Metal oxidado.

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[Casa de Alex,21:32 de la noche]

-Entonces, solamente debo quitar una pieza ¿verdad?- pregunté, quitando una pieza del juego llamado Jenga.

-Sí, pero si la pieza que has quitado tira a las otras pierdes- explicó Alex.

-Que juego tan complicado- susurré, quitando por fin la pieza- ¡Lo hice!

-Muy bien, ahora es mi turno- habló Alex, acercándose más al juego para elegir cual sacar.

Nos encontrábamos en la habitación de Alex, sentados en el suelo jugando esa cosa llamada Jenga, había escuchado de este juego en la televisión, pero no pensé que fuera tan complicado quitar tan sólo una pieza. Además de que tuve que entrar por la ventana y no por la puerta, ya que suponía que nadie se alegraría al ver mi presencia.

Y sí, fue algo incómodo estar juntos en un lugar los dos solos, después de ese repentino beso en la rueda de la fortuna me disculpe y nos sentamos en nuestro respectivo asiento, esperando en silencio a que el juego se acabara. Después se eso, Alex me invitó a su casa para jugar un juego de mesa, tal y como yo había prometido, siempre iría a su casa todas las noches para jugar con él, y no hablaba de una manera pervertida, sino de pasar tiempo juntos y entretenernos con cualquier cosa.

-¡Listo, ahora te toca a ti!- dijo Alex, con una pieza en sus manos.

-Bien, pero te advierto que no soy bueno en esto y hay una gran posibilidad de que haga explotar las cosas a mi alrededor- advertí, poniendo toda mi concentración en ello.

Me mantuve en silencio y saqué con cuidado la pieza, hasta que la pequeña torre comenzó a moverse y al final se cayó y me alejé con lentitud, teniendo una cara de completa seriedad.

-Este... Lean no te alteres- susurró Alex, levantando sus dos manos y acercándolas con lentitud a mi rostro.

-¡¿CÓMO MIERDAS ES POSIBLE QUE SE HAYA CAÍDO LA PUTA TORRE?!- grité con fuerza, respirando con rapidez y haciendo explotar las piezas del Jenga.

-¡Lean tranquilizate!- gritaba exaltado Alex.

-¡No me voy a tranquilizar, este juego era tan sencillo, solamente quitar una pieza y no tirar la torre!, ¡¿pero que pasó?!, ¡La puta torre se tuvo que caer!- me levanté del suelo y me tomé el cabello.

Alex también se levantó del suelo y se me acercó, para tratar de tranquilizarme, aunque era algo complicado, ya que yo era algo compulsivo.

Me moví de un lado a otro por toda la habitación, gritando incoherencias que nisiquiera yo entendía y de vez en cuando me relajaba, tomaba un respiro para de nuevo gritar y alterarme.

-L-Lean, creo que estás exagerando- dijo Alex, con cierto nerviosismo en su voz.

-¿Exagerando?, Alex creo que no me conoces, yo siempre soy exagerado en todos los aspectos, a veces pienso que las arañas son gigantes, pero eso sólo pasa aquí...- toqué con mi dedo índice mi cráneo- ....en mi mente.

Alex puso sus manos en mis mejillas y sonrió con timidez, yo me mantuve en silencio, dejando de lado mi exagerado mal humor.

-Lean, sólo es un juego, no es algo importante del cual tengas que gritar- susurró Alex con calma, acariciando mi rostro con sus dos manos.

"Tus ojos se ven tan calmados, sin ninguna preocupación, eso es demasiado injusto Alex.

Yo aún te amo y tú pareces no darte cuenta sobre eso, como si no te importara"

Me alejé y quité sus manos de mi rostro, ya no quería estar ahí ni un segundo más. Alex frunció el ceño al verme alejarme y acercarme a la ventana.

-¿Ya te vas?- preguntó Alex, acercándose a mi.

-Si, ya es muy tarde y Antonio me va a matar- abrí la ventana y miré hacía abajo.

-Esta bien, ¿Mañana nos veremos a la misma hora?- preguntó Alex con entusiasmo.

"Es demasiado injusto que pongas esa cara, Alex. Como si en verdad yo te importara"

-¡Por supuesto!- dije fingiendo entusiasmo.

-¡Está bien, nos vemos mañana!- Alex elevó su mano y la agitó en modo de despedida.

-¡Adiós!- salté por la ventana y caí parado en el césped.

Miré por última vez la ventana y me alejé de ahí, comenzando a caminar en medio de la calle, mirando de vez en cuando a las casas del vecindario, la noche se miraba demasiado oscura.

-No manches, me van a secuestrar y después me violarán para vender mis órganos en algún lugar extraño- susurré con cierto mal sabor de boca.

Reí por mi ocurrencia, para continuar caminando, y en algunas ocasiones moviendo los brazos de arriba abajo con un ritmo de música en mi mente.

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