Gélido.

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Jamás le había importado el frío, su cuerpo cálido siempre había conservado su temperatura pero esa mañana el fresco la despertó, el hombre a su lado aún dormía, a penas se había sentido cómoda mientras cabalgaba sobre las praderas nevadas de Alexandria cuando el viento la beso y abrió los ojos para darse cuenta solamente de que aquello era un sueño y seguía ahí, en la cama del rey.

Ezequiel abrió los ojos y la miro, la sonrisa fue inmediata al recordar la noche que habían vivido, o que había imaginado sin saber que era una simple alucinación, Carol disimulo y miro a otra parte mientras se cubría con las mantas su cuerpo desnudo así también cubría lo que había hecho, el rey la miraba como si fuera lo más hermoso y frágil que en su vida haya visto, se acercó con sigilo y le beso el hombro derecho, Carol no logró evitar el contacto visual, parecía que había estrellas en sus ojos, que la miraban no con deseo, ahora era algo más, algo que estremeció a Carol por completo por qué estaba segura de que sus ojos no brillaban igual.

—Tal vez es precipitado, quizá me creas un loco, pero no quiero que pase un día más sin que estés a mi lado. —Ezequiel tomó la mano de la mujer no pudo seguir sosteniendo la manta y dejó al descubierto su pecho — Carol es mi deseo que seas mi esposa, que formes parte de mi reino como mi reina, ven conmigo a la montaña, gobierna a mi lado.

Carol sentía un fuerte nudo en la garganta, tenía que responder en aquel momento, era el rey, no podía darse el lujo de rechazarlo, la señalarían el resto de su vida, quizá su hermano la condenara a una celda y jamás vería de nuevo la luz del día, tenía que aceptarlo, por qué era su obligación.

Levantó el rostro y lo miró directamente, intento que la sonrisa pareciera real, su mano le acaricio la mejilla, no lograba ver maldad en él, quizá con el tiempo llegara a amarlo, a desear su compañía, sin duda él la protegería y no le haría falta nada en el reino viviría llena de lujos, riquezas, no tendría que hacer nada más que vivir y acostarse con Ezequiel, quizá darle hijos; se quedo meditando aquello, hijos...

—Sería un enorme placer ser su esposa mi señor.

—Carol me haces tan feliz, pediré que se arregle todo de una vez así podremos volver a la montaña mañana a primera hora, no me arriesgaré llevándote en la obscuridad —le tomó el rostro por la barbilla —entonces tomaremos los votos de inmediato, te parece bien.

Carol afirmó con el rostro, Ezequiel la beso de forma ligera en los labios, ella correspondió apenas sin cerrar los ojos; lo vio ponerse de pie, su cuerpo parecía atlético, los músculos enmarcaban su espalda, era un hombre en todo sentido, suspiro y volvió la vista a la ventana, un rayo de sol se colaba por entre las nubes, la nieve había cesado y a fuera un paisaje completamente blanco le daba los buenos días.

—Ayudarás a la gente de Alexandria —escucho que Ezequiel le decía, volvió la vista hasta él, llevaba ya la camisa puesta. —Cuando seas reina, podrás contarme si es que hay carencias aquí.

—Tendré que dar una vuelta por el pueblo, platicar con la gente, enterarme de sus necesidades.

—Pues debes darte prisa mañana dormirás ya en tu reino.

Carol medito las palabras, quería echar a llorar por todo aquello pero debía demostrar su valor, el que ya no era una niña, ni siquiera una jovencita mimada, ahora era una mujer y estaba por casarse con un rey.

Deanna le preparo el baño, esencia de azahar y bálsamo de miel para suavizar la piel, solo dentro de la tina se permitió llorar libremente, entre el calor del agua que acariciaba su figura. El aya no decía nada, sabía bien la razón, todos en Alexandria ya lo sabían los rumores corrían rápidamente, todos se habían alegrado al saber que sería la próxima reina, la gente de la comunidad realmente la quería, Carol siempre era amable, cariñosa y buena persona, le gustaba ayudar a quien podía, les cocinaba a los ancianos y de vez en cuando cuidaba de los enfermos, todos estaban muy felices por ella sin conocer realmente la verdad, que ella no deseaba aquella vida.

El vestido verde botella le arrastraba hasta el suelo, entre dos criadas debían levantarlo para que pudiera bajar las escaleras en donde Ezequiel y Rick la esperaban ambos con una extensa sonrisa en el rostro; tomo el brazo del rey y caminaron hasta el salón que por segundo día consecutivo se encontraba a reventar de pueblerinos y gente que deseaba felicitar a los futuros esposos.

—Mañana partiremos a la montaña —levantó la voz el rey y todos guardaron silencio —y debo darles la noticia —tomó la mano de Carol entre las suyas —he decidido tomar a Carol como mi esposa —miro a la concurrencia y levantó las manos unidas —están mirando a su futura reina.

La gente comenzó a aplaudir, unos más gritaban de emoción, pero en el rostro de todos solo se notaba alegría, Carol los podía notar, a excepción de Jessie y Deanna quienes la veían desde atrás con los ojos tan llenos de lastima que casi cae sobre sus rodillas a llorar, pero respiro con fuerza y se concentró en su pequeña sobrina que jugaba con la campaña de una cabra que le habían obsequiado. La niña era tan hermosa y tan libre que deseo poder ser ella, volver a nacer, ser libre de nuevo por qué después de ese día tendría que olvidarse de su libertad, por siempre estaría en la mira de alguien, siempre sería señalada y admirada. Querida u odiada.

Pidió pasar a solas la última noche en su habitación, quería guardar cada detalle de aquel cuarto en donde había crecido, jugado, amado y soñado con recorrer la tierra a caballo, irse lejos, ahora estaba a punto de irse pero todo era muy alejado a su sueño.

—Solo vine a decirte que te agradezco todo lo que estás haciendo —entro Rick con su pequeña hija en brazos, Carol tomo a la niña sin pedirla a su padre —es lo mejor para todos Carol, tú lo sabes bien, tú tendrás todo y yo...

—Una oportunidad —le interrumpió —esta bien Rick es lo que quiero, Ezequiel es buena persona sabrá hacerme feliz solo espero estar a su altura.

—Por favor Carol eres la mejor mujer, serás una estupenda reina —sonrió de forma sincera — eres la mejor tía y la mejor hermana.

La niña cabeceaba en los brazos de su tía. —Irás a visitarme seguido cierto —acaricio el rostro de la bebé —los extrañare demasiado.

—Desde luego que estaremos ahí muy seguido. —Se acercó a ella y le beso la mejilla. —Le pediré a Jessie que venga por ella, creo que quieres estar un rato con tu sobrina.

Carol agradeció ladeando la cabeza y miraba a la niña, tan hermosa y apacible, la piel le brillaba como los copos de nieve que caían en invierno, las pestañas negras y espesas rodeando unos ojos grandes, como los de su madre, la recordó un momento, Lori había sido una buena mujer, una amada madre al menos con su sobrino el mayor pues murió dando a luz a la pequeña Judith.

—Prométeme que la cuidaras —le dijo en su lecho de muerte mientras la sangre llenaba con rapidez las sábanas blancas —prométemelo Carol, por qué si Rick se entera...

Y cayó en un sueño eterno, pasó días tratando de averiguar qué quiso decir Lori con aquel ultimo comentario, no se explicaba hasta que la niña abrió los ojos, ni grises, ni azules, un color avellanado como nunca había visto en su familia, entonces lo entendió la niña no era hija de su hermano, no era su sobrina de sangre, pero quien lo sabría, nadie jamás se fijaría en el parecido, todos dirían "se parece a su madre" y con eso bastará, ella guardaría el secreto de su amiga fallecida y al mismo tiempo resguardaría el honor de Rick de habladurías baratas.

Se recostó a su lado y por un momento volvió la paz a ella. Cuando llegó Jessie por la niña Carol se encontraba en un pesado sueño profundo del que no fue despertada.

The Secret of the Kingdom.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora