Capítulo 38. Desgraciada.

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-Coño, Justin, ¿Y le has atendido? -pregunté totalmente intrigada y al mismo tiempo molesta.

Esta tipa no se cansa.

-No, no lo he cogido. Lo vi cuando terminamos el partido. -me contestó.

-¿Y hasta ahora me lo dices?

-Es lo mismo, Ed. De todas formas no he hablado con ella.

-¿Vas a llamarle? -pregunto mordiendo mis uñas. Es un hábito que dejé cuando tenía doce años, no entiendo qué hago haciéndolo ahora.

¿Ansiedad, quizás?

-¿Cómo crees? -frunce el ceño.

-Justin, necesitamos cazarla, ¿Lo olvidas?

Justin gruñe algo que verdaderamente no entendí.

-¿Disculpa? -me crucé de brazos y lo miré mal.

-No me pongas esa cara, Eda. -escupe y se levanta molesto.

-Y ahora te enojas... -asiento con la cabeza mientras me cruzo de brazos.

-¡¿Por qué cojones estamos discutiendo por esto, Eda?! -me grita.

-¡¿Por qué me estás gritando?! -le grito también.

Se pasa una mano por la cabeza muy frustrado y suspira. Al parecer se calmó.

-Sólo quiero que esa desquiciada salga de nuestra vida. -ve hacia abajo.

-También yo. -murmuro.

Cuando Justin se retiró no pude quedarme de brazos cruzados. Busqué en su bolsa su móvil por alguna parte, pero un ruido extraño me sorprendió desde el suelo. ¡Bingo! Allí estaba. Se habrá caído cuando dejó la bolsa allí.

Busqué sus últimas llamadas y vi un "Desconocido" como llamada perdida.

Mordí mi labio y pensé un millón de veces si hacer esto o no. Justin se pondría furioso. Pero hay que enfrentarlo.

Te vas a quemar, niña.

Correré el riesgo.

Sonó algunas veces más hasta que alguien lo cogió.

-Que bueno que me devolvieras la llamada, cariño. -contesta ella y yo ruedo los ojos- Creí que no querías hablar más conmigo.

-Mala suerte, hermana, porque soy yo. -contesto con una gran sonrisa al oír que bufó.

-¿¡Qué quieres!? -me grita.

A mi no me grites, zorra psicótica! -le grité también y ella se quedó muda- Sí, se lo de tu enfermedad, Ana. Déjame ayudarte.

-¿Sabes cómo puedes ayudarme? -responde normal. Pero se que se está resistiendo- ¡Muriendote! -me grita y cuelga.

Gruñí y arroje el móvil a la cama, por suerte no rebotó. Me tomé del cabello y jale de mi cuero cabelludo un minuto.

Mierda, Ed. No seas tan nerviosa.

Suspire para intentar calmarme.

Siento que esta mierda no va a acabar nunca más.

Bajé las escaleras y me crucé con Maya. Me pidió que coja a Milo por un rato mientras ella va al baño. Con gusto, tomé a mi sobrino y le di algunos besos, lo cual él se quejó un poco. Me encanta molestarlo.

Milo comenzó a hacer ruidos extraños de bebé. Comenzó a tocar mi rostro con su pequeña mano y mi corazón se hincho de tanto amor que sentí en ese momento. Dios, es la viva imagen de Eric.

San Pablo. (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora