"Esta es Ángela, mi novia". Las cinco palabras más dolorosas que he escuchado en mis veintitrés años de vida. Sí, había huido hacia Los Ángeles solo para estar con Jeff, para vencer de una vez por todas los malditos obstáculos que hacían que nos fuera imposible estar juntos. Pero otra vez más, había sido demasiado necia por creer que todo iba a ser tan fácil como dejar todo e ir a una ciudad extraña para mí. No, eso solo funciona en la ficción, en la realidad es bastante más distinto pues existen los obstáculos en forma de terceras personas y eso era lo que había vuelto a pasar.
Traté como mejor pude esbozar una sonrisa lo más real posible para parecer feliz tras escuchar que Jeff tenía novia, pero mi propio veneno me consumía. Mi sonrisa se transformó en algo frío, tan frío como un carámbano de hielo, un gesto hierático que describía a la perfección cómo me sentía: rota, helada, perdida. Rota por todo lo sucedido, helada por mi propio frío interno, el frío helador de mi maltrecho corazón y perdida porque ahí ya no hacía nada. Había ido para estar con Jeff pero, ¿qué iba a hacer si ya no podía estar con él?
Erin me vio y al instante pensó en algo para librarme de la situación. Se levantó del sofá y me tomó del brazo para después anunciar su plan.
—Uy, mira lo tarde que es. Vamos a mi casa que te voy a dejar una falda que te va a quedar divina.
Asentí sin saber qué había planeado y salimos del apartamento sin tan siquiera coger mi bolso. Erin me llevó escalera abajo y no habló hasta que llegamos a la calle, tal vez para evitar posibles interrupciones por parte de alguno de los chicos. Se paró cerca de las escaleras y se sentó, inmediatamente imité su gesto.
—No te podía dejar ahí, se ve a la legua que estás sufriendo. Vamos, llora si lo necesitas o incluso puedes pegarme, desahógate —me dijo Erin firme mientras sostenía mis hombros para poder mirarme a los ojos.
—No quiero llorar, de verdad, no voy a solucionar nada. Es más, lo único que voy a provocar es que me estén agobiando con preguntas.
—Mandy, sé lo que te pasa y perdón por no haberte avisado sobre Ángela pero prefería que te enterases por él y no porque yo te lo haya dicho. Cuando te he visto llegar con Duff me he emocionado mucho, te echaba de menos pero no quería verte así. Y encima ahora estás peor pero es algo irremediable, Izzy iba a conocer a alguien tarde o temprano. Eso sí, como buena amiga que soy te digo que no van a durar mucho, esa mujer no me da buena impresión —relató Erin tratando de animarme.
—No te sientas culpable, la culpa es mía por huir de mi destino. Soy culpable por no haber venido a Los Ángeles hace cinco años cuando llegué de España y mis amigos no estaban o hace tres cuando Jeff me demostró que nuestro amor era correspondido. Tenía que haber venido entonces Erin, no ahora.
—Primero, no es tu culpa que el destino se haya cebado con Izzy y contigo. Segundo, tampoco tienes la culpa de que haya aparecido Ángela. No es porque sea la novia de Izzy y tú no pero no me acaba de convencer, pero ni a mí ni a los chicos. No les digas nada de esto, ¿sí? No quiero meterme en líos.
—Está bien —contesté algo más aliviada.
Justo en aquel momento llegó alguien muy conocido para nosotras, mi entrañable Billy. Sonrió al vernos y se unió a nosotras sentándose a mi derecha.
—Sabía que ibais a estar aquí.
—Ha sido Steven, ¿verdad? —preguntó Erin.
—Sí, pero no te preocupes, solo lo sabemos nosotros dos. ¿Quieres que te releve en el puesto de psicólogo? Creo que este es un buen caso para el Doctor del Amor Rose.
—Está bien, iré a casa a por la falda para Mandy. Ya que nos hemos escapado con una escusa estúpida al menos tendremos que quedar bien, ¿no?
—Gracias Erin —la abracé antes de que se levantase para ir a casa.
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It's So Izzy |Guns N' Roses|
Hayran Kurgu¿Qué pasaría si te tuvieras que marchar a un país totalmente distinto al tuyo sin tus padres? Esta es la historia de Amanda Pérez, una chica española de catorce años que vive en la España de los años 70. Su vida cambia por completo el día en el que...