The Secret of the Kingdom.

Ezequiel.

Nunca le pareció algo sencillo, jamás lo pensó así cuando tomo el lugar del rey y comenzó a gobernar, era admirado desde luego y eso le abría puertas, el solo buscaba dar lo mejor de sí para que a su gente no le faltará nada, muchas personas inocentes perdieron la vida en la última batalla y él lo sabía bien, algunos hijos jamás volvieron a ver a sus padres y lo peor es que no tenían una tumba en donde llorar, no una como la que él tenía en donde los restos de su padre descansaban.

Justamente frente a la tumba de su padre solía pasarse el día junto a su fiel compañera la hermosa felina, después de haber leído nuevamente la interminable lista de peticiones de la gente del pueblo: semillas, tierra, hierro.
Ezequiel tenía buenos lazos comerciales con las comunidades, lograba obtener aquello de forma sencilla, pero hacía unos meses algo le inquietaba aunque no solía decirlo, prefería guardarse todo para él, hasta estar seguros de lo que sucedía, era un hombre pacífico a pesar de haber crecido en medio de una guerra, solo buscaba que aquello jamás se repitiera pero temía por algo.

Hacía tiempo que los caminantes se acercaban a sus tierras, sus soldados trabajaban cada vez más en las afueras del reino para que la gente no se percatara de aquello, no quería que se inquietaran que pensaran en el riesgo que aquellos seres implicaban, él sabía lo que significaba alguien estaba detrás de todo eso pero no sabía cómo averiguarlo, no quería comenzar nada que no supiera con seguridad como iva a terminar.

—Su alteza disculpe que interrumpa sus pensamientos —Ezequiel seguía perdido en sí mismo.
—La reina acaba de salir del palacio. —Dijo el sargento, Ezequiel de inmediato volvió el rostro a él.
—Que has dicho Richard, la reina hizo qué.
—Ella y su sobrino tomaron un carruaje y salieron al pueblo.
—Algún guardia iva con ellos. —Lo miro con intriga, Richard suspiro antes de continuar.
—Solo Benjamín —titubeo —y el escudero del chico, además la joven que comenzó a trabajar hace poco.

Ezequiel torció la boca, aquello le parecía más una salida familiar que algo realmente importante.
—Por qué no fui informado con tiempo. —Frunció el ceño. —Debieron detenerlos y mandar a una guardia completa, es la reina, acaso sabes del peligro que corre.

Richard bajo la mirada —lo sé mi señor, pero yo tampoco había sido avisado hasta hace poco cuando noté que faltaba un carruaje.

—Ve a buscarlos —se acercó más al hombre —sé discreto no quiero que hagas un escándalo no se te ocurra ser duro con Carol o tendré que relegarte, si se niega a volver entonces envías un mensaje y ya veré yo lo que hago pero tú no.

Richard atendió la orden sin reparos, tomó su caballo y salió en su búsqueda, Ezequiel se quedo meditando ahora sobre su bella esposa, a pesar de que él le daba todo el espacio y tiempo posible, seguía sintiendo a Carol distante e indiferente ante su presencia, le molestaba tener que ser él quien la buscará cada noche para perderse entre sus caricias forzadas, claro que se daba cuenta de que ella no lo deseaba, pero él, la amaba con desesperación, era un sentimiento tan Poderoso que no podía controlar, no quería hacerle daño, ni forzarla a nada, pero no podía detenerse al tenerla desnuda bajo sus manos, la suave piel de Carol era única, jamás sintió una suavidad como lo era aquella, se reprochaba a sí mismo por no poder detenerse, por saber que ella realmente lo estaba rechazando y aún así él continuaba, haciéndole el amor cada noche.

Quería darle todo, pero no sabía cómo, había llevado a su familia al palacio, le mostraba interés en sus deseos, pero ella siempre terminaba alejándose sin decir demasiado, que por lo general era un sí a todo que lo dejaba más en desacuerdo.

Tenía que pensar en la forma de tener su corazón, no sólo su cuerpo, sabía que sería difícil pero realmente lo deseaba, lucharía por conquistar su alma.