Capítulo 11. Joven y enamorada.

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Las luces de del jardín botánico son realmente hermosas. Todo está decorado a la perfección y es maravilloso de ver.
Estoy sentada bajo un árbol mientras recuerdo todo el caos de anoche.

...

Eda, espera. —Candice intentó detenerme pero yo no estaba en mi sano juicio— Eda, habla conmigo.

La ignoré y me vestí con un body negro de encaje, unos shorts de jean y mi chaqueta.

Cogí las llaves de lo que quedaba de mi coche y salí. Era una noche fría en São Paulo.

—Ed, por favor. —insiste Candice mientras me toma del abrigo.

—¡Ya! —grito ya cansada. Aunque me arrepiento al instante— ¿Es tan difícil entender que quiero estar sola?

La miro y ella niega con la cabeza, al parecer entendiendo.

—Lo siento, Can. —digo y sin mirar atrás subo al coche y manejo hacia donde sea.

...

Estuve no se cuantas horas llorando en el coche. Dos personas que me vieron de casualidad ya que en una mañana lluviosa nadie podría estar en la calle me preguntaron si necesitaba ayuda. Amablemente les dije que estaba bien.

Que culpa tienen los demás de mi desgracia.

Suspiro mirando la hora en mi móvil, las 8:30 p.m
Estuve todo el jodido día sentada bajo el árbol pensando, torturandome a mí misma, analizando y también llorando de vez en cuando. Faltan algunas horas para la navidad y yo estoy segura de pasarlo aquí, bajo las estrellas y iluminada por las luces del hermoso parque.

Pienso en qué hubiera pasado si nos hubieran dicho la verdad desde un principio. Si me hubieran dicho que mi hermano estaba vivo, si le hubieran dicho a él que yo estaba viva. Tengo miles de preguntas que no tienen respuesta, no hasta que lo encuentre, y eso tal vez hubiera sido posible si Justin no intervenía.

Mi móvil suena y veo en la pantalla que es Wanda.

¿Si? —intento ocultar mi irritada voz.

¿Mami? —siento la voz me mi niña y mi corazón se llena de ilusión.

Gracie, hola, cariño. —sonrío aunque ella no pueda verme. No tiene una idea de lo bien que me hace oír su voz— ¿Cómo estás? ¿La estás pasando bien?

—¡Si! Con Amelie decoramos el árbol unas noches atrás y ya acabamos de cenar y debo ir a dormir. —me cuenta muy encantada.

Oh, eso es genial, cariño. — aunque no pude evitar que un nudo se formara en mi garganta— ¿Le-le has hecho una carta a Santa?

—Si, le he pedido una bicicleta y un jueguete para Esther. —la oigo chillar al final.

Es-eso es grandioso, cariño. —paso una de mis manos por mi frente— ¿Crees que puedas darme con Wanda?

—Oh, si, la llamaré. —la escucho gritar "abuela", entonces sonrío. Se que Wanda le exige que la llame así. —En un minuto viene.

—Vale. —trato de sonreír y no se por qué.

He hablado con Jonathan también. —sigue hablando— Se oía algo triste, al igual que tú.

—No estoy triste, pequeña. — c ierro mis ojos.

San Pablo. (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora