CAPÍTULO 35 -REMORDIMIENTOS

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Desde aquel afectuoso momento con mi gran amigo Jeff, supe que mi estancia en Los Ángeles no iba a ser la misma. No me molestaba el hecho de que me hubiera besado, no, ni mucho menos. Lo que realmente me atormentaban eran las consecuencias. Todo acto conlleva una serie de consecuencias, independientemente del acto que sea, las consecuencias siempre están presentes. Esta vez, pese a haber sido partícipe de un bello momento digno de película romántica de los setenta, las consecuencias iban a ser horribles, como en una película de terror. Y todo esto lo pensé cuando vi mi mano adornada con la sortija de compromiso que Evan me regaló.

Había cometido un grave error al besarme con Jeff. Lo había disfrutado, sí, pero ahora la culpa me atormentaba. Había traicionado a Evan, había besado a otro hombre estando comprometida con él. Había quebrantado nuestra promesa, esa promesa en la que juramos fidelidad. ¿Por qué todo tiene que salirme mal? ¿Por qué siempre tiene que haber algo que me haga tropezar de mi rumbo? ¿Es porque soy idiota o porque la vida me la tiene sentenciada?

Las mismas preguntas volaban por mi mente aún estando tumbada en la cama. No tenía ganas de salir de ahí, al menos hasta que llegase la hora de irme al aeropuerto para encararme con mi propia traición. Y ese era mi mayor miedo, ¿qué le diría a Evan sobre el viaje? ¿Le debería decir la verdad u omitir ese último punto negro? Porque aunque fuese un simple beso, había hecho mella en mí. Me había hecho ser consciente de todo lo que hago y lo que ello conlleva. Una apertura de conocimiento un tanto agria que había llegado para molestarme.

Aún absorta en mis pensamientos, escuché cómo alguien llamaba a la puerta antes de entrar. Como si me hubiera leído la mente, Erin Hock entró a la habitación. La pelirroja, radiante, sonrió y se sentó al borde de la cama. Al verme algo ida no se lo pensó dos veces e inició la conversación, tan certera como siempre.

—¿Pensando en algo que te perturba?

—Sí, para qué mentir —me incorporé y quedé sentada, mi espalda apoyada en la fría y blanca pared de la habitación.

—Vamos, cuéntame. Izzy me contó que eres una chica muy madrugadora así que me ha extrañado que estuvieras todavía durmiendo.

—¿Qué hora es?

—Las diez y media. No es muy tarde pero viendo lo ida que estabas ayer por la noche no te podía dejar así.

Las palabras de Erin me hicieron sonreír. En muy poco tiempo se ha convertido en mi confidente, en alguien a quien poder contar mis inquietudes. Di un largo suspiro y la miré, buscaba una respuesta a su primera pregunta y no me demoré más en dársela.

—Estoy pensando en el beso con Izzy y que no sé qué decirle a mi prometido al respecto. ¿Y si me deja? No podría perdonármelo, y más aún sabiendo que es todo por mi culpa.

—Vamos Mandy, relájate. No tienes por qué contárselo, no creo que se lo tome bien. Bueno, pero eso depende de una cosa. ¿Qué tal se lleva con Axl y él?

—Piensa que son dos fracasados extravagantes y desarrapados sacados de un antro del averno.

—Vamos, que no son mejores amigos ni nada por el estilo.

—Creo que si pudiera los habría matado.

—Vaya con el señorito Evan, no me lo esperaba —Erin me miró incrédula.

—Pues ese es el problema Erin, si se entera le va a matar. Pero si no se lo digo la culpa me va a carcomer.

—Ya sé que te va a sonar muy cliché y peliculero pero haz caso a tu corazón. No soy quién para juzgarte puesto que te conozco desde el viernes así que no te voy a comer el coco. Te quedan unas pocas horas en Los Ángeles y quién sabe cuándo te podremos tener por aquí de nuevo así que ve guardando esa cara de angustia y ponte bien guapa. Vamos a dar un paseo por el Sunset Boulevard y después vamos a comer en un buen restaurante, yo invito. ¿Te parece?

It's So Izzy |Guns N' Roses|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora