Destellos esmeralda.

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Sostenía la copa de vino en la mano, el brindis del rey quizá no era tan alegre como antes, Ezequiel la miraba del otro lado de la amplia mesa con alegría como cuando se contemplan los primeros rayos de sol cada amanecer o las primeras brillantes estrellas en la noche.

Rick a su derecha bebía la tercera copa, la responsabilidad se le había subido de nuevo de forma inmediata esa misma mañana cuando Ezequiel le pidió que volviera de inmediato a Alexandria, ya estaba todo empacado, solo faltaba Ser Grimes y un grupo grande que serviría de escolta por si llegaran aparecer obscuros o caminantes.

Carl repuesto disfrutaba de su cena junto a Carol y su pequeña hermana quien sentada en la silla alta parecía ser la única divertida arrojando el puré de regaliz dulce que odiaba, Enid a su lado intentaba reparar todo el desorden sin lograrlo.

Una cena familiar íntima rodeados de guardias que vigilaban cada bocado que la familia real daba.

—Por la pronta llegada de la paz —dijo Ezequiel tomando su cáliz y levantándolo.
—Por la paz —dijeron los demás al unísono y uno a uno se fueron retirando, dejando solo a la pareja real.

Carol volvió a sentir el escalofrío recorrerle había pasado tanto tiempo lejos de los brazos de Ezequiel que no dudaba en que él quisiera poseerla de nuevo ahí mismo en la fina madera de la mesa, desvío los ojos para no encontrarse con los del rey pero fue tarde.

Ezequiel la tomo de la mano para ayudarle a levantarse, pasó las manos por su fina cintura y se acercó aún más a ella, la sangre se calentó en el cuerpo de Carol, el hombre sabía lo que debía hacer.

Las manos subieron hasta su rostro, Carol intentaba respirar con tranquilidad para no tirarse a llorar, Ezequiel seguía acariciandole el cabello con suavidad, no decía nada, Carol sabía lo que él quería, cerró los ojos de nuevo y dejó que su esposo le besara los labios, pasaba los dedos por el cuello, la lengua húmeda por los pliegues de sus oídos, se aferró a su cintura con fuerza y parecía que con cada beso deseaba devorarla más y más cada vez, rompió el escote de su vestido y beso con pasión sus senos, mordisqueando los rosados pezones que se erizaron al contacto con su boca.

—Qué sucede —Ezequiel se detuvo al notar el rostro enrojecido de Carol —mi amada luna te he hecho daño.

Carol negó con la cabeza, se limpió el llanto con la mano derecha y con la izquierda cubrió sus labios.

—Perdóname —dijo con la voz más cálida que logró sacar —ten piedad y perdóname.

Salió del salón con el vestido abierto y las manos en el rostro, subía cada peldaño sintiéndose lo peor, atravesó el pasillo sin percatarse de quien pudiera notarla, el llanto le nublaba los ojos, apenas alcanzaba a distinguir a donde es que se dirigía, no se detuvo hasta llegar a lo más alto de la torre, el viento le golpeó el rostro, para ella fue como recibir un soplo de vida se quedó inmóvil sujetándose con ambas manos a la orilla, respiraba con tranquilidad alejada de todo, de todos se sintió libre un momento, enteramente feliz como cuando cabalgaba con su yegua en Alexandria, o lanzaba la nieve al aire mientras sonreía y cantaba, todo era tan diferente ahora, complicado por qué sabía lo que quería pero no podía tomarlo.

Se quedo sentada mirando la llegada de las estrellas, tomándose de las rodillas tirada en el suelo como una chiquilla que se esconde de su aya cuando intenta hacerla comer el asqueroso regaliz que odiaba tanto como su sobrina.

—La luna se ve tan diminuta desde aquí —la voz hizo a Carol dar un sobresalto —tranquila su alteza que no es mi intención asustarla.

Michonne tomó el lugar a su lado —no deberías mortificarte tanto Carol, las cosas tarde o temprano caerán en donde deben y todo estará en el lugar correcto.
—Yo no lo estaré —dijo sin despegar los ojos del paisaje —mi lugar siempre será este, con Ezequiel, en el reino, en este castillo que me resguarda.
—Realmente es lo que deseas...
—Sabes que no, te lo he dicho, amo a Daryl aunque no pueda verlo, o hablarle, o escapar con él lejos de aquí.
—Quizá puedas hacerlo, bueno ahora no por lo que se avecina, pero una vez que esto acabe podrás tomar tu decisión, puedes seguir a quien tú quieras, el rey no podrá impedírtelo.
—Pero los lazos...
—En serio crees que Ezequiel deje de tomar los ingresos de Alexandria solo por qué su mujer prefirió a alguien más —la miro levantando una ceja —no querida deja eso a un lado, toma tus decisiones, las oportunidades y a ese hombre que de verdad te quiere a su lado. —Sonrió
—Crees que Daryl realmente me quiera
—Por supuesto que sí —levantó un mechón de su cabello —es lo único que quiere en su vida. Y lo tendrá por qué él es así, por qué todo conspira para que sea así, tú eres de él y él te pertenece —levantó una mano al cielo — Elen síla lúmenn' omentielvo —dijo tomando las manos de Carol. —Me entendiste cierto.

The Secret of the Kingdom.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora