Al acabar mi carrera universitaria de marketing un año antes de lo previsto una oleada de buenas vibraciones inundó mi ser. Rara vez te topas con la increíble oportunidad de recortar tus estudios, acabando así con una gran etapa de mi vida. Además de permitirme el graduarme un año antes de lo previsto me sirvió para ahorrar un dinero que me haría falta para el futuro. Claro que me costó un gran sacrificio hacer dos años en uno pero el esfuerzo valió la pena. ¿Qué podría salir mal si ya podía olvidarme de los problemas de estudio para centrarme más en preocupaciones más adultas? La respuesta es todo.
Todo es una palabra muy fuerte, pues engloba muchos conceptos dentro de una misma designación. Pero aunque en alguna ocasión llegase a rozar una exageración hiperbólica, mi estado actual lo requería. Aquella felicidad alcanzada durante el mes de septiembre del pasado año fue consumiéndose poco a poco, como la cera de una vela encendida por mucho rato. Mi dicha murió en mayo, momento en el que renació mi desesperación que, como siempre, se debió a la acción de alguien distinto de mi persona, y ese alguien fue Drake. Otra vez él fue el encargado de hacer añicos mi corazón y todas las buenas esperanzas que allí residían.
El amor es un sentimiento abstracto, no se puede tocar ni siquiera respirar por mucho que se empeñen las canciones romanticonas en promulgarlo. Se puede sentir, sí, pero como todo lo bueno de la vida por muy poco tiempo. Y eso es lo que me pasó a mí, que cuando me encontraba en lo más alto de la montaña del amor, caí estrepitosamente ladera abajo y sin frenos. Nuestra preciosa relación murió en mayo fruto de la incursión de una tercera persona en nuestra pareja, en concreto una estudiante de Bellas Artes que cautivó a Drake. Fui engañada, sí, tanto por Drake como por mi corazón por haberme permitido el enamorarme de la persona equivocada. Siempre hay que auto-culparse de los errores y aquella vez no había estado especialmente aguda.
La ruptura con Drake me había afectado, pero aún así me aferré a otras acciones de mi día a día que me permitían el seguir hacia adelante con una sonrisa. Uno de esos aspectos fue mi trabajo, aquel trabajo que me hacía feliz día a día pese a que algunos días acababa con mi energía. Después de finalizar mis estudios la única forma que me quedaba para ser útil en la sociedad era seguir contribuyendo a su estabilidad trabajando en el Margot, como hacía desde hacía cuatro años. Cada día acudía a mi puesto de trabajo con la mejor de mis sonrisas, trabajando lo más y mejor que podía. Cada día, hasta que lo último que me quedaba me abandonó, como todo.
Siempre recordaré aquella tarde de septiembre en la que perdí lo único que me daba ánimos para ser feliz. Me encontraba en la puerta del Margot, el cartel de CERRADO ya colgado en la puerta del establecimiento. Miré de nuevo aquel papel ya arrugado que seguía llevando en mi mano. El papel que informaba que estaba despedida. Desde hacía más de un año era consciente de los problemas económicos de Margot y el sacrificio que suponía mi sueldo para su economía. Sabía de sobra que algún día llegaría el día en que dejase de trabajar en aquella idílica cafetería pero no pensé que llegaría en el momento en el que peor estaba.
Me encontraba en un bucle, un bucle emocional. Mi vida era cíclica, pues cada proceso se repetía una y otra vez. Siempre empezaba animada, feliz y esperanzada por todo lo venidero. Cuando alcanzaba mi felicidad, ya sea por el amor o por la satisfacción tras una buena racha, alcanzaba el punto álgido del bucle. Lo que venía después era una caída en picado al pozo de la amargura, a la alienación plena. Ahora me encontraba en ese punto amargo del cual me costaría salir. Lo único bueno que me quedaba cerca era el poder dormir tranquila por tener un trabajo al que acudir por la mañana pero lamentablemente eso no era posible. Con mi familia en España, Molly en Indiana, Sarah concentrada en sus estudios y Billy y Jeff en Los Ángeles no me quedaba nada en lo que apoyarme.
Tras dar un largo suspiro, decidí olvidarme de mis problemas de alguna forma. Lo primero que hice fue guardar la carta de despido en mi bolso para después alejarme del Margot. Eran las ocho, hoy habíamos cerrado antes debido a que Margot quería anunciarme en persona que ya mañana no tendría que volver al trabajo y lo agradecida que estaba por mis años de trabajo allí. No quería volver a casa y ver allí a Sarah, quien me haría contarle todo lo acontecido en el día y consecuentemente, deprimirme aún más. Por eso dirigí mis pasos hacia uno de los muchos bares que había en la avenida. Entré en el Gateway, uno de los bares más cutres de la ciudad. Poco me importaba el estatus del local, con poder tomar una copa o dos a gusto me bastaba.
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It's So Izzy |Guns N' Roses|
Fiksi Penggemar¿Qué pasaría si te tuvieras que marchar a un país totalmente distinto al tuyo sin tus padres? Esta es la historia de Amanda Pérez, una chica española de catorce años que vive en la España de los años 70. Su vida cambia por completo el día en el que...