La precipitada boda de Billy además de para evadirme de mi rutina me sirvió para darme cuenta de una vez por todas de que mi vida era un completo desastre. Por mucho que intentase evitar de pensarlo ya no quedaba nada bien, todo se había corrompido. Ya no quedaba nada de la Mandy ilusionada que vino a San Diego buscando una gran mejoría en su vida, ni de la Mandy esperanzada que pensaba que en un lugar tan cerca de Los Ángeles podría recuperar a su amado Jeffrey. Todo se había roto, mi esperanza, mi alegría y hasta mi juventud. Había pasado años en una ciudad en la que me encargué de una banda que me llevó por el camino de la amargura. Así es, Tremor había acabado conmigo.
Primero habían sido los problemas con Tracey que en los últimos meses habían crecido hasta ser grandes como las cumbres que coronan el Himalaya. Había problemas en casa y en la banda por sus adicciones hasta tal punto que hace tan solo dos días se disolvió la banda. Robert y Emmanuel no podían aguantar el ritmo desenfrenado de Tracey. Ellos eran sus amigos y por eso le tenían que cuidar pero ya era demasiado. Ese era el segundo problema, la banda en la que tanto empeño había puesto se me había ido de las manos. Por el trabajo no había problemas pues podría ser mánager de otra banda pero no tenía ganas, no podía meterme con otra banda y pretender que no ha pasado nada.
Así es como acabé sola y destrozada, con ganas de desaparecer de la faz de la Tierra. Por eso tomé otra de mi abruptas decisiones. Renuncié a mi trabajo como mánager y abandoné mi apartamento de San Diego, donde dejé a un desenfrenado Tracey al cargo de sus amigos, quienes me habían prometido que le ayudarían con la rehabilitación costase lo que costase. Me daba pena dejarles, sí, pues en este tiempo les había cogido cariño. No eran una banda normal, eran mi banda pero aunque me doliese en el alma no podía quedarme allí dejando que mi juventud se consumiese como un malvavisco a la lumbre.
Tras presentar mi renuncia formal tomé mis maletas, las cuales ya llevaban listas desde hacía meses y me fui al único lugar donde no tendría que volver a tener mis maletas listas jamás, al mismo lugar del cual me marché hace ya la friolera de diez años. Esta vez volvería a mi amado Lafayette y no para unas vacaciones sino para instalarme allí, para recuperar a la verdadera Mandy. Volver a Indiana era algo que me llevaba planteando desde hacía meses pero no lo quería hacer pues supondría admitir que mi aventura californiana había sido un completo fracaso.
Lafayette había sido mi punto de partida y también tendría que ser el final. Me juré y me volví a jurar a mí misma que jamás trataría de cambiar mi vida mudándome a otra ciudad, que jamás cometería ese estúpido y doloroso error. En Lafayette sería feliz y no tendría que preocuparme por irme, era el único lugar del cual no podía huir pues nadie puede huir de sus raíces por mucho que lo quiera. Así es, en ese idílico pueblo de Indiana en el cual me instalé hace casi quince años, estaban mis raíces, las de la verdadera Mandy que debe resurgir de una vez por todas.
Por eso tomé mi coche y salí de San Diego tan pronto como pude, con las maletas llenas de ropa, enseres y recuerdos y mis ojos cristalizados. Era como un cristal estallado que se mantenía milagrosamente en pie pero este cristal ya se había roto. Odiaba llorar pero lloré hasta hartarme mientras conducía por las polvorientas carreteras americanas rumbo a Indiana. Para cuando llegué no me quedaban lágrimas, mis ojos estaban irritados. Necesitaba descansar y desconectar de mis pesares. Quería tumbarme en mi antigua cama y dormir durante horas como hacía durante mi adolescencia cuando me disgustaba con Billy y Jeff.
Recorrí las pintorescas calles de Lafayette hasta llegar al barrio donde vivía tía Molly. En las casas de fachada blanca seguían viviendo familias cuyos hijos jugaban en la explanada que quedaba entre las casas. La única diferencia es que esos niños ahora eran adolescentes y ya no jugaban en aquella explanada, ahora iban al parque o a cualquier otro sitio, como yo solía hacer cuando tenía esa edad. Tras dar un rodeo por el barrio aparqué frente a la casa de tía Molly y llamé al timbre. Llevaba mis llaves pero prefería no asustar a Molly si estaba en casa. La puerta se abrió y en cuanto me vio mi tía me abrazó.
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It's So Izzy |Guns N' Roses|
Fanfic¿Qué pasaría si te tuvieras que marchar a un país totalmente distinto al tuyo sin tus padres? Esta es la historia de Amanda Pérez, una chica española de catorce años que vive en la España de los años 70. Su vida cambia por completo el día en el que...