo atenderlo, tal vez después.

-Está bien señorita.

No puedo verlo, no ahora.

Brouce entró y detrás de él venía mi secretaria, me puse de pie rápidamente.

-¿Cómo que no puedes atenderme?

-Lo siento señorita Smith yo… -Dijo ella asustada.

-Estoy ocupada.

-No me importa que lo estés o no, necesito hablar contigo.

-¿Pero quién diablos te crees?

-¿Lo quieres saber?

-Déjanos solos Daicy.

Ella salió.

-Y bueno… -Le señalé la silla, el asintió y se sentó, yo también lo hice.

-¿Estás bien?

-¿Por qué me preguntas eso?

-Sólo respóndeme ¿Lo estás?

-Sí, lo estoy.

Suspiró aliviado.

-¿Qué pasa?

-Verás… tengo que cuidarte Sara.

-¿Cuidarme de qué?

-No sé qué sea, tengo que hacerlo, tú tienes que estar bien, es necesario para mí.

-No te entiendo Jones, explícame.

-No hay nada que explicar, lo siento así.

-Yo no necesito que me cuiden, puedo hacerlo sola.

-Sé que puedes, pero yo quiero hacerlo.

-Por qué quieres si ni siquiera me conoces.

Sonrió.

-Sara, las cosas siempre pasan por algo. Conocernos por ejemplo.

-Eso fue una casualidad. -Dije sin interés.

-No Sara, no lo fue. Las casualidades no existen y si nos conocimos fue por algo, algo importante.

-Esto sí que es raro.

-Lo es, pero las cosas son así, necesito tenerte cerca.

-Tú no puedes estar cerca de mí. -Bajé la mirada.

-¿Por qué lo dices?

-No soy… buena. -Suspiré.

-Yo sé que detrás de toda esa dureza hay una persona sensible a la que le hicieron mucho daño.

-No corras el riesgo conmigo, no quiero hacerte daño, aléjate de mí.

-Todos tenemos que correr el riesgo, tú eres mi riesgo.

Sonreí.

-Sólo prométeme algo.

-Lo que tú quieras.

-No te alejes de mi cuando realmente me conozcas.

-No lo haré Sara, te lo prometo.

Nos miramos fijamente y por fin, después de tanto tiempo me sentí especial, protegida, me sentí querida.

Antes y después. *PRÓXIMAMENTE EN EDICIÓN*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora