Liberación.

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El día era una completa blasfemia. Hacía un calor horrendo y estaba completamente sudado. Lo positivo de la situación era que Alex estaba en casa y lo mejor es que era toda nuestra. Ya que Antonio y la Señora Martina habían ido a unas clases de Yoga, mientras que Lucas y su hermano... bueno, en verdad no tengo la menor idea de dónde fueron.

Estábamos sentados en el sillón, uno al lado del otro en una posición bastante cómoda. Hasta que tuve que levantarme de esa cómoda posición porque antes de que Alex llegara, Martina me había dejado unos cuantos labores que tenía que realizar, he incluso lo apuntó en una hoja para que no se me olvidara.

—Lean, puedes esperar un rato más. La temperatura ha estado subiendo considerablemente, y no quiero que te deshidrates—sugirió Alexander, tomando mis manos.

—No, Alexander. Estoy obligado a hacerlo. Es mi deber como ser humano y hombre macho—me solté de sus manos y caminé hasta la puerta principal, tomando la perilla.

Alexander me abrazó por la espalda, se negaba a dejarme ir tan fácilmente.

—No tienes que irte aún. Podemos ir juntos en cuanto la temperatura baje.

—Me temo que esta vez no te tomaré la palabra—alejé sus manos de mi torso, abrí la puerta y salí sin escuchar las advertencias que el menor me gritaba.

****

Fuera de casa era un completo infierno, literalmente, hacía un calor infernal. Alexander me había advertido de las altas temperaturas. Pero como el idiota que soy, hice caso omiso y salí de todos modos. Y heme aquí, al punto de sudar por cada poro de mi cuerpo. El primer objetivo era ir por leche a la tienda. La pregunta era: "¿Quién demonios va por leche a las 3 de la tarde, en donde las calles están completamente apretadas por culpa de tanta gente?".

Así es, yo era el único imbécil que no pensaba las cosas y las hacía sin siquiera medir las consecuencias.

Mi mente repetía lo estúpido que era, he incluso me golpeaba mentalmente y literalmente para recordarme la estupidez que estaba haciendo. Mi caminar era lento y débil, los rayos del sol quemaban mis pensamientos homosexuales.

Mientras continuaba con mi caminata, la mayoría de las mujeres me miraban como si de un dulce se tratara. Eso me incomodaba de sobre manera, he incluso estaba apunto de explotarlas para que dejaran de mirarme.

Mira su espalda, es tan varonil—susurraba una chica.

Mi espalda no era varonil, era suave y blanquecina, como el pelaje de un French Poodle.

Mira ese trasero. Se ve tan esponjoso—mencionó otra.

Lo admito, mi trasero es sexy. Pero no me gusta que nadie lo vea, excepto Alexander, él tiene todo el derecho de tocarlo.

Continué con mi camino hacia la tienda. El sudor de mi frente me mojaba toda la cara, repudio eso. Después de haberme quejado como por 30 minutos, llegué a mi destino.

—Buenas tardes—exclamó cortés el señor que atendía.

Sólo saqué una caja de leche y la dejé en el mostrador para que el hombre me pidiera el maldito dinero.

—Son...—antes de que el hombre mencionara la cantidad de dinero que tenía que pagarle, le lancé un billete y me fuí corriendo.

Caminaba de regreso a casa, la misión había sido todo un éxito, he incluso estaba pensando seriamente en abrir la caja de leche y tomármela en el transcurso del camino. Pero sabía perfectamente que Alexander se enojaría.

¡¡Las Personas Son Raras!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora