Capítulo 45.

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-Brouce…

-Sara…

-¿Puedes dejar de observarme como si nunca me hubieses visto antes?

-No puedo, estás hermosa –dice e inmediatamente me sonrojo.

-Te amo mi amor.

-¿Qué? –pregunta sorprendido.

-Que te amo –frunzo el ceño.

-No, lo otro.

-No lo repetiré de nuevo –le digo porque sé a qué se refiere. Él ríe y ladea la cabeza.

-Estoy tan enamorado de ti Sara, eres perfecta.

-Estoy enamorada aún más de ti, eres lo único bueno que tengo en mi vida, lo único que jamás arriesgaría.

-Sé que es así –me sonríe y yo le sonrío también.

No sé de qué están hechas las almas, pero la suya y la mía parecen ser la misma.

Mi vida ha cambiado tanto, jamás me sentí tan feliz, jamás había tenido tantas ganas de vivir como ahora. Me siento satisfecha con lo que la vida y el destino me han dado, porque gracias a ellos, hoy, tengo al hombre que amo junto a mí, tengo a mi familia y estoy bien con eso.

Hace dos años volví con Brouce, en este tiempo él no me volvió a mencionar algo sobre el matrimonio y debo decir que estoy agradecida por eso, pero creo que el momento llegó, quería sentirme segura, quería sentirme preparada para dar el gran paso que desde pequeña siempre soñé. Estoy segura que Brouce me hará la mujer más feliz del mundo, sé que él me dijo que no era necesario el compromiso, que sólo le importaba pasar el resto de su vida junto a mí, pero yo quiero hacerlo, quiero casarme con él y tener un final feliz de una vez por todas.

Esperé por muchos años la felicidad que tengo ahora y no quiero que se vuelva a escapar de mis manos, porque, sin Brouce no tengo nada. Quiero que él y yo terminemos de unirnos, de consumar nuestro amor, quiero que todos sepan que lo amo, que lo amo con todo mi ser y que lo único que quiero es hacerlo dichoso.

El matrimonio para mí no significó nada por más de nueve años, pensé que nadie logaría que cambiara de opinión, pero ¡cosas de la vida! Él lo logró, no puedo explicar lo que siento justo ahora, justo aquí sentada a la mesa y apunto de pedirle a él, al hombre que tanto amo, que se case conmigo.

Sí, se lo pediré yo, qué importa lo que digan ¿es que acaso no se puede cambiar la versión de la historia?

No habrá anillos, por supuesto que todo llegará a su tiempo, no me pienso arrodillar enfrente de él cómo típica novela de amor, no, quiero algo diferente. Será insignificante para muchos, pero sé cuán importante es esto para nosotros.

Estoy tan nerviosa, me siento como una adolecente cuando por primera vez se enamora, él es el único que puede provocar tantos sentimientos en mí al tiempo, amor, miedo, nerviosismo y sobre todo felicidad.

He estado aprendiendo algo desde que Brouce llegó a mi vida. Todos dicen que el amor duele, yo lo dije alguna vez, pero eso no es cierto. Lo que duele es la soledad, el rechazo, perder a alguien y también duele la envidia, sí, la envidia, alguna vez todos hemos envidiado la felicidad del otro ¿no? Es por eso que nunca nos sentimos completos, porque esperamos tener todo lo que los demás tienen y eso jamás se puede. Se tiene que aprender a ser feliz con lo que se tiene, sea poco o mucho. Todos también confunden esas cosas con el amor, pero la realidad es que el amor es la única cosa en este mundo que cubre todo el dolor y hace sentir a alguien maravilloso otra vez. El amor es la única cosa en este mundo que no duele.

Como diría Paulo Coelho “cuando se ama, es necesario estar para todo. El amor está en constante movimiento y nunca se repite. Quien no entiende eso está condenado a sufrir por algo que sólo existe para hacernos felices.”

Tiene toda la razón, es decir, el amor sólo está para hacernos felices, somos nosotros mismos quienes nos encargamos de amargarnos la existencia y complicamos toda la relación. Ojalá todos aprendiéramos esta gran lección, así tendríamos y valoraríamos un poco más el amor.

-Necesito que lo digas, Brouce –le digo perdida en sus ojos azul claro.

-Diré lo que quieras.

-Dime que eres mío –murmuro. Me toma la mano antes de contestar.

-Soy tuyo, siempre tuyo –responde con la sonrisa más hermosa que has podido ver en la vida.

“Él me daba la mano y no hacía falta más. Me alcanzaba para sentir que era bien acogida. Más que besarlo, más que acostarnos juntos, más que ninguna otra cosa, él me daba la mano y eso era amor”

El amor nos complementa, la otra persona lo hace. Es como si desde un principio cada uno de nosotros hubiésemos nacido con otra mitad sumamente importante que son separadas por un tiempo, a tal punto que, en algún momento de la vida esa otra mitad, apareciera en el momento en que más se necesita. Me gusta pensar que es así, porque si no ¿cómo es que cada uno de nosotros encuentra otra que le es completamente igual y le corresponde también?

Cuando te rompen el corazón, llegas al punto en el que te rindes en el sentimiento, en la batalla. Piensas que es mejor no volver a sentir nada por nadie. Pero después de un tiempo, te das cuenta que nadie jamás se libra de ser herido, es algo completamente inevitable y por esa razón, alguien llega a tu vida a curar tus heridas. Vuelves a lo mismo, te lastiman y te curan, lamentablemente pensar que estás curada, sólo significa que no lo estás, es un completo ciclo de la vida. Te cansas de ese ciclo, claro que te cansas, sólo una persona, de las muchas que llegaron a tu vida, cambiará eso, ya no será un ciclo, ahora es estable. Esa persona te puede lastimar, pero es mínimo, porque lo que te da en abundancia es amor y ese mismo amor sana las heridas que otros amores dejaron.

-Quiero saber algo –le digo, él me sonríe.

-Seguro.

-Cualquiera en su sano juicio, se hubiese enamorado de ti. Pero no todas corrieron con la suerte de tenerte. ¿Qué viste en mí, Brouce?

-¿Por qué me preguntas eso?

-Sólo responde.

-Desde hace mucho estaba en la búsqueda de alguien que me llenara completamente, estaba en búsqueda del amor. Pero el amor no se busca, jamás está listo y terminado. El amor no se busca, el amor se construye poco a poco. Yo vi algo en ti que nadie más pudo.

-¿Qué? –pregunto con lágrimas en mis ojos.

-Vi lo frágil y destrozada que eras. Eso me hizo amarte con locura, eso me hizo escogerte, eso me hizo luchar por ti contra tus demonios. Gané esa batalla ¿sabes? Me quedé con el trofeo, me quedé con tu corazón. Fue difícil, pero no imposible. Lo mejor que ha pasado en mi vida, lo que me hizo volver a vivir, fue amarte y tenerte.

Cada palabra que sale de su majestuosa boca, me hace amarlo más y más. Estoy llorando ¿Quién no lo haría? Por muchos años pensé que nadie sería lo suficientemente bueno para quedarse en mi vida, estuve equivocada, Brouce me complementa en todos los sentidos, es aterrador pero al mismo tiempo es maravilloso. Encontrar a alguien con diferentes pensamientos, con las ganas más grandes de amar que has visto en toda tu vida, hace que cada pieza de este rompecabezas, se junten y te haga entrar en razón de por qué no funcionó con nadie más.

Como lo dije anteriormente, cada uno de nosotros tenemos otra mitad. Mi mitad llegó cuando más la negaba y cuando más la necesitaba. No lo dejaré ir nunca, por egoísta que suene. Suspiro y cierro los ojos por unos segundos. Es ahora o nunca.

-Estoy lista –le digo cuando abro los ojos y sonrío.

-¿Lista? ¿Para qué? –me mira esperando que responda algo, me quedo en silencio y él vuelve a hablar -¿está todo bien?

-Cásate conmigo –le digo al fin.

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Nada más queda el epílogo...

Antes y después. *PRÓXIMAMENTE EN EDICIÓN*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora