CAPÍTULO 32 -CIUDAD PARAÍSO

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Aquel jueves seis de junio de 1985 salí de mi casa muy temprano rumbo al aeropuerto de Baltimore. Por primera vez visitaría Los Ángeles, la ciudad a la que volaron mis dos mejores amigos para dedicarse a la música y los pecados que ofrecía la Meca del rock. Para mi sorpresa, Evan se había ofrecido a llevarme al aeropuerto, algo que me extrañó debido a su comportamiento durante los días previos a mi viaje. Estaba claro que su enfado se debía a Billy y a Jeff, pues realmente no le agradaban y sé que nunca le agradarán. ¿El motivo? Lo desconozco, pero no tengo ganas de saberlo.

Llegamos al aeropuerto con tiempo de sobra para que pudiese embarcar con tranquilidad. Evan me miraba algo más tranquilo que los demás días, como si ese extraño enfado suyo se hubiera disipado. No llevaba nada más que una maleta para los pocos días que pasaré en la ciudad californiana, pero aún así Evan cargaba con ella. Parecía que las aguas habían vuelto a su cauce, que volvíamos a ser la pareja de siempre. Caminamos hacia la puerta de embarque, donde Evan se paró con la maleta a sus pies para despedirse de mí.

—Pásalo bien Mandy —me abrazó.

—Gracias Evan.

Algo extraño sucedió. Cuando fui a besarle, Evan me soltó y caminó sonriendo mientras se alejaba. Ese gesto tan frío me dejó helada durante los trámites previos al viaje y durante el largo trayecto que separaba ambas ciudades.

No volví a pensar en Evan durante el viaje. Al fin y al cabo estas eran unas vacaciones y las vacaciones están para disfrutar, no para agobiarse. Aunque no tardé mucho en agobiarme. Anoche acordé con Billy que me esperaría en la parada del autobús que quedaba justo al inicio del famoso Sunset Strip, uno de los lugares más pintorescos de Los Ángeles. Pues eran las cinco menos veinte de la tarde y por allí no había ni rastro de Jeff o de Billy. Me crucé de brazos aún sentada bajo la marquesina de aquella parada resguardada del sol Angelino. Realmente parecía una ciudad de ensueño, un verdadero paraíso, la ciudad paraíso.

Unos pocos minutos después vi a un hombre que se acercaba a la parada de autobús. Desde ese momento me llamó la atención. No era uno de los chicos que vería por Baltimore, ni siquiera por Salt Lake City. Era alto, realmente alto, de complexión atlética y era rubio, aunque por la raíz que tenía, era teñido. Iba vestido con unos pantalones de cuero, botas negras y una camiseta de Ramones. Aquel chico parecía un modelo, tanto por su cuerpo como por la gracilidad con la que caminaba. Pero cuando se acercó a mí casi di un bote del asiento. Aunque me había llamado la atención no le conocía de nada. ¿Por qué venía hacia mí? Me miró una última vez antes de hablar.

—Eres Amanda, ¿no? —preguntó, su voz era grave pero armoniosa.

—S-sí. ¿Nos conocemos?

—Oh, tranquila, no temas, soy el bajista de Guns N' Roses. Me llamo Michael Mckagan, pero puedes llamarme Duff —el chico se presentó sonriendo.

—Encantada Duff. Por cierto, ¿dónde están Axl e Izzy?

—Axl fue a cerrar el acuerdo por la actuación de esta noche al local pero Izzy está en casa, me dijo que tenía que terminar de preparar unas cosas. Supongo que se referiría a la limpieza, pero no estoy seguro —contestó aún de pie frente a mí.

—Oh, bueno, pues mejor vamos para el piso, ¿no?

—Claro. Vamos, te ayudaré con la maleta —ofreció cortés. 

—No hace falta que te molestes, pesa poco.

—Vamos, eres nuestra invitada, no vamos a dejar que trabajes, ¿sí?

—Gracias —sonreí aliviada.

Caminamos por el Sunset rumbo al apartamento donde vivían los miembros de Guns N' Roses. Duff me contó que llevaba un par de meses en la banda y que habían alquilado un apartamento grande porque les resultaba más económico y cómodo para ensayar. Parecía un buen chico, al menos es lo que me había demostrado en los pocos minutos que habíamos pasado juntos.

It's So Izzy |Guns N' Roses|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora