Imborrable.

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Apenas si notaba la diferencia en su vida, Carol seguía siendo la misma mujer de siempre, a ratos sonriente, a ratos el llanto quería aparecer pero procuraba que nadie lo notara, era la líder de un país entero, tenía que demostrar su poder, al menos que así lo creyeran las personas que al verla pasar se inclinaban más de lo que ella hubiera querido, incluso le reverenciaban más que al propio rey, a veces pensaba en que la gente del reino le temía y por eso era que se comportaban así, pero ella que daño podría causarles, al contrario lo único que podía pensar era en ayudar a la gente que lo podría requerir.

Su alcoba ahora era del doble del tamaño de la que un día ocupó en su hogar en Alexandria, las paredes tapizadas de vivos dorados y cuadros bellos que algún gran artista había pintado seguramente para Ezequiel de forma personal, quizá algún día habría uno con su rostro, uno en donde se le viera ocupando el trono, el lugar más importante. Suspiro y se dejó caer en la almohada, cerró lo ojos y volvió a recordar su noche de bodas que apenas hacia unos días había tenido, la piel se erizo al recordar las caricias de Ezequiel, recorriéndole el cuerpo, aquel hombre realmente sabía cómo tratar a una mujer, era dulce y gentil al tocarla, pasaba apenas las yemas de los dedos por el cuerpo desnudo de Carol que no podía seguir negándose más, ahora era su mujer y tenía que hacerlo.

Ella también sabía lo que tenía que hacer, dejó caer la capa del rey al piso, pasó las manos por los prominentes pectorales, no había duda de su galanura, de su porte, de lo atractivo que era, dejó que la saliva se llevará el nudo de su garganta y siguió, uno a uno los botones de la camisa del rey fueron dejando al descubierto el tono atezado de su piel, la hebilla del cinturón le encrespó los poros cuando la sintió cerca de su cintura, dejó caer las ropas al suelo, Ezequiel dejaba que fuera ella quien lo guiará en el camino que Carol no quería atravesar pero que tenía que culminar.

Fue el turno de él después, recorriendo cada pliegue del vestido con las manos ansiosas, el corsé liberó su pecho, la miro completamente desnuda, le parecía tan hermosa, perfecta como las flores que tanto amaba, le beso los labios con dulzura jamás se le hubiera ocurrido pasar la lengua entre los labios de Carol y no lo hizo, lo que ella realmente aprecio, Ezequiel manipulaba su figura entre cerrando los ojos en ocaciones mientras ella los mantenía apretados con fuerza para no ver lo que sucedía, imaginaba que paseaba por las colinas, que cabalgaba en su caballo, al que extrañaba en Alexandria, imaginaba a Daryl tocándola de nuevo, haciéndola suya, era entonces cuando la pasión se subía a ella y comenzaba a moverse con intensidad, pero no estaba haciendo el amor con el rey, hacia el amor con Daryl, lo deseaba, lo tocaba y lo besaba solo a él aunque fuera solo su imaginación.

Un golpe fuerte en la puerta la despertó de sus recuerdos, abrió los ojos rápidamente y se puso de pie de nuevo, alisándose el vestido y sacando de su mente los restos de aquel recuerdo que le acompañaría quizá por siempre.

—Carol —escucho la voz detrás de la puerta.

Ella atendió de inmediato y abrió, el chico la miraba tranquilo a su lado la joven de cabellera larga la observaba con cautela.

—Carl, que sucede, quien es ella. —La estudio con detenimiento.

—Podrías ayudarla, es una chica del pueblo pero no tiene un asilo, me eh ofrecido a protegerla al menos hasta que el clima mejore.

Carol le devolvió la mirada a su sobrino, parecía tan Maduro hablando de aquella forma como si los años de pronto le hubieran caído, no había sido la única a la que le habían cambiado la vida y sin embargo no lo había notado hasta tener a Carl frente a ella.

—Cuál es tu nombre —pregunto Carol buscándole el rostro que escondía de forma discreta.
—Soy Enid mi señora —una reverencia y un vistazo rápido a su rostro fueron el saludo.
—Como es que llegaste hasta aquí.
—Eso lo podría responder yo tía, la conocí cuando me escape al pueblo, por favor no la eches de aquí.
—No lo haré Carl por qué piensas eso, jamás e tratado mal a nadie, no comenzare a hacerlo solo por qué me convertí en...reina.
—Le suplico su alteza solo serán unos días —dijo la joven tomándose las manos a sí misma —no molestare y podría si usted así lo desea encargarme de algún trabajo aquí en el palacio para pagar mi estancia, no sé muchas cosas pero estoy dispuesta a aprender lo que sea.

Carol suspiro, los ojos claros de la chica la observaban con piedad en ellos.

—De acuerdo, llévala con Deanna que le asigne un trabajo y después una de las habitaciones si cuestiona algo al respecto solo dile que es una orden directa de la reina y que es mi voluntad así ya no dirá nada más.

—Gracias —dijeron al unísono los jóvenes 
Los vio partir de forma alegre, podía sentir como Carl sentía algo por la chica, reconocía bastante bien el amor cuando lo veía.

The Secret of the Kingdom.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora