El Rey.

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Sobre la montaña se alzaba el primer reino de los cinco últimos territorios habitables de Rhydyceos , un enorme castillo de altos muros en el centro de la ciudad protege la mayor reliquia deseada por siglos antes de la era nueva; su rey era tan indescriptible como el propio lugar, un hombre corpulento de ancha espalda y rígidos hombros, con la melena abatiéndosele a los costados hasta confundirse con su misma barba negra y gris que le daba un aspecto de ser mayor de lo que realmente era.

Llevaba a penas diez años en el trono, considerado el rey joven entre aquellos que le siguieron, conocido como aquel que se debatió la vida contra los últimos dragones nacidos en el sur del terral, en donde su padre el rey sabio perdió la vida gracias a la flecha del infierno, la que le atravesó la garganta cuando acabó con el último de los herederos del sur.

Ezequiel, el joven príncipe tomo el trono con dolor y llanto en los ojos, juro defender las esferas que rodeaban la montaña, tomó la flecha dorada y la colocó en un pedestal a la espalda de su trono, para recordar su triunfo y su desdicha guardada en una sola arma, fue como la ausencia de guerra siguió los siguientes años.

El trono se alzaba desafiante sobre el centro del salón mayor, no cualquiera podía acceder a él, ni siquiera en los eventos de más importancia del reino, no podía ser tocado a menos que el rey mismo diera su aprobación, ni tan siquiera el rey podía comprender en lo absoluto la razón de que aquello fuera tan exagerado, «no es por el trono mi señor, es por aquello que usted a colocado a espaldas suyas» le dijo su escudero de más confianza, aquel instrumento se dice había sido deseado durante tanto tiempo, si alguien lo llegara a obtener tendría el poder de derrotar a cualquiera y obtener el poder de las cofradías y del reino mismo.

Ezequiel dudaba de las palabras de los fieles que con frenética ideología recitaban versos acerca de aquel objeto como si fuera sagrado, el respeto siempre fue parte de él y fue gracias a eso que jamás respondió con desagrado aquellos comentarios.

Sin batallas que luchar, la soledad empezó a golpear al rey cuando una oportunidad llego hasta la puerta de su reino, jamás había aceptado alguna oferta de aquel tipo, las mujeres con las que compartía el lecho de vez en cuando eran jóvenes de su corte bien adiestradas para cumplir con los deseos del rey, jóvenes educadas para la satisfacción del cuerpo, pero jamás del alma, fue por aquello que aceptó la invitación a la comunidad de Alexandria Lord Rick Grimes era el gobernante encargado de mantener el orden en aquella cofradía, la más grande después del reino y la más favorable en cuanto intercambios se decía, el apoderado no dudó en partir el mismo día que la invitación había llegado.

Algo en su interior le quemaba, gritando como jamás había sentido en su interior, como caballos desbocados buscando desesperados un lugar cálido, era lo que Ezequiel buscaba, sabía que Alexandria era el lugar indicado para encontrar lo que tanto esperaba.

Media noche era el nombre del caballo del rey, negro azabache como la misma melena de su jinete, cabalgaron por un día entero hasta el lugar, que levantó las gigantescas puertas de metal y madera para permitirles el paso.

Las banderas del rey ondeaban en las altas astas del alcázar empedrado de tono gris casi negro que se perdía entre la nieve del verano, en aquella temporada el clima era frío aún más de lo que se podía sentir en la montaña, el viento soplaba con fuerza los copos diminutos de hielo que picaban la piel si no se cubría con gruesas pieles.

Lord Grimes los recibió, aquel hombre era atractivo con ojos azules que daban un efecto de parecerse a la nieve que a las afueras les esperaba, la piel nívea y suave a la vista, con los cabellos rubios castaños ondulándole sobre la frente, era tan atractivo que fácilmente podía dominar a cualquier mujer que se le antojara tener pero existía una que siempre le había causado problemas, su hermana, la bella y rebelde Carol, nacida unos años antes que él, jamás había podido hacerle entender la importancia del linaje y la raza y era por ella precisamente que la visita del rey era posible. La mujer de la que tanto le habían hablado, no lo esperaba precisamente con alegría e ímpetu.

The Secret of the Kingdom.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora