Participación.

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3 días después del suceso. ¿Me siento feliz? Por supuesto que sí, ¿Quiero regresar a casa de mi familia? Todos los días pienso en volver, ¿Cada vez me vuelvo más estúpido? Cada segundo de mi vida.

-¡Estúpido, Alexander está en la puerta, así que deja de rascarte el estómago y baja a recibirlo!- ordenó Antonio, abriendo la puerta de mi habitación de una patada.

Sí, aún vivía en casa de la Señora Martina. Además era lo más lógico, ya que no iría a mi casa tan rápido, todo a su debido tiempo. Mientras pensaba, salí de mi habitación y bajé las escaleras, acercándome a la puerta principal y tomando la perilla, abriendo la puerta con rapidez.

-¡Hola, bienvenidos!- exclamé, recibiendo a los nuevos invitados, quien era nada más y nada menos que Alexander y mi pequeño hijo Alen.

-Hola, Lean, espero no ser una molestia en su hogar- aclaró el azabache, manteniéndose en las espaldas de Alen, posando sus manos en los hombros del menor.

-No se preocupen por eso, ustedes son siempre bienvenidos en esta casa- informó Lean, dejando espacio para que los invitados se adentraran en las instalaciones.

-De todas maneras, gracias por tu gran apoyo en los estudios de nuestro hijo- remarcó Alex, soltando a su hijo de los hombros.

-Sabes que amo a Alen... y mayormente a ti también- susurró el rubio al final de las palabras.

Los dos mayores entablaron una conversación amistosa, dejando de lado que Alen se alejaba más y más de ellos, que aún continuaban distraídos mirándose el uno al otro. Alen no dudó ningún segundo en pasearse por la enorme casa, quería saber que secretos había en esas enormes paredes, primero subió al segundo piso. Pasó por pequeños pasillos que lo conducían a varias habitaciones solitarias, hasta que se acercó con curiosidad a una habitación que mantenía las luces encendidas. Miró primero la gran cama con sábanas color vino, al lado derecho de la cama se encontraba un tocadiscos y al lado izquierdo estaba una mesita de noche con una lámpara de lava encima, un reloj péndulo de torsión que se mantenía dentro de un domo de vidrio y un plato con galletas anteriormente mordidas.

Decidió entrar con sigilo a la habitación, ya que miró encima de la cama un cuaderno y plumón que se mantenían lejos de su vista curiosa. Al estar cerca tomó el cuaderno entre sus manos y su ceño se frunció en completa confusión, no entendía nada de lo que estaba ahí escrito, nisiquiera la letra.

-¿Acaso son jeroglíficos?- se preguntó para sí el menor, volteando el cuaderno de manera vertical.

-¿Sabes que la intrusión es una manera de introducirse de forma indebida o ilegal en un lugar que no te pertenece?- preguntaron a las espaldas del chico rubio, quien dio un brinco por la repentina voz que provenía de la puerta.

Alen dejó en su lugar el cuaderno, girándose de manera brusca para enfrentarse al regaño que se esperaba por espiar cosas que no le pertenecían. Pero su sorpresa fue enorme al percatarse de que se trataba de un menor de casi su misma edad.

-¿Quién eres tú?- preguntó el de cabellera rubia, estando mucho más confundido que anteriormente cuando estaba leyendo el cuaderno de "jeroglíficos".

-Aparentemente soy el dueño de ésta habitación, lo cual te convierte a ti en el entrevistado, así que ¿Quién eres tú?- cuestionó el de pelo oscuro, acercándose al rubio.

-Mi nombre es Alen, Alen Dashcov Homobono, he venido hasta aquí para pedirte unas cuantas asesorías de estudios, mis padres Alexander Homobono y Lean Dashcov me han traído hasta aquí con meras intenciones de aprender más sobre mis estudios escolares- explicó Alen, tomando la completa atención de Lucas.

¡¡Las Personas Son Raras!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora