Estancado

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Casa de Antonio.

Pasaba mis dedos por entre mi cuero cabelludo, el agua tibia recorría mi cuerpo mientras que el vapor de ésta se esparcia por los azulejos y el espejo que había también en el baño. La puerta fue tocada con desesperación, exaltandome por tan repentino toqueteo en la puerta.

-¡Chico de rizos dorados! ¡Es mejor que salgas de una puta vez o de alguna manera te sacaré de ahí con o sin ropa!- gritaba Antonio por fuera de la habitación con voz molesta.

-¡Sabes con demasiada experiencia que YO saldría desnudo dentro y fuera de casa, importandome un bledo que algún menor esté presente!- grité, mirando la puerta, limpiando mis manos en el agua de la regadera.

Antonio al escuchar tal ofensa del rubio se limitó a cruzarse de brazos y recargar su espalda en la puerta del baño.

-¡Hm!- quejó Antonio como niña de 5 años de la cuál le fue arrebatado algún juguete o que reprendieron por hacer alguna travesura.

Continué con mi labor de higiene y sonreí con maldad. Mi plan sería tardar más de lo debido en mi limpieza y de esa forma hacer cabrear a mi amiga, quien no dudaría en romper la puerta a patadas y al final darme una paliza por ser tan inconsciente de mis actos.

Y así pasaron unos minutos, el silencio reinaba en el baño y fuera de éste, creía que Antonio se había cansado de esperar y que por voluntad propia se había ido del lugar, dejándome en completa soledad. Por mi parte ya estaba completamente listo para salir del baño y cambiarme de ropa, pero aún era consciente de que mi plan no sería fallido. La punta de mis dedos se habían arrugado igual que las de la Señora Martina, así llamaba a la abuela de Antonio, quien me había acogido en su casa cuando todo estaba derrumbado alrededor de mí, me acogió cuando todos me habían dado la espalda y se habían olvidado de mí como si fuera poca cosa, me acogió como si me viera en el cuerpo de un cachorro debajo de la lluvia y lastimado de alguna extremidad articular, su voz me calmaba mientras acariciaba mis cabellos rubios, alagandome y contando anécdotas de cuando ella estaba en su juventud, era toda una rebelde y en el transcurso de sus anécdotas me mostraba algún objeto que mantenía cautivo en su habitación, en una de sus anécdotas terminó mostrándome un tatuaje que se hizo a las espaldas de sus padres cuando aún era joven, la castigaron por 3 meses cuando sus padres se habían informado sobre el tatuaje que escondía entre sus ropas. Esa mujer era sencilla pero con grandes cosas por demostrar, su inteligencia arrasaba hasta la de un científico, OK estaba exagerando, pero su manera de expresarse y de articular cualquier palabra era tan sorprenderte que te quedarías con la boca abierta y sin saber que decir. Su sonrisa brillaba cuando elogiabas su aspecto o hablabas con ella, se sentía cómoda con cualquier persona y no temía de sus acciones. ¿Por qué con tan solo observar una cosa insignificante me hacía recordar a ella? Porque ella era todo, mi amistad con la mayor era tan frágil como el cristal y tan caótico como la lava de un volcán, sus opiniones sobre alguna pregunta o actividad te hacía pensar dos veces en lo que tendrías que hacer. Amaba a esa ancianita, la amaba como ese amor que compartía con mi madre o Alex... Alex, ese nombre era tan simple, Alexander Homobono, ¿Homobono? ¿De dónde habrán sacado ese apellido tan extraño y complicado de recordar? Ni siquiera yo tendría la respuesta para esa pregunta.

Alejé esos pensamientos tan reveladores al escuchar golpes bruscos en la puerta, con rapidez tomé una toalla y la envolví en mi cintura, ocultando mi virilidad. La puerta cayó frente a mis pies, mostrando no tan lejos de mí al demonio en persona.

-Eres un gran hijo de puta.- habló Antonio, con sudor en su frente y cuello, apretando con fuerza los puños cerrados que estaban a los lados de su cuerpo.

Recé 3 padres nuestros y al final me mantuve quieto en mi lugar, afrontando la golpiza que estaba por venir.

La Señora Martina bebía café en la mesa de la cocina, con un libro sobre el Álgebra Booleana que le parecía muy interesante y que comprendía a la perfección ya que lo había leído más de 3 veces y las operaciones que contenían eran bastante complicadas para alguien de educación secundaria, pero de igual manera su intelecto y su manera de expresarse le permitirían ayudarle a algunos nietos de sus amigas que pasaban por los estudios medios y que tenían la curiosidad de aprender sobre operaciones de preuniversitarios. Dio un sorbo a la caliente bebida mientras daba vuelta a la página, hasta que bajó la taza sintió la mesa moverse un poco, acompañado de toda la casa en general. Elevó la mirada, frunciendo el ceño con total incredulidad, quería saber el porqué de tanto movimiento.

¡¡Las Personas Son Raras!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora